Antier, en una conferencia de prensa ofrecida en el World Trade Center de Nueva York, Sunil Gulati, Victor Montagliani y Decio de María, presidentes de las federaciones de Estados Unidos, Canadá y México, respectivamente, hicieron oficial la candidatura conjunta de los tres países para organizar el Mundial de Futbol 2026.
De entrada, y sin percibir los detalles, dije “¡Qué a toda idem!” Chance y alcanzo mi tercer mundial presencial. Incluso, me puse a soñar despierto con el fatídico “quinto partido” que el destino, la mala suerte -porque la ha habido- y en la mayoría de los casos la mediocridad y la falta de “eggs” de los ratoncitos verdes –recientemente negros-; los intereses comerciales de los entrenadores que responden a los promotores y patrocinadores e incluso han privilegiado a los “orgullos de su nepotismo” futbolístico, casos concretos Mejía Barón, el Vasco Aguirre y Lavolpe; nos ha negado.
Ya en pleno sangrado mental, me entró una gran preocupación. Acorde con los días santos se me fueron los peregrinos al cielo pensando y cuestionándome. ¿Qué tal que llegamos y alcanzamos el quinto partido y les toca jugarlo en Arizona? En una de esas, el Sheriff Arpaio regresó al poder y Donald le ordena realizar una redada de indocumentados en el estadio, ¡La que se arma! ¿Se imaginan? sesenta, setenta mil indocumentados en un estadio, ni Pinochet lo hubiera soñado en el 73 del siglo pasado, cuando concentró a los presos políticos en el estadio Nacional de Santiago. Afortunadamente, me volvió el alma al cuerpo cuando saqué las cuentas y, a menos que a Donald se le ocurra seguir los pasos y las huellas de Danielito Ortega y reforme la Constitución de los Estados Unidos para ocupar de forma vitalicia la Casa Blanca, para esas fechas ya estará haciéndole compañía a otros malandrines en el basurero de la historia.
En esas andaba, de la mano y por la calle con la “loca de la casa” –la imaginación-, haciendo cuentas alegres porque la visa que me acaban de renovar por diez años me alcanza para disfrutar ese mundial sin necesidad de saltar el muro; cuando empecé a leer y ver los detalles del anuncio de don Decio. Algo así como las letras chiquitas de los contratos de seguros. La verdad, me entró una gran desazón. el TLCAN futbolístico está negociado en peores términos que el actual TLCAN comercial que Donald quiere echar abajo y eso sí calienta, calienta mucho.
De acuerdo con lo dicho por Gulati, el convenio pactado establece que tres cuartas partes del torneo serán jugadas en Estados Unidos; es decir, sesenta juegos. Por su parte, Canadá y México organizarán diez juegos cada uno. Además, de los cuartos de final para adelante sólo se jugará en canchas estadounidenses, lo que implica que la final será en alguna sede de allende el Bravo. Como “concesión”, se dijo que el partido inaugural aún no se definía donde realizarlo. Nomás falta que salgan con que será al pie de las Cataratas del Niagara. Por supuesto falta el sorteo correspondiente; saber qué países o grupo de naciones también se apuntan; y sobre todo esperar a ver dónde apuntan los intereses económicos de la FIFA, que en eso de vender sedes al mejor postor se las pintan solos.
Pero lo más preocupante no sólo es la letra chiquita. El tal Gulati, Presidente de la Federación Americana, reveló que la candidatura –común- fue “alentada” por el Presidente Donald Trump, quien además se manifestó ampliamente “complacido” y “especialmente contento” de que México participe en la candidatura común -y aquí sí, la “puerca torció el rabo”-, lo cual nos lleva a pensar que hay “plan con maña”. A lo mejor y sí, Trump está planeando convertirse en dictador; y es posible que también esté realizando cuentas alegres de cuántos indocumentados podrá detener en el Mundial 2026; aunque en descargo de nuestra preocupación, le podremos revirar pidiéndole al Senado de la República (que tan buenos trajes a la medida confecciona) designe Canciller Vitalicio a Luis Videgaray para que defienda a los aficionados indocumentados como sólo él sabe hacerlo.
Por mi parte y pensándolo bien, permítanme dos conclusiones. Aunque he estado presente de cuerpo y alma en todos los partidos que México ha jugado en la primera ronda de los mundiales del 70 y el 86; en el recuerdo, la vivencia, la emoción y el cariño, me quedo con el México 70. Viene a mi memoria la noche anterior al debut, la inauguración en el Azteca frente a Rusia; abordé mi ADO y llegué por la mañana a la casa de mi amigo Rafael Morales y Monroy, allá por los rumbos de Copilco. Con dos cuasi postes de madera hicimos una bandera, nos colocamos dos sombreros grandes y picudos con un ¡Viva México! Al frente y nos fuimos al estadio; el empate a cero fue bueno, luego la goleada a El Salvador comenzó a enloquecernos. Dos goles tengo grabados; si la memoria no me falla, por el Cabo Valdivia y Basaguren; pero faltaba lo máximo, el triunfo frente a Bélgica 1-0 con gol de penal del Halcón Peña, que daba la calificación a la siguiente ronda; ¡La locura en el Azteca! Todos bailábamos, cantábamos, llorábamos, nos abrazábamos; el Azteca era una antorcha total; luego a recorrer Insurgentes hasta el Ángel; momentos inolvidables.
La otra conclusión de antenoche, dicha por Hugo Sánchez (que algo sabe de futbol y alguna autoridad tiene): ¡Son migajas¡ ¡Nos bajaron los pantalones!
¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?
RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ / @rcastellanosh