Empecemos por dejar en claro qué es la política. Entre el común de las personas, hay una percepción mala de la política y los políticos, fama ganada a pulso por la actuación de muchos políticos, en justicia hay que decirlo de todos los partidos políticos y hasta de los que no pertenecen a partido político alguno.
Desde tiempo inmemorial, cuando el hombre surgió y empezó a vivir en grupos, se hizo necesario resolver las necesidades así como las reglas de convivencia de sus integrantes lo que implicó el encontrar la forma de hacerlo, eso en esencia es a política.
A lo largo de la historia se han practicado distintas formas de organización social y de gobierno de las mismas, en cada caso, hay que decirlo, un elemento fundamental ha sido el modo de producción imperante, así hemos ido de lo primitivo, pasando por el feudalismo hasta llegar al capitalismo, en sus distintas fases este último.
Cuando se habla de hacer política en sí hablamos de intervenir en los asuntos públicos, de tal suerte que de una u otra manera todos los ciudadanos hacen política, en menor o mayor intensidad.
La política en el mejor sentido de la palabra, diferente a la politiquería o a la acción estrictamente electorera, es la actividad encaminada a buscar el bien común, sustentada en Principios y basada en convicciones, me refiero a las de todo tipo.
A partir del anterior intento de definición de la política, valoro a los políticos de todo tipo de tendencias que actúan por convicciones y basados en Principios, aún a los de la derecha.
Creo que debiéramos revalorar la política, sería muy interesante poner en el centro de nuestras conversaciones y debates nuestras propuestas, exponer nuestras visiones de futuro, dejar a un lado las discusiones de aspectos banales como la vida privada de algunos personajes y las afirmaciones infundadas.
Los fanatismos de toda índole no contribuyen a la búsqueda de soluciones a la problemática de los seres humanos, son muestra las más de la ignorancia.
Es necesario el debate serio y responsable acerca de la realidad, hay que analizar las perspectivas y debatir las propuestas de futuro, más allá de lo superficial, diría que es urgente para no perder esta oportunidad histórica de reencauzar la vida y el quehacer público, la ciudadanía lo ha pedido, mayoritariamente, con su voto y hay que asumir el reto.
En esta tarea los jóvenes están llamados a jugar un papel de primera importancia. ¿La juventud por naturaleza es revolucionaria, abnegada y desprendida?
De entrada afirmo que sí.
He leído en fechas recientes acerca de que, en una generalización apresurada, se piensa que los jóvenes ahora no son capaces de preocuparse por lo que ocurre a su alrededor y los que participan en política solo lo hacen persiguiendo intereses personales.
Hace poco escuche a un militante de la izquierda decir: “¡Ay! ¿Dónde dejamos esa mística? ¿Dónde quedó esa idea de luchar por el pueblo a cambio de nada? ¿Dónde están esos ideales que nos hacían luchar cantando y sonriendo contra un muro que parecía infranqueable? ¿Cuándo dejamos que nos ganaran los herederos de Aguilar Talamantes?”, creo que siempre ha habido oportunistas y convenencieros, en los años sesenta y setenta del siglo pasado así como había jóvenes dispuestos a dar hasta su vida por la causa de los pobres también había jóvenes, muchos de ellos priistas, ávidos de trepar en la escalera de la llamada “clase política”, para hacerse de fortunas a costa del erario.
Quizá lo que pasa ahora es que nuestros jóvenes, más los que se interesan en la participación política, tiene como ejemplo a los que se han enquistado en las burocracias partidarias, personajes casi todos ellos dedicados a una desenfrenada carrera por obtener cargos públicos y hacerse de riquezas mal habidas y que para ello no tienen rubor alguno en usar calificativos para autodenominarse “de izquierda”; los que iniciamos nuestra militancia alrededor de esa gran llama libertaria que fue el Movimiento Estudiantil y Popular de 1968, tuvimos la oportunidad de ver como guías lo mismo al comandante Ernesto “Che” Guevara, Ho Chi Min, el padre Camilo en Colombia, el profesor Lucio Cabañas, Rubén Jaramillo, el profesor Othón Salazar, Valentín Campa, el Ing. Heberto Castillo Martínez y a tantos y tantos personajes dedicados a la lucha por hacer de este un mundo mejor, de ellos aprendimos el desprendimiento para la lucha, de ellos aprendimos valores , principios y convicciones.
Estoy convencido que por naturaleza los jóvenes son nobles, desprendidos, justos, lo que hace falta es hacer un gran trabajo para mostrarles que su bienestar personal material no está reñido con la vida apegada a valores, que los cargos públicos que hoy se han logrado no son canonjías si no espacios obtenidos a costa de mucho sacrificio por el pueblo y deben servir para servir al pueblo y no para servirse de ellos.
A efecto de no crear malos entendidos, preciso, por lo menos yo no estoy a favor de que hagamos de este un mundo de pobres, no, la lucha es para que todos podamos vivir en forma digna, teniendo lo necesario para vivir una vida plena, ello incluye, además de la realización de nuestras convicciones, el goce de bienes materiales necesarios para satisfacer nuestras necesidades.
Subrayo, a mí no me ofende que algún joven aspire y pueda adquirir un auto nuevo y hasta una casa si le es posible, siempre y cuando ello sea producto de su trabajo honrado y no a costa de los fondos públicos de un cargo al que ha accedido en nombre del cambio.
Compañeras y compañeros, mantengamos encendida la llama de la esperanza, atrevámonos a luchar por hacer de este un mundo mejor, los cambios, tal vez pocos pero significativos, ocurridos en estos últimos cuarenta años me confirma que es difícil pero no imposible, tarde o temprano se lograra.
Por la memoria de los que ofrendaron su vida por este propósito no debemos claudicar, el tiempo pondrá a cada quien en su lugar y aquellos que hoy usurpan las banderas del cambio sabrán que con lo material que se han llevado han perdido lo más por lo menos. La participación de las mujeres es básica en la construcción de una sociedad más justa y democrática
En este análisis acerca de la política y la necesidad de dignificarla no podemos pasar por alto el tema de la participación de nuestras compañeras mujeres.
La equidad de género no es una concesión gratuita, es resultado de la lucha de las mujeres.
Como se sabe, no fue hasta principios de los años cincuenta del siglo pasado cuando, en nuestro país, se otorgó a la mujer el derecho a votar, no ha sido fácil el ejercicio de ese derecho para la mujer.
Durante décadas, la mayoría de las mujeres ejercían su derecho a votar haciéndolo por quien su padre, hermano, esposo o hijo le decían que debía hacerlo. Hace no muchos años, en 1982, tuve oportunidad de ver, en Acolman (Estado de México), como un señor de poco más de cincuenta años de edad, llegaba acompañando a un grupo de mujeres y él llevaba en su mano, en un fajo, las credenciales de elector de ellas y en la casilla electoral, a la vista de todo mundo les decía como marcar el recuadro con el emblema del “invencible”.
Pero en todos lados se cuecen habas, casi desde la fundación del PRD, muchas compañeras y quienes compartimos con ellas la idea de la equidad de género pugnamos porque ese partido adoptara como norma estatuaria la acción afirmativa para asegurar la presencia de candidatas mujeres, así como la de los jóvenes e indígenas, en las listas a postular, se logró que así se estatuyera y como parte de una política partidaria también se ha incorporado a la legislación electoral del país, sobre todo lo referente a candidaturas incluyentes con equidad de género, pero es lamentable reconocer que el sentido de esta acción afirmativa se ha pervertido.
Esta práctica nociva no sólo pisotea los Principios por los que se supone lucha la izquierda sino que además hace a un lado la legitima aspiración de compañeras capaces, esforzadas, con convicción democrática y con respaldo social que al no contar con un “padrino” nunca tienen oportunidad de servir, en donde estoy seguro lo harían muy bien, pues son víctimas de las trapacerías de maleantes metidos a burócratas partidarios.
Finalmente, debo dejar en claro que no todas las candidatas que ha habido forman parte de ese grupo de mujeres impuestas para fines aviesos, hay compañeras de mucha valía, capaces y cuya inclusión es más que merecida pero el número de las “hechizas” crece de manera preocupante.
Sé que y opinión no va a cambiar la composición de las candidaturas y que menos aún va a hacer que desaparezca esa práctica nociva en los tiempos por venir por tanto dejo en claro que lo escribo sólo porque lo creo y para dejar constancia que la acción afirmativa de equidad de género no es una concesión gratuita si no el resultado de la lucha de las mujeres para que se respeten sus derechos plenos.
En conclusión, la política no solo es una actividad necesaria para la sociedad si no que puede y debe servir para crear condiciones para una sociedad más justa, en nuestros tiempos debe ser el medio para impulsar un cambio verdadero.
En una sociedad en la que la política deje de ser el medio para construir el poder público, para encausar la voluntad popular en torno a las grandes decisiones que deben tomarse para alcanzar el bien común, en esa sociedad se abre el camino a la violencia como vía para dirimir las diferencias y definir el rumbo a seguir.
Así las cosas debo subrayar el hecho de que la política partidaria, en sus distintos aspectos como son la organización interna y la participación en los procesos electorales, debe entenderse como un medio no como un fin en sí misma, como pretenden hacerlo las burocracias partidarias pues han hecho de ellos su modus vivendus.
Quiero suponer que los que aquí nos congregamos queremos participar en política motivados por el deseo de construir normas para la sociedad que nos permitan una convivencia que derive en el bienestar para todos y el progreso del entorno social.
Ojalá podamos hacer una realidad el slogan de ser “la esperanza de México” que llegue a cumplirse.
Quienes crean que la política es una profesión de la que obtendrán un modo de vida con lujos y comodidades debieran buscar otra opción partidaria o, por decencia, dedicarse al ejercicio de algún oficio, actividad o profesión de la que obtengan eso.
MORENA necesita que sus protagonistas sean ciudadanos militantes de esta causa, ni empleados ni busca cargos públicos para hacerse de dinero fácil