Con varias miles de escuelas destruidas por las inundaciones o convertidas en refugios para los afectados, el débil sistema educativo ha sufrido un duro golpe en Pakistán, donde las autoridades empiezan a preparar los costosos planes de rehabilitación de las zonas catastróficas.
En tres semanas, la violencia de las aguas ha destruido o dañado gravemente trece veces más centros escolares que la insurgencia talibán en tres años de ataques sistemáticos en el marco de su campaña contra la educación femenina.
Según datos de la ONU, unas 5 mil 500 escuelas han quedado reducidas a escombros, mientras que un número similar sirven de refugio a 567 mil personas que se han quedado sin hogar durante las peores inundaciones de los últimos 80 años en el territorio, por lo que deberán ser rehabilitadas.
Antes de este desastre natural, los integristas habían atacado con explosivos al menos 401 centros en el conflictivo noroeste, en especial en el valle de Swat, aunque algunos ya han sido reparados, de acuerdo con la Comisión de Derechos Humanos de Pakistán.
“Las inundaciones han dejado un sistema educativo ya renqueante hecho jirones. El Gobierno se enfrenta a la difícil tarea de reconstruir las infraestructuras. No puede perder de vista la importancia de la educación en tiempos de crisis”, alertó en un editorial el rotativo “Dawn”, el más influyente de Pakistán en lengua inglesa.
El aviso no es superficial para la potencia nuclear paquistaní, que con una tasa de alfabetización del 57 por ciento y alta ausencia escolar, ocupa el puesto 118 de 129 del índice EFA sobre educación de la ONU y el Banco Mundial, y se ve obligado a relegar a menudo un derecho básico a instituciones como las “madrasas” o escuelas coránicas.
“Si no tienes comida, estás llorando por un poco de pan, te falta cobijo, ropa… ¿Cómo puedes ponerte a pensar en la educación?”, dijo Zahid Bunairi, un portavoz del Gobierno de la provincia noroccidental de Khyber-Pakhtunkhwa, la más devastada por las inundaciones.
“Esta situación plantea un desafío enorme para la educación, y la necesidad de seguir ofreciéndola es crucial. Vamos a tener que trabajar mucho”, expuso un portavoz del Programa de Desarrollo de Naciones Unidas, Hidayat Ullah Khan.
Khan es una de las personas asignadas para preparar el programa de rehabilitación inmediata de las zonas afectadas, un plan para los próximos seis o nueve meses que será lanzado a principios de septiembre y para el cual se solicitarán más fondos a la comunidad internacional.
“El objetivo es restaurar las pequeñas infraestructuras, las redes de comunicación menores, conseguir la cohesión de las comunidades”, observó la fuente, que agregó que en el marco del plan se habilitarán escuelas temporales en tiendas de campaña, al aire libre o en edificios públicos que se mantengan en pie.
Por el momento, la ONU se esfuerza en llamar la atención del mundo para conseguir los fondos de su plan de emergencia, que gracias al impulso de los últimos días ha reunido el 55 por ciento de los casi 460 millones de dólares requeridos para asistir a las personas en situación más grave de los 20 millones de afectados.
Mientras el organismo multilateral pide apoyo para proveer comida, cobijo, agua potable o atención médica a los damnificados, las autoridades ya empiezan a hacer cálculos de los altos costes que han dejado tras de sí las aguas del río Indo y sus afluentes, que todavía pueden causar más daño en la provincia de Sindh (sureste).
El Banco Mundial y el Banco Asiático de Desarrollo, que junto a la ONU y el Gobierno paquistaní tienen el cometido de evaluar los daños provocados por la catástrofe, han anunciado recientemente la concesión de créditos a Pakistán por valor de 900 y 2 mil millones de dólares para la reconstrucción.
Pero fuentes de los gobiernos de Khyber-Pakhtunkhwa y de la región oriental Punjab, las más devastadas de Pakistán, situaron hoy las pérdidas iniciales, sólo para sus territorios, en 2 mil 350 y mil 258 millones de dólares respectivamente.