El 5 de abril de 1997 nos encontrábamos en Cananea Sonora. Acompañaba a Porfirio Muñoz Ledo, en aquel momento Líder de la Fracción Parlamentaria del PRD en San Lázaro; había acudido al llamado de Jesús Zambrano, que disputaba la gubernatura de su estado natal para apoyarlo en su campaña; de pronto, por la mañana nos llegó la noticia: Heberto Castillo había fallecido. Ingeniero, científico, ideólogo, líder social y forjador de instituciones.
En la página de Porrúa Editores, a manera de presentación del libro “Si te agarran te van a matar” está escrito: “Decir la verdad suele ser peligroso. Así ocurrió cuando Lázaro Cárdenas advirtió a Heberto Castillo: si te agarran te van a matar. Desde esa noche, el autor de esta obra supo que su verdad había irritado a Gustavo Díaz Ordaz, “el genocida”, al grado de quererlo matar. Algunos de los polémicos relatos que se encuentran en esta obra fueron publicados en la revista Proceso y en el periódico El Universal; otros son inéditos. En ellos el lector encontrará razones que explican la obsesión del autor, primero, por defender la verdad y, segundo, por insistir, hasta el último instante de su existencia, en esta lucha por hacer la revolución en México”.
De tal obra, en gran medida autobiográfica; firmada en mayo de 1969 desde la Cárcel de Lecumberri, de la crónica “La Captura” les comparto las primeras y las últimas líneas:”Fui aprehendido con lujo de fuerza, como si mis armas fueran otras que la Constitución. Tratando de escapar salté bardas y alarmé vecinos inútilmente, para quedar al fin a merced de las armas cortas y largas que desde múltiples vehículos surgieron empuñadas por “celosos guardianes del orden”. Las amenazas de tormento o de muerte cesaron cuando ellos comprendieron la firmeza de mi decisión. La armas de que hice acopio durante los meses de mi persecución quedaron en mi último refugio de Coyoacán: la Constitución General de la República Mexicana, sin lomos que destruyó la lluvia que cayó durante las noches que pasé en los pedregales de la Ciudad Universitaria cuando en septiembre la mancilló el ejército, algunos libros sobre la Reforma Agraria y sobre Emiliano Zapata, y un libro que me gusta leer y releer: El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha. Se me informó que dichas armas fueron anexadas a mi expediente como pruebas en mi contra”.
“Tal vez, algunos mexicanos que me estiman sufran porque he perdido mi libertad física. A ellos digo que ese precio he pagado por mi libertad para pensar, hablar y escribir; y que estoy dispuesto a defender esa libertad con mi vida si es preciso. A ellos digo también que no han comprendido quizás que son más presos políticos que yo, y que los que como yo sufren prisión por defender sus derechos. Porque algunos mexicanos gozan de libertad física, pero han aceptado la prisión de sus convicciones. En México, todos debemos luchar por nuestra libertad. Porque en México, ahora todos somos presos políticos”.
En septiembre de 1968, ya en huelga la Universidad Benito Juárez, entre mítines relámpagos, pintas clandestinas en las madrugadas, marchas y concentraciones frente al Edificio Central, varios nombres de los líderes nacionales cobraban relevancia; en particular destacaba el del Ingeniero Heberto Castillo por la Coordinadora de Profesores, quien el 15 de ese mes había dado el Grito de Independencia desde la Ciudad Universitaria, acto que fue considerado por el régimen como un desafío “imperdonable” a las instituciones y en especial al Presidente de la República. Días después, en plena escalada de la represión, CU fue tomada por el ejército. Obligándolo –como lo narra Heberto líneas arriba- a pasar a la clandestinidad hasta que fue apresado.
Con el cambio de gobierno federal, los dirigentes del Movimiento Estudiantil comenzaron a ser liberados, un grupo viajó a Chile para después volver a sumarse a diferentes corrientes políticas; otros permanecieron en Lecumberri hasta que también fueron puestos en libertad.
En 1971, siendo líder de la Federación Estudiantil de la Universidad Benito Juárez, recibimos al Ingeniero Heberto Castillo, quien recién salido de Lecumberri, iniciaba una gira por el sureste del país con el objeto de explorar la formación de una organización política apostándole a una Apertura Democrática. Oaxaca fue el primer estado que visitó; por nuestra parte ya librábamos una intensa lucha por una Reforma que separara la elección del rector de la voluntad del gobernador en turno y concediera a la Universidad la plena Autonomía; Heberto se sumó a nuestra iniciativa y la apoyó desde diversas tribunas nacionales.
Después del CNAO –Comité Nacional de Auscultación y Organización-, el ingeniero convocó a la formación del PMT y posteriormente surgió el PMS, partido desde el cual en el ochenta y ocho dio una de las muestra más contundentes de su convicción democrática, de suma a un proyecto de izquierda; haciendo a un lado personalismos y visiones patrimonialistas declinó su candidatura presidencial a favor de Cuauhtémoc Cárdenas.
En 1992 fuimos candidatos del Partido de la Revolución Democrática a los gobiernos de nuestros estados, Veracruz y Oaxaca; juntos, con el Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas recorrimos las regiones colindantes presentando una propuesta de defensa de los recursos naturales y desarrollo integral; pasada la elección, al fundar el Semanario Regeneración, en su casa de Coyoacán al pie de un oleo pintado por él en Lecumberri donde aparecen sus compañeros de crujía, platicamos largo; “El Movimiento del 68 fue un Detonador de Conciencias” nos dijo. Luego vinieron muchas otras coincidencias en las batallas que ha librado la izquierda.
Por ello y por mucho más, al cumplirse 21 años de la partida del Ingeniero Heberto Castillo, frente al oportunismo que ha inundado a la izquierda mexicana; su figura se agiganta y reconoce como el paradigma de la verdadera izquierda.
¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?
RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ / @rcastellanosh