La mascarilla se adapta fácilmente a la anatomía de todas las personas y puede colocarse abajo del cubrebocas, ya que no pretende sustituirlo, detalló.
En el proyecto además participaron los investigadores Eleazar Lara Padilla, de la ESM; Ana María González Farías y Guadalupe Sepúlveda Vázquez, del Hospital Regional de Alta Especialidad Ixtapaluca, así como las pasantes de medicina de la Facultad de Estudios Superiores Zaragoza, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Thalía Fernanda Camarillo González y Valeria Juárez García.
De acuerdo con un comunicado, Acosta Altamirano mencionó que para lograr que la mascarilla sea una barrera efectiva para el virus SARS-CoV-2, el grupo de investigación tomó en cuenta el tamaño de los aerosoles (menores a 5 micras) y evaluó diversos materiales hasta encontrar la materia prima óptima para su confección, la cual se realizó bajo estrictos estándares de calidad.
El especialista en Inmunología mencionó que la mascarilla nasal ayudaría a reducir la diseminación del coronavirus, cuyas variantes genéticas tienen la particularidad de transformarlo en un agente más contagioso.
“De esa forma, se podrá contar con mayor protección, sobre todo cuando es difícil mantener sana distancia (en restaurantes, vuelos de larga duración o citas odontológicas)”, señaló.
Actualmente el grupo de investigadores del IPN está en pláticas con una empresa para fabricar la mascarilla y para ponerla en breve a la venta.
El Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI) otorgó a los investigadores el registro como Modelo de Utilidad con el expediente MX/E/2021/010797.
Forbes