Aunque con el debate de los intelectuales y la política va a ocurrir con lo que otros temas que llegan, estallan en escándalo y se van sin resolver conflictos, se trata de uno de los asuntos de cultura política prioritaria de la sociedad.
Los intelectuales legitimaron al régimen priísta hasta 1958, luego pasaron a una crítica al sistema hasta 1968, llegó Echeverría y los regresó al redil y dejaron de ser útiles desde 1978.
A la fecha siguen existiendo tres modelos intelectuales en sus relaciones con el poder/política/Estado/PRI: el sistémico de Fernando Benítez, Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis y Héctor Aguilar Camín de formar parte del aparato ideológico del régimen; el autónomo de Octavio Paz, Gabriel Zaid y Enrique Krauze, cuyas coordenadas se pueden localizar dentro del régimen pero con autonomía crítica severa, sin depender de los recursos públicos y en la línea de defensa de la libertad ante el Estado; y el disidente de José Revueltas, quizá el único con talla creativa y voz tronante, desde la perspectiva marxista.
Los posicionamientos se presentan en sus principales textos: los primeros, los sistémicos, se asentaron en el enfoque del nacionalismo revolucionario o “izquierda priísta”, cualquier cosa que esto pudiera ser, abrevado en el cada vez ojo de agua seco del cardenismo al que Revueltas calificó como “iglesia sin papa”. Se autodenominaron “progresistas” como coartada, defendiendo las posiciones populistas del régimen tricolor. Colaboran con Echeverría y con Carlos Salinas de Gortari para darle base cultural a los proyectos presidencialistas, el populista progresista y el populista neoliberal.
Los segundos, los autonomistas, definieron sus posiciones primero respecto al comunismo represor ruso-chino-coreano-cubano y en lo interno han defendido la democracia liberal basada en la libertad de optar y contra el autoritarismosistémico del Estado priísta. En 1985 Paz y Zaid, en la revista Vuelta, prefiguraron el fin del PRI y fueron atacados por los fascios priístas y comunistas. Nunca dependieron de recursos públicos y fueron cuestionados por recibir publicidad y apoyos privados abiertos.
De los terceros sólo destacó la figura de Revueltas, aunque su objetivo crítico primario fue la estructura comunista partidaria en México. Su ensayo México: una democracia bárbarade 1958 fue el primer ensayo del sistema priísta desde el marxismo. Su tesis principal fue que el enfoque nacionalista revolucionario del PRI se metió como virus en el cuerpo orgánico de la izquierda marxista y lo infectó. Y la historia le dio la razón: en 1989 el Partido Comunista Mexicano, como PSUM-PMS, le cedió su registro legal como partido marxista a los priístas cardenistas de la Corriente Democrática del PRI y su mutación hasta Morena, desapareciendo el pensamiento crítico marxista. Eso sí, Revueltas murió comunista.
Los tres grupos siguen vigentes: los sistémicos se reaglutinaron en Nexos y siguen a la espera del regreso del PRI al poder para recuperar su esencia; los autonomistas perdieron Plural y Vuelta, tienen Letras Libres, padecen del fanatismo populista excluyente, su mercado de lectores se ha reducido por la falta de interés ideológico de los jóvenes y han reinsertado el interés por los textos de análisis político de Octavio Paz; y Revueltas parece haber sido olvidado por sus camaradas, pero a veces se aparece como el fantasma marxista que recorre las conciencias para sacudirlas de su modorra y para decirles en sus peores pesadillas que hace falta un partido socialista, ideológico, dialectico, histórico, y no las caricaturas que andan buscando una izquierda liberal inexistente.
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