La visita de Donald Trump a Phoenix, Arizona, despejó dudas respecto a su peculiar estilo de hacer las cosas. Dejó claro que es un showman estupendo. Se paseó en el templete como quizo, contenía la voz, respiraba profundo, despacio y, de nueva cuenta, volvía la carga, amenazando con cerrar el gobierno si el Congreso no le aflojaba los millones para construir el muro y separar más a Estados Unidos de México para impedir el acceso a los que el KKK no tolera: musulmanes, latinos, judíos y a todos los que él y sus seguidores detestan.
Phoenix fue, de nueva cuenta, el escenario del espectáculo mediático que Trump maneja como domado de la bestia racista. Un gesto suyo y la multitud calla, aplaude, o ríe. Es el amo del espectáculo sobre el escenario y los fanáticos que lo siguen, apoyan felices las ocurrencias, amenazas y la ignorancia de su líder como el hecho de ignorar que el poder presidencial no le da para cerrar el gobierno; siendo el Congreso la institución con poder para ordenar al ejecutivo el cierre del gobierno.
Amenazar al Congreso con “cerrar el gobierno” si no le dan los 23 millones de dólares que necesita para construir el muro a lo largo de la frontera con México, deja claro la ignorancia supina del mandatario.
Otro detalle significativo fue que los senadores republicanos, John McCain, Jeff Flake y el gobernador Doug Ducey no asistieron al mitin del presidente debido a que la conducta titubeante, indefinida, cambiante de Trump no corresponde a la de un presidente.
Amenazó con sacar a Estados Unidos del TLCAN si México y Canada no se aplicaban para ajustar a favor de su país el Tratado que le es desfavorable, no así a México ni a Canada.
La fanaticada feliz, reía, aplaudía, rugía, aprobando los “latigazos” del domador, en tanto, el tiempo aire de los medios del entretenimiento era concedido al show presidencial.
Al día siguiente del espectáculo, en México las cosas no se alteraron, como sucedió en los primeros días del gobierno de Trump. El peso retrocedió ligeramente lo mismo que la bolsa, pero al día siguiente las finanzas se acomodaron en positivo.
El Secretario de Hacienda, Jose Antonio Meade y el Secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray salieron al paso de las locuras presidenciales, declarando que las amenazas del presidente Trump correspondían a su estilo de negociar. “Trump esta negociando, declaró seguro el canciller.”
Las afirmaciones de los funcionarios mexicanos transmitieron confianza al desaparecer el temor que se apoderó del gobierno mexicano y de algunos medios de comunicación al inicio del gobierno del presidente Trump.
En efecto, las cosas han cambiado después de seis meses del gobierno de Estados Unidos. Hoy en México y en la mayor parte del mundo, Donald Trump es considerado como el amo del espectáculo no como un presidente sólido y capaz; es el showman que nos divierte, que no se toma en serio porque el traje de presidente le quedó grande como el saco de clavillazo (el actor no el otro) muy grande.
Ciro Rodriguez en su libro “Adiós Mr Nixon publicado en en septiembre de 1974 en Madrid, nos dice lo que sintió cuando reportaba la dimisión desde la Casa Blanca desde un teléfono de la agencia EFE a Radio Nacional de España.
Dijo que vio de cerca al presidente Nixon y reflexionó: “No puedo explicar las razones, pero aquel edificio de limpias paredes me daba escalofrío, quizás por sentirme en el interior de un refugio donde se dicta y se rige y ordena y se controla el mundo. Y pensaba ¿Que ocurriría si en la Casa Blanca en vez de un presidente hubiera un rey? Y me preguntaba ¿que pasaría si en la Casa Blanca, en vez de un sensato político hubiera un loco? Y me decía: ¿Habrá algo capaz de sacudir el recio cimiento de la Casa Blanca, algo capaz de romper el aire de confianza, de poder, de orgullo aldeano que se respira?”
El periodista escribe que sintió tristeza al ver a un líder derribado. No rencor porque conservó la esperanza de que el futuro de ese gran país norteamericano podía reconstruirse, a pesar de la caída del presidente Richard Nixon.
Empezar de nuevo con sus líderes o por encima de sus líderes, pero sobre todo con la fe y la esperanza en las instituciones que convirtieron al país en una gran nación y que, a pesar del trauma, debido a los escándalos políticos de la administración y al cerco del olvido por la nación más la zafia arrogancia burocrática, Estados Unidos saldría adelante.
Han pasado muchos años de aquella vergüenza política, de aquella dimisión que sacudió a este gran país y de mucho tiempo de aquella pregunta que se hizo Cirilo Rodriguez en la Casa Blanca “¿que pasaría si en la Casa Blanca, en vez de un sensato político hubiera un loco?”
Lo que está sucediendo en la Casa Blanca con Trump como presidente responde claramente a la interrogante del periodista.
Conociendo ya al vecino, al gobierno mexicano se le nota más seguridad, compacto, sabedor que la Segunda Ronda va porque el trabuco negociador encabezado por Ildefonso Guajardo, Secretario de Economía, tiene la experiencia suficiente para negociar y sacar adelante el TLCAN frente a un equipo negociador que depende de un blofista. Los mexicanos ya lo calaron.
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