El pasado viernes cerramos el segundo Periodo Ordinario de Sesiones del año en el Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca.
Lo hicimos en una sesión solemne donde se despidió como Presidente del Pleno y como Magistrado, el Dr. Eduardo Pinacho.
Fue una ceremonia muy emotiva, desde la reunión previa en que cada una y cada uno de los magistrados le expresaron, desde el corazón, y entre vivencias, recuerdos, experiencias y anécdotas, sus parabienes y deseos de felicidad personal y familiar.
Pero ello no podía quedarse en privado. Al Magistrado Pinacho le estábamos debiendo desde los plenos del Tribunal Superior de Justicia y del Consejo de la Judicatura, un homenaje como reconocimiento a su trabajo.
Y esta fue la ocasión propicia.
Recibí la confianza de mis compañeras y compañeros magistrados para expresarle a Eduardo Pinacho públicamente ese reconocimiento.
Y no dije ahí nada que no fuera opinión unánime de los ahí presentes.
Y es que no solo estuvieron los Plenos del Tribunal y del Consejo, asistió también a la sesión la familia judicial, las y los compañeros de las salas que también querían despedirse de nuestro Presidente.
Pinacho Sánchez se va reconocido. La vida le dio la oportunidad de culminar su carrera judicial con el más alto honor que puede tener un juzgador. Y ejerció la Presidencia de forma inmejorable.
Lo cierto es que deja la vara muy alta. No resulta extraño que una de sus alusiones preferidas al hablar de su gestión fuera respecto de una “justicia más humana”.
Pinacho fue un Presidente humano que vio en cada uno de nosotros no sólo a colaboradores y compañeros sino a auténticos amigos.
Pinacho entendió (con ese entendimiento que sólo dan los años) que en el Pleno y en la Judicatura estaba tratando con personas, no con números ni estadísticas.
Y creo que ese será su principal rasgo a recordar. Por eso el Tribunal tuvo estabilidad y la calma necesaria para poder hacer lo demás. Fue un Presidente que escuchó, que abrió puertas, que tendía la mano y que pensaba siempre en la institución y en la salud de la institución, antes que en sí mismo e incluso antes que en los magistrados o en el Pleno.
Gobernar una institución en medio de las carencias siempre es complicado, y lo digo porque en el Tribunal no hay ni habrá presupuesto que alcance en tanto no se garantice constitucionalmente un porcentaje sobre el presupuesto general del estado.
Y Pinacho lo supo conducir incluso en la difícil coyuntura que siempre representa una transición de gobierno.
A Pinacho lo tuvo a flote su institucionalidad. Que es uno de los primeros valores de la ética de la magistratura. Sin colores, sin sesgos, sin necedad siempre vio por la institución y eso lo comprendieron los dos gobernadores con quienes trabajó.
Eso, de suyo, ya es un logro que, desde luego le reconocimos.
Al final del camino, el Magistrado Pinacho se puede ir no sólo satisfecho sino contento. Hizo una buena Presidencia y mejor aún, deja la percepción entre los de adentro, de una buena gestión. Y eso no es sencillo. A los de casa no hay forma de poderles engañar.
Que la vida siga siendo generosa con el Maestro Pinacho. No le decimos adiós, sino hasta siempre. Mucha de la obra que a él le tocó iniciar tiene que continuar y consolidarse.
Por el bien del Poder Judicial y por el bien de Oaxaca.
*Magistrado de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca