Los muertos siempre los pone el pueblo, aquellos que desde abajo surgen para pelear por los suyos, libres para exigir y exhibir las carencias de todos porque no son únicas ni especiales, son de todos.
Nuestra lucha ha sido histórica y sigue siendo porque nacimos en ella y moriremos en ella, nuestra lucha es por hacernos escuchar, por hambre, por un techo, trabajo justo, justicia y para la Paz de nuestros niños, jóvenes, abuelos, nuestra lucha es para todos.
Las transformaciones históricas han costado la vida a miles de mexicanas y mexicanos, pero los hijos del pueblo, no mueren, viven a través de sus palabras, de sus obras, de sus acciones, de sus amigos, de sus hijos, sus nietos, forman parte de la historia, de la tierra, de nuestros pueblos.
Cuando un ser superior le quita la vida a un ser humano no hay explicación, sólo resignación; cuando esto no es así, quien lo hace es por temor, por no saber que responder a las exigencias, porque ante la ausencia de argumentos, la fuerza y la violencia son sus únicas respuestas.
Justicia es darle a cada quien lo que le corresponde, conforme a su esfuerzo, a su trabajo, a lo que tiene derecho; injusto, es arrebatarle la vida a alguien de manera cobarde.
Es justo recordar a quienes con su ejemplo nos han enseñado que la unidad, el esfuerzo conjunto, la palabra y la lealtad son valores difíciles de alcanzar y por tanto no se obsequian.
La muerte de uno de nosotros duele, pero esto no nos desanima porque la historia la construimos todos y él está con nosotros. El eco de su voz resonará en las siguientes generaciones, su ejemplo, será la guía para quienes le conocieron, su legado, su historia, se seguirá construyendo, hasta que las condiciones de nuestros pueblos cambien y no tengamos la necesidad de salir a las calles a exigir lo que es nuestro derecho.
Transformación, Libertad, Justicia y PAZ.