El auditorio Guelaguetza enmudeció, bostezó, se apagó. Los sones y jarabes de las regiones del estado no fueron suficientes para animar a los pocos turistas y oaxaqueños que se concentraron en la Rotonda de las Azucenas para ser testigos del fracaso de la administración de la “Paz y Progreso”.
El clima fue el preludio. Las nubes se cerraron minutos antes de que el gobernador Gabino Cué diera inicio con estas fiestas que en años anteriores eran abarrotadas por miles de visitantes y locales así como invitados especiales de las autoridades.
Hoy, al auditorio no llegaron los artistas y funcionarios federales para acaparar la atención; los “amigos” de Cué Monteagudo lo dejaron solo, no pudo presumir su trabajo y esfuerzo para la realización de este magno evento.
La música de viento abrió el ritual. Una a una las mujeres de las ocho regiones aparecieron en el escenario. Después, la Diosa Centéotl se hizo presente. Con el cetro en su mano la mujer lanzó su mensaje: “Que viva esta fiesta hermosa, que viva porque así quiere. Que la alegría siempre reine porque aquí Dios Nunca Muere”.
Los aplausos eran apagados, agonizaban en medio de la incertidumbre por el conflicto magisterial. Un conflicto que llegó a ensombrecer la máxima fiesta de los oaxaqueños y oaxaqueñas. Los problemas rebasaron al auditorio Guelaguetza y se postraron en las escalinatas del Cerro del Fortín, en donde los puestos que antes eran asediados por los transeúntes, en esta ocasión lucían vacíos.
La Rotonda de las Azucenas no vibró. La picardía de los costeños lograba a ratos arrancar los aplausos y la admiración por sus versos, pero la alegría se apagaba.
El esplendor del recinto tampoco lució. Se extrañó el azul que tiñe el cielo del lugar donde Dios Nunca Muere. La imponente belleza de las tuxtepecanas se hizo presente con su Flor de piña que animó e hizo gritar al auditorio Guelaguetza, pero que enmudeció de inmediato al término de este número.
Atraídos por las mujeres del Istmo de Tehuantepec, quienes lucían soberbias sus trajes de flores multicolores, el público despertó, se animó. Enseguida llegó la región Mixe, quienes se apoderaron del escenario. Mujeres sumisas y hombres con rostros duros demostraban porque son “los jamás conquistados”.
Sus pies quedaban sostenidos casi en el aire. Con su penacho en la cabeza los hombres de la danza de la pluma hacían uso de sus agilidades. De nuevo arrancaron aplausos. La ola humana pretendía generar el ánimo pero no lo logró.
La nostalgia invadió el recinto. De derecha a izquierda los sombreros eran ondeados al ritmo de la canción Mixteca, de José López Alavés. Fue entonces que Oaxaca lloró, sufrió y recordó.
Afuera los boletos seguían en preventa, adentro los lugares estaban vacíos en los primeros y últimos palcos, lugar donde comerciantes llegaron a protestar por la situación que vive Oaxaca. La manifestación fue retirada de inmediato para evitar que se reforzará la idea que en el estado no hay “paz” ni “progreso”.
Fueron pocas las delegaciones que hicieron aplaudir al auditorio. Las fiestas no tenían olor ni sabor pero si temor e incertidumbre por los más de 70 días de conflicto magisterial.
Las escaleras del Fortín ya no estuvieron abarrotadas por turistas y locales. Las risas, los recuerdos y las prisas por ganar un lugar en el auditorio simplemente desaparecieron.
Carina García
Vía @Viral_Noticias