El presidente candidato Nicolas Sarkozy y el socialista François Hollande emprenden la recta final de la campaña para la elección presidencial del 6 de mayo, cuyo principal acontecimiento será el debate entre ambos, previsto el miércoles, que algunos auguran “violento”.
Los sondeos de intención de voto se mantienen estables desde la primera vuelta de la elección, previendo una victoria de Hollande por entre 54 y 56% de los votos, frente al presidente saliente, que obtendría entre 46 y 45%.
En su condición de favorito, Hollande enfrenta esta última semana de campaña con “confianza” y “movilizado”, pero agrega prudentemente que “nada está decidido”.
Por su parte, Sarkozy mantiene su estrategia de derechización de su discurso, en busca de los votos de la extrema derecha. Su nivel en las encuestas inquieta a su campo, que espera un detonante que cambie las perspectivas.
Los socialistas se muestran serenos, pero “una gran confianza no excluye una pequeña vigilancia”, matiza uno de ellos.
“Es verdad que la relación de fuerzas electoral les permite estar serenos”, comenta a la AFP el politólogo Frédéric Dabi.
Frente a Sarkozy y a sus “cien estrategias en seis meses”, contrasta “la coherencia de la estrategia de Hollande, de sus declaraciones, de sus puntos de vista”, señala Dabi.
Respecto al endurecimiento de la campaña, un miembro del equipo socialista estima: “En toda campaña hay una guerra de trincheras, luego una guerra de movimiento y luego se termina a la bayoneta”.
El 1 de mayo, fiesta de los trabajadores, Sarkozy organizará una manifestación política, y Hollande asistirá a una ceremonia en homenaje de Pierre Bérégovoy, ex primer ministro que se suicidó en 1993.
El gran momento de la semana será el debate televisado entre los dos candidatos, un enfrentamiento “importante”, “aunque no crucial”, estima un allegado de Hollande.
“Será violento. Habrá ataques personales. Hay que prepararse para lo peor”, considera otro allegado del candidato socialista.
Hollande afirmó, por su parte, que “no se dejará arrastrar al pugilato”.
Sarkozy, por su lado, fijó su línea desde la primera vuelta: concentrar sus ataques contra Hollande, que lo aventajó en la primera vuelta (28,6% contra 27,1%), y tratar de atraer al mismo tiempo a los electores de la candidata de extrema derecha Marine Le Pen (17,9%), declinando los temas tradicionales de ésta, desde la patria hasta la inmigración y el islam, pasando por la identidad nacional.
Los ataques contra Hollande no cesaron. Sarkozy afirmó que “700 mezquitas” llamaron a votar por el socialista, cuando los representantes de la comunidad musulmana francesa lo desmintieron formalmente.
También hubo exabruptos, como el del diputado de derecha Lionnel Luca que trató de “rottweiler” a la compañera de Hollande, Valérie Trierweiler.
El tono virulento terminó por chocar al ala más centrista del campo oficialista. El ex primer ministro Jean-Pierre Raffarin no ocultó sus reservas, y el también ex primer ministro Dominique de Villepin se declaró “espantado” por “las pruebas de extremismo” dadas por Sarkozy.
En privado, algunos declaran que “Sarkozy se equivoca”, argumentando que la gente “no votó por el Frente Nacional a causa de la inmigración, sino a causa del desempleo y del poder adquisitivo. Y de eso él no habla”. Otros en su campo consideran incluso “suicida” su estrategia.
Pese a todo, Nicolas Sarkozy confirmó el viernes esa estrategia, haciendo valer las sumas de las cifras de la derecha y la extrema derecha en los resultados de anteriores presidenciales y comparándolas con las de la primera vuelta de ésta.
Pese a ello, uno de sus ministros considera que esta vez serán insuficientes las transferencias de votos del centro y de la extrema derecha hacia Sarkozy. “Salvo milagro, está perdido”, estimó.
Muchos de los partidarios del presidente saliente esperan ahora un éxito de la manifestación que su partido organiza el 1 de mayo y sobre todo un triunfo de su candidato en el debate que lo opondrá el miércoles a Hollande.
“Una campaña no se juega en una noche, pero el debate puede cambiar la mirada de los franceses hacia Hollande y servir de detonador”. “Tenemos todavía una posibilidad”, afirma otro de los ministros de su gobierno.
Agencias