A finales del siglo XVIII Thomas Malthus daba a conocer en su obra An Essay on the Principle of Population (Ensayo sobre el Principio de la Población) los riesgos a los que se enfrentaba una población cuyos individuos creciesen a mayor ritmo que su producción de alimentos. Llegó a la conclusión de que año a año, mientras los alimentos para la subsistencia crecían de manera lineal en el mejor de los casos, la población lo hacía exponencialmente, o lo que es lo mismo: una sociedad que genera mayor número de individuos que de alimentos para el abastecimiento condena a las generaciones futuras a un proceso de ajuste demográfico mediante hambrunas, pobreza y muerte.
El fenómeno, conocido como crisis o catástrofe malthusiana, ha sido uno de los leitmotivs que han impulsado al afamado cofundador de Google Sergei Brin a invertir cerca de 250.000 euros en el desarrollo de carne “más eficiente”.
Un grupo de científicos de la Universidad de Maastricht, coordinados por el profesor Mark Post, presentó ayer en Londres la primera hamburguesa creada de manera artificial. El equipo del profesor comenzó su andadura en el proyecto con la extracción en su laboratorio de células madre de tejido vacuno, de las que a los tres meses habían logrado generar 20.000 fibras musculares de carne. Cada diminuta fibra fue conservada individualmente, y cuando las condiciones de las mismas lo permitieron, fueron amasadas todas juntas en forma de hamburguesa.
La iniciativa que Brin ha financiado tiene como propósito el demostrar que la idea de generar carne comestible en un laboratorio no es el argumento de una película de ciencia ficción, sino una posible solución al impacto nocivo que tiene sobre el medio ambiente la producción de carne.
Las previsiones de población para 2060 colocan en 9.500 millones el número de habitantes en el planeta, y en las zonas de mayor crecimiento, como China o la India, se prevé que el mercado de la carne se duplique a mediados de siglo. De cumplirse dichas predicciones, el impacto medioambiental de la producción de carne podría aparejarse con el de todos los coches, aviones y camiones del mundo juntos.
En declaraciones a The Guardian, Post afirmó que “las vacas son muy ineficientes, requieren 100 gramos de proteína vegetal para producir únicamente 15 gramos de proteína animal comestible. Post asegura que gastamos muchos recursos para poder alimentar a las vacas que luego nos comeremos, “perdemos un montón de comida en ese sentido”. Confía en la eficiencia de su carne ya que todas las variables están sometidas a control en el laboratorio y no se generará metano (gas nocivo para la atmósfera) en el proceso.
Un plan a largo plazo
El proyecto se encuentra aún en una fase inicial, y aunque Post es bastante ambicioso al respecto, sabe que todavía queda un largo camino para la hipotética venta de su carne a gran escala.
La hamburguesa presentada ayer, que se compone únicamente de proteína, es bastante sosa y con toques blanquecinos, a lo que el investigador responde que planean introducir grasa en un futuro para hacerla más apetecible. En esta línea, Post nos sitúa en un escenario dentro de 20 años donde al ir al supermercado nos encontremos con “dos productos idénticos en sabor y textura, con la diferencia de que uno no es nocivo para el medio ambiente”, lo que hará cambiar los gustos del consumidor y transformar la producción de carne.
David Steele, biólogo molecular y presidente de la ONG Earthsave Canada, cuenta a la BBC que hay métodos más sencillos y baratos para reducir la producción de carne, y muestra su preocupación “respecto a los altos niveles de antibióticos y químicos antimoho que necesitará la carne sintética para evitar su putrefacción”.
Actualmente, el 30% de la superficie útil del planeta está cubierta por tierras de pastoreo para los animales, frente al 4% de la superficie utilizada directamente para alimentar a los seres humanos. La biomasa total del ganado es casi el doble que la de los habitantes del planeta y representa el 5% de las emisiones de dióxido de carbono y el 40% de las emisiones de metano.
Agencias