En un estudio del Banco Mundial encontramos datos en los que se consulta a 20,000 personas de 23 países porque se consideran pobres. Las respuestas incluyeron varios factores, principalmente los relacionados con el nivel de vida, la alimentación y el medio social en el que se desenvuelven: 1. tener una vivienda modesta; 2. ubicación excluida y aislada, es decir, marginada y no tener acceso a las mejores escuelas, empleos, ropa, etc.; 3. relaciones de género acotadas; 4. Problemas en las relaciones sociales, no ser aceptados y si excluidos; 5. Entorno inseguro donde priva la violencia, la corrupción, las drogas, los antros, las cantinas, la prostitución y la violencia familiar; 6. Abusos del poder practicado básicamente por aquellos que lo ejercen a través de dos vías: El crimen o la política corrupta (presidentes municipales, caciques, legisladores, etc.) 7. Instituciones devaluadas como escuelas sin nivel académico, policía corrupta, representantes populares que no lo son, municipalidades sin recursos; 8. falta de recursos para mejorar los entornos, las escuelas, las vías de comunicación como calles, transporte, servicios computarizados; y 9. Organización comunal y social precaria o nula e incapaz de mejorar el nivel socioeconómica de las comunidades.
Tomando como referente lo anterior, los economistas consideran que existen varias clases de pobreza, pero al fin pobreza, es decir, carencia de cosas que permitan vivir mejor. Inicialmente, clasifican a la pobreza absoluta y a la pobreza relativa. La absoluta mide a la población reducida en la ingestión de alimentos; comer menos de los que el cuerpo humano necesita para estar saludable de 2,000 a 2,500 kilocalorías diarias.
Por lo que se refiere a la pobreza relativa, se mide sobre un contexto social, por ejemplo: cuando se compara la riqueza total de la tercera parte más pobre de la comunidad contra la riqueza total de la población más rica. Cabe hacer notar que el número de personas más pobres tiende a aumentar en la medida que el ingreso aumenta produciéndose, en consecuencia, la disparidad del ingreso; el coeficiente Gini lo prueba claramente.
De manera que la pobreza, relativa o absoluta son, finalmente, pobrezas; aunque existe otras clasificaciones como la moderada que no es tan grave, pues nadie se enferma por no poder hacer sus compras en tiendas exclusivas y de marca o no manejar un auto de lujo y mucho menos por no vivir en la Lomas, (aunque hay algunas ladys o lords que puede que sí).
La grave es la pobreza extrema, es dramática, lastima el entorno, al mismo ser humano sensible a los padecimientos ajenos. Esta pobreza extrema obliga a los que la padecen a morir de hambre y sed, de falta de aseo y de un techo para protegerse de los elementos naturales, piso firme en casa, viven en las calles; mueren de frío o de calor; de enfermedades por falta de atención medica; mueren por el desprecio y la falsa lástima del entorno social.
La pobreza extrema se refleja en la niña de cuatro años, descalza y semi desnuda pidiendo con su vasija de plástico derruida una moneda en los semáforos de las calles; esa es la pobreza extrema que ahora se pretende maquillar por el INEGI borrando los datos anteriores por lo cual no se pueden comparar cifras que den certeza para obtener una realidad actual válida. Ignoramos porque se hizo; y extraño también es el hecho de no haber consultado datos con el CONEVAL, a fin de publicar números ciertos y no dudosos como ahora sucede.
Lo anterior, los datos inciertos, provocaron autentico escándalo nacional, pues se trata de una información delicada y sensible en voz de un organismo que, hasta el domingo pasado, gozaba de una credibilidad absoluta y respetabilidad indiscutible. A partir del lunes el Instituto Nacional de Geografía y Estadística sentó las bases para que la pobreza se pueda medir sin ser comparada con la de los años anteriores al actual 2016. De tal suerte que los informes que desarrolla el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) no serán consultados por el INEGI.
Los focos rojos de la duda sobre los informes sobre la pobreza del INEGI han sido encendidos en el medio político, principalmente por el líder del PAN, Ricardo Anaya que denunció tan tremendo agravio del INEGI contra las clases desprotegidas al mentir sobre la situación real de los pobres de México.
Contrasta, en consecuencia, “el perdón” ofrecido por el presidente, Enrique Peña Nieto a la nación sobre la corrupción y el escándalo de las “casas blancas” con el maquillaje de datos que hace el INEGI en torno a la pobreza; al afirmar que esta, la pobreza, ha disminuido en forma considerable tal y como se ha publicado en todos los medios. Afirmar esa falsedad, es una forma más de la corrupción que ofreció acabar el presidente de la Republica, Enrique Peña Nieto.
Si tal hecho fuera verdad, las calles de México no estarían invadidas por un millón de ambulantes, no hubieran más de 100 mil menesterosos pidiendo limosna en las calles de la Ciudad de México; no hubiera gente sin habitación y durmiendo en las calles sin techo que la cobije; tampoco hubiera el aumento de niños trabajando desde los cuatro años de edad o embolsando alimentos en los supermercados sino estudiando o haciendo deporte en su tiempo libre.
No, el INEGI, no está diciendo la verdad, hoy somos más pobres que ayer; el ingreso per capita lo dice todo.
¿Para qué mentir si la verdad se ve y se vive a diario? El raspón que se ha dado el INEGI no se quita con una pomada, se quita con la verdad.
Twitter: @luis_murat
Facebook: https://www.facebook.com/luisoctaviomurat
Blog: https://luisoctaviomurat.wordpress.com