Si el sentido final de las recomendaciones últimas a la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo para que defina su viabilidad presidencial a partir de la traición al expresidente López Obrador, entonces el expresidente Ernesto Zedillo Ponce de León estaría confirmando que su vida política estuvo marcado por tres ingratitudes traicioneras: traicionó Salinas de Gortari, traicionó a Joseph-Marie Córdoba Montoya y traicionó a Luis Donaldo Colosio.
La traición –según Shakespeare– es el elemento central de la lucha por el poder entre poderosos cuya fuerza política puede llevar a la anulación de posibilidades. Por eso, el contexto político y moral de la intención de Zedillo de empujar a la presidenta Sheinbaum a una ruptura con el expresidente no es otro que sugerir de manera sencilla un zedillazo.
Zedillo fue una pieza clave del proyecto de sucesión presidencial de 1994 que operó para su propio proyecto el superasesor salinista Córdoba Montoya. Sacar a Zedillo del gabinete para nombrarlo jefe de la campaña de Colosio fue un doble juego: excluirlo del gabinete para tenerlo como cuadro de relevo ante cualquier emergencia, igual a lo que había hecho Manuel Camacho Solís cuando abandonó la cancillería para irse de comisionado de la paz en Chiapas sin sueldo y sin cargo y la candidatura independiente en mente; y en la perspectiva de largo plazo de Salinas de Gortari-Córdoba Montoya, encaminarlo a la sucesión presidencial del 2000.
Cuando Colosio prefirió pactar con Camacho la reforma democrática y entregarle la Secretaría de Gobernación de su gabinete, Zedillo se convirtió en el instrumento de Salinas y Córdoba para confrontar a Colosio; la evidencia se encuentra contundente en la carta del 19 de marzo de 1994, cinco días antes del magnicidio, en la que Zedillo como jefe de campaña conminaba al candidato priista a realizar un pacto político con el presidente Salinas, lo que estaba diciendo que Colosio ya había roto con Salinas desde el discurso del 6 de marzo. Zedillo le aconsejaba a Colosio regresar al corral salinista.
Zedillo fue el beneficiario del crimen de Colosio porque cumplía con el escenario previsto por Córdoba de ser el único fuera del gabinete que podía sustituir el candidato asesinado. Salinas operó con el gobernador sonorense Manlio Fabio Beltrones Rivera la designación de Zedillo como sustituto.
Pero la vuelta del poco tiempo, Zedillo traicionó a Colosio, a Salinas y a Córdoba y se encaramó como el único poder presidencialista absoluto que hoy está sugiriéndole a la presidenta Sheinbaum que aplique el mismo modelo. Zedillo mantuvo a Córdoba en el exilio y le cortó todas las alas de sus negocios y persiguió a Salinas en cada visita a través de operativos de provocación operados desde su secretario particular en Los Pinos a cargo de Liébano Sáenz.
El sino de Zedillo es la traición y es la única recomendación que ha podido hacerle a la presidenta Sheinbaum, sin entender que la lógica sucesoria del 1994 es totalmente diferente a la de 2024. El proyecto económico de Zedillo fue el neoliberalismo de Salinas, pero con planes del expresidente para seguir operando internamente desde su primera aspiración de ser presidente de la Organización Mundial de Comercio. De ahí la instrucción de Zedillo de inculpar a Salinas del asesinato de Colosio, aunque en términos reales el beneficiario de ese crimen fue el propio Zedillo porque Colosio no le iba a dar a Zedillo ningún cargo que pudiera colocarlo en la línea sucesoria del 2000.
La campaña de declaraciones de Zedillo contra la presidenta Sheinbaum por el proyecto transexenal lopezobradorista está convirtiendo al expresidente en la figura más importante de la oposición actual, aunque con una sola presencia física y todo lo demás por transmisiones en vivo en redes cibernéticas. Y el modelo no es por comodidad o de agenda de trabajo, sino porque carece de grupos dentro de la política mexicana y tiene más efecto una declaración que encabezar algún grupo que busque regresar al PRI neoliberal al poder en el corto plazo.
Zedillo nunca entendió la sensibilidad de la política y por eso pasó de la crítica de su segundo discurso a la intervención en el espacio neoliberal del ITAM –articulado a la escuela friedmaniana de Chicago– y lo llenó de adjetivos que casi rayaron en el insulto, lo que no causó buena impresión en quienes esperaban un planteamiento teórico-político que pudiera articular a la oposición.
Zedillo, por cierto, representa el pensamiento ideológico del neoliberalismo estadounidense, sea de los Bush, Clinton, Trump o Biden.
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Política para dummies: la política se resume en el subtítulo de una novela de José Agustín: “ya sé quién eres, te he estado observando».
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