México ha perdido a un héroe cultural, un emblema, un embajador del ingenio. Y es que si en una de sus acepciones, la cultura tiene que ver con el cultivo del espíritu humano y de las facultades intelectuales del hombre, a Roberto Gómez Bolaños no se le puede negar, bajo ninguna condición ese título.
No por nada Agustín Delgado le impuso el mote de “Chespirito”. Por su genio y talento le consideraba un pequeño dramaturgo, un Shakespeare mexicano. México perdió al único super héroe latinoamericano con el “chapulín colorado”. ¿Por qué chapulín? Muy probablemente porque la madre de Chespirito era oaxaqueña, de Tlaxiaco.
“Se me chispoteó”, “fue sin querer queriendo”, “la gente sigue diciendo que tú y yo estamos locos, Lucas”, “tómalo por el lado amable”, “síganme los buenos”, “¿insinúa usted que soy viejo?”, son algunas de las frases que muchos latinoamericanos conservamos en la mente como una especie de legado, de herencia. A través de esas “bullets”, Chespirito inaugura, en algún sentido, la mercadotecnia moderna.
La revolución se institucionalizaba con Plutarco Elías Calles y Roberto Gómez Bolaños estaba naciendo en 1929. Acompañó la mayor parte del siglo XX y buena parte del XXI. Sus personajes siguen arrancando risas dentro y fuera de México. A Gómez Bolaños se le venera en otras partes del mundo .
El mismo Maradona llegó a decir que después de una derrota lo único que lo reanimaba era ver a Chespirito.
Hay para quienes las de Gómez Bolaños eran idioteces. El genio no tiene por qué ser violento, ni lascivo. Entre el cine de ficheras, la comedia de albures y el doble sentido, Chespirito fue el genio del humor blanco, humor con mensaje. Valores eran los que inspiraban sus personajes: honestidad, generosidad, amor, justicia, solidaridad. Qué bonita vecindad.
¿No es extraordinaria, genial la alegoría de un niño que vive en un barril y cuyo más grande sueño es siempre una torta de jamón? ¿O la del super héroe paladín de la justicia con antenitas de vinil, pastillas de chiquitolina y un chipote chillón? No hay armas ni sangre, no hay altisonancias ni doble sentido.
A Chespirito, en un principio aficionado al Guadalajara y después totalmente americanista, le gozamos en la infancia y le seguimos disfrutando a la distancia. El suyo es un humor sin tiempo y sin edad. En estos momentos de violencia y tragedias nacionales, debíamos tenerle más presente, hasta por salud mental.
Un homenaje nacional en el estadio Azteca, con una flor en la mano de todos los asistentes, no es para menos. Roberto Gómez Bolaños es parte, nos guste o no, de la cultura y de la historia de México. Es, como se escribe en el diario “La Razón”, “ícono de la cultura de masas en América Latina”.
Con su ausencia física regresa nuestra infancia, grita ese niño que todos llevamos dentro; nuestros sentimientos se encuentran y encuentran síntesis en la gratitud que debe sentirse ante toda manifestación del genio.
Lo he repetido muchas ocasiones; qué más da una más: “los hombres no mueren mientras viven en las mentes de otros hombres” y si pasado el tiempo le llegamos a extrañar algunos, a olvidar otros, habrá sido sin querer queriendo.
Hasta siempre Roberto Gómez Bolaños.
Twitter: @MoisesMolina