Género y embarazo entre adolescentes II: Gabriela Rodríguez

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Gabriela Rodríguez

2. Embarazo no deseado

Uno puede preguntarse ¿por qué habiendo anticonceptivos ocurren tantos embarazos no deseados?. Para responder a esta cuestión hay que saber que existen múltiples barreras culturales y socio-económicas que explican la imposibilidad de evitar todos los embarazos.

 

Muchas personas no saben de la existencia de anticonceptivos o tienen miedo sobre sus consecuencias. Algunas mujeres se embarazan porque tienen dudas sobre su fertilidad y una vez embarazadas se dan cuenta que no querían ser madres. Otra de las causas más frecuentes es por un uso inadecuado o inconsistente del método anticonceptivo, o bien por recurrir a los de menos efectividad, como el ritmo o el retiro. Pero también están los casos de fallas del anticonceptivo que se estaba utilizando, pues no existe ningún método 100 por ciento seguro, así que cualquiera puede caer en el margen de error o no haber entendido la forma correcta de utilizarlo. Y finalmente, una violación es otra de las causas del embarazo no deseado, las formas de violación son muy diversas y pueden ocurrir con extraños o aún entre familiares, incluyendo el contexto matrimonial y de noviazgo, como es el caso de relaciones forzadas por el marido o el novio que impone su voluntad a la pareja.

Diversos factores contribuyen a que las parejas no usen métodos anticonceptivos eficaces. La preeminencia de métodos femeninos hace que la responsabilidad recaiga principalmente en las mujeres.

Entre las jóvenes de las áreas rurales viven demasiado lejos de las clínicas o centros de salud y otras no saben dónde pueden conseguirlos o no pueden pagarlos, y también hay algunas cuyos novios o maridos se los prohiben. También existen creencias erróneas que obstaculizan su acceso, es común el miedo a los efectos secundarios a los métodos modernos, y el desconocimiento sobre la forma correcta y efectiva de utilizarlos. Las regulaciones religiosas también son barreras para algunas mujeres, sobretodo para las que tienen menos estudios. Las que tienen acceso a niveles educativos superiores o tienen la oportunidad de ejercer un trabajo extradoméstico no se ajustan a las normas religiosas que prohiben los anticonceptivos, aunque se identifiquen con el catolicismo. En el uso de anticonceptivos entre adolescentes y jóvenes se agregan otras barreras. En los centros de salud y entre el personal del sector no hay una cultura de comprensión sobre los procesos psico-sociales que atraviesan adolescentes y jóvenes, además hay una negación de las prácticas sexuales que realizan, particularmente los solteros y solteras. En los servicios de salud reproductiva prevalecen prejuicios y discriminación hacia quienes tienen relaciones sexuales y no hay capacitación específica sobre los métodos preventivos más adecuados para ellos y ellas.

Todas estas circunstancias se traducen en falta de servicios de salud reproductiva amigables para la juventud y, a menos que estén unidos o casados, ni los solteros ni las solteras recurren a solicitarlos. En parejas solteras se ha observado que un buen número comienza utilizando el condón, a medida que se fortifica el vínculo hay un abandono paulatino de este método a favor del coito interrumpido y el ritmo, pero con el tiempo la pareja disminuye los cuidados anticonceptivos y se embaraza. Pero afortunadamente en las últimas décadas se ha incrementado moderadamente en México el uso de anticonceptivos modernos principalmente por la educación sexual escolar y las campañas de salud gubernamentales y no gubernamentales, así como por los medios electrónicos de comunicación. Ha habido un aumento sorprendente en el uso del condón entre jóvenes que se atribuye a las campañas de prevención del VIH/SIDA. Definitivamente, las generaciones que supieron de la existencia del SIDA y del condón desde los primeros años de vida, es decir las personas que nacieron al principio de los ochentas, son quienes ahora recurren al condón al tener relaciones. Sin embargo no todos los usan, ni los que sí, lo usan tan consistentemente como se requiere.

El decremento de embarazos no deseados y la moderación de la epidemia del VIH/SIDA son evidencia de los avances logrados y de las dificultades implicadas en la prevención. Hoy una de cada 14 mujeres son madres antes de los 19 años, mientras que hace treinta años, una de cada ocho lo era.

Proporcionalmente la disminución es de casi la mitad, sin embargo ocurren todavía más de 300,000 embarazos en este grupo de edad. En cuanto al VIH/SIDA la tasa acelerada de crecimiento que mostraban las áreas urbanas se ha transformado en una tasa moderada, pero el rezago es preocupante, se han registrado más de 60,000 casos cuya mayoría de víctimas son jóvenes.

Efectos del embarazo no deseado

Frente al embarazo no deseado existen diferentes percepciones y experiencias entre las mujeres y los hombres. Cuando se da por abuso sexual o por violación el embarazo se acompaña de crisis depresivas que dificultan la toma de decisiones y exigen servicios de apoyo psicológico profesional. En los casos que hubo consentimiento sexual hay mejores condiciones para tomar decisiones bien informadas.

Ante un embarazo no deseado existen tres opciones: continuar el embarazo y dar a luz al hijo o hija, continuar el embarazo y dar al hijo en adopción, o también recurrir a un aborto para interrumpir el embarazo.

En América Latina una tercera parte de los embarazos no deseados termina en hijos no deseados y una tercera parte en abortos inducidos. En México la respuesta más frecuente de las mujeres y de las parejas frente a un embarazo no deseado es continuarlo y quedarse con la criatura, cerca de una quinta parte termina en aborto. Un porcentaje muy bajo da en adopción al hijo o hija nacida.

RESOLUCION DE LOS EMBARAZOS EN MEXICO

 Nacimiento deseado 60%
 Nacimiento no deseado 23%
 Aborto inducido 17%

 

FUENTE: GIRE/IMSS, Miradas sobre el aborto, México, 2002.

Hay evidencia de que en muchos casos el embarazo es resultado de un conjunto de problemas que incluyen el fracaso escolar y la mala relación con los padres, los cuales precipitan cambios inesperados en el ciclo de vida. Además de trastornos en la vida de la madre y del padre joven que son muy trascendentes, tales como la necesidad de trabajar o de aumentar los ingresos, cambios de domicilio y renuncia a viajes y actividades recreativas, se requieren cuidados especiales antes, durante y después del parto. En el caso de optar por el aborto es necesario contar con información y recursos para recibir una atención segura. En algunos casos, el novio presiona a su pareja para que aborte o bien para que tenga a la criatura, otros apoyan la decisión de la mujer. En otras ocasiones, sobre todo cuando los padres son solteros ocurren abandonos a la amiga o novia embarazada y hay casos que mantienen poco o nulo contacto posterior con el hijo o hija. También hay muchos casos de papás jóvenes que acompañan a la compañera durante el parto y durante los primeros años de desarrollo del hijo.

Las mujeres experimentan mayores presiones ante un embarazo no deseado porque habitualmente son ellas las que asumen la responsabilidad de prevenir el embarazo, y porque es en su cuerpo donde se desarrolla el embarazo o el aborto. Es frecuente vivir sentimientos ambivalentes ante un embarazo no deseado ya que la maternidad es tan valorada en nuestra cultura que se puede vivir como una carga no prevista y como una afirmación de la feminidad, al mismo tiempo. Existen medios sociales donde las jóvenes son mejor tratadas y adquieren prestigio por el sólo hecho de embarazarse y convertirse en madres, lo cual confunde a quien no se siente preparada para asumir tal responsabilidad. Se trata de una enorme carga económica que se convierte en un mecanismo de reproducción de la pobreza, es decir que en vez de impulsar la economía doméstica, aumenta la probabilidad de seguir siendo pobre. En algunas ocasiones las madres jóvenes recurren al trabajo sexual para mantener a sus hijos.

Hoy las jóvenes corren un riesgo de embarazo durante más años por dos razones: los años fértiles de la mujer han ido aumentando debido a que la edad de la primera menstruación (también llamada menarca) está bajando y además, la edad del matrimonio está aumentando. Hay también riesgos médicos en el embarazo no deseado, particularmente en las mujeres menores de 16 años: es frecuente el parto prematuro, el aborto involuntario y, en los casos más graves es causa de muerte de la madre o del recién nacido. Entre las mujeres indígenas el riesgo de muerte materna (muerte por embarazo, parto o aborto) es tres veces mayor que en el resto. Las adolescentes son otro grupo de riesgo, el embarazo prematuro está entre las principales causas de muerte entre jóvenes de 15 a 19 años. La mayoría muere por hipertensión y hemorragias, el 8.4 por ciento muere por aborto inducido. Después de los 16 años de edad los riesgos no son tanto médicos, sino de orden psicológico y socio-económico. Los estudios clínicos han encontrado que cuando se embarazan las muy jovencitas recurren menos a consulta prenatal y hacen intentos inseguros de abortar, aunque este último recurso ha disminuido de manera inversamente proporcional al aumento del uso de métodos anticonceptivos.

Dar en adopción es una alternativa real, aunque muy poco frecuente, para las personas que no se atreven a decirse por un aborto. Es una decisión legítima y comprensible aunque hay que considerar la complejidad emocional de vivir en carne propia todo un procesos de gestación durante nueve meses, dar a luz para luego desprenderse de un bebé, implica una enorme carga de pena y dolor tanto para la madre como para el nuevo ser. Para algunas es más doloroso que abortar porque puede llegar a ser traumático separarse de una persona ya formada, que creció en su vientre y a la que no verán nunca más.