HOUSTON, Texas.- Los hechos políticos determinantes tienen sus secretos: el reciente asesinato del general Qasem Soleimani, comandante de la Fuerza Quds de los Guardianes de la Revolución de Irán, refiere el 9/11 del 2001, cuando el jefe terrorista Osama bin Laden encabezó los ataques contra las Torres Gemelas en Nueva York.
El dato mayor se localiza en la estrategia de prevención ofensiva de la estrategia de seguridad nacional de los EE. UU., puesta en práctica después del 9/11: adelantarse a posibles ataques. Por tanto, para entender las razones del ataque contra Soleimani habrá que revisar el 9/11. Y la historia la narra el periodista Tim Weiner, del The New York Times, en su libro Legado de cenizas. La historia de la CIA.
En diciembre de 1996 tomó posesión de la CIA de Clinton el especialista George Tenet y en 1997 abrió el expediente de advertencia de que la principal amenaza terrorista contra los EE. UU. se llamaba Osama bin Laden. De 1996 a agosto de 2001, Tenet fue consistente en reiterar esa amenaza y conseguir que el presidente Clinton, a partir de 1998, autorizara el asesinato de Osama bajo el criterio de seguridad estratégica conocido como autodefensa nacional.
A lo largo de casi cuatro años, la CIA de Tenet –mantenido en el cargo por el presidente republicano George W. Bush– persiguió a Osama para matarlo de manera extrajudicial. Los análisis de inteligencia de la CIA preveían una fase dos del ataque a Pearl Harbor que logró la participación de los EE. UU en la Segunda Guerra Mundial: bombardear posesiones estadunidense, sólo que ahora Tenet estaba obsesionado con que Osama quería atacar a los EE. UU. en el propio territorio estadunidense. En cuando menos tres ocasiones antes del año de 2001 buques estadunidenses lanzaron misiles sobre presuntos refugios de Osama, pero sin tener resultados.
En campaña y luego como electo, Bush tuvo información de la CIA sobre Osama, pero sin tener claro de que fuera una amenaza real, cuando menos en la información de la CIA. Si había habido una declaración de guerra santa —yihad— de Osama contra los EE. UU., pero los atentados fueron contra embajadas en Africa en 1998.
Un hecho pareció ser un mensaje, aunque no fue leído así: en octubre del 2000, tres semanas antes de las elecciones, una lancha con tripulantes fue usada como misil contra el buque de guerra Cole y mató a 17 marinos estadunidenses. En este sentido, los terroristas usaban armas no sofisticadas con alta capacidad de daño. En los ataques del 9/11 no se usaron armas, sino aviones comerciales cargados con gasolina y el daño fue peor.
En el gobierno de Bush, el director de la CIA Tenet siempre insistió en que el principal enemigo era Osama y fue apoyado por Richard Clarke, el veterano jefe antiterrorista de la Casa Blanca. Inclusive, en una conversación semanas antes de los ataques, un comité de seguridad nacional conminó a la asesora de seguridad nacional Condoleezza Rice que “visualizara” cadáveres de estadunidenses en los EE. UU. por algún ataque terrorista de Osama. Pero la Casa Blanca exigía pruebas más contundentes. Clark replicaba: “cuando los ataques ocurran, que ocurrirán…”
El 1 de agosto de 2001 el Comité de Adjudicaciones de la Casa Blanca firmó un documento para legalizar el asesinato de Osama como medida preventiva de seguridad nacional y a usar el avión Predator (Depredador, en español), pero en la Oficina Oval seguían las dudas. Bush llegó a preguntar: “¿podría producirse un ataque contra los EE. UU. dentro de los EE UU.?
El 6 de agosto la CIA entregó un reporte al presidente Bush señalando que podíaproducirse un ataque contra los EE. UU. dentro de los EE. UU. Otro reporte después del 4 de septiembre señalaba que los EE. UU. estaban “a la espera de un gran ataque de Osama” y el Comité de Directores de la Casa Blanca aprobó la advertencia sobre ese ataque. Lo malo, sin embargo, era que la CIA carecía de información fresca sobre las intenciones de Obama, las fuentes en Afganistán no garantizaban inteligencia sólida. Permanecía la aprobación del asesinato de Osama y habría fondos especiales, pero la CIA ignoraba donde se encontraba. Por ello pedían mayor firmeza de seguridad dentro de los EE. UU.
El 11 de septiembre ocurrieron los ataques. Bush probó después operativos basados en inteligencia falsa, pero Obama se esfumó. A partir del 2002 Bush enfocó sus baterías contra Irak y la CIA y otras agendas aumentaron persecución de Osama para obligarlo a esconderse. Finalmente, en mayo del 2011 fue localizado y asesinado, ya bajo la presidencia de Barack Obama.
El gran legado de Osama fue el principio de autodefensa nacional o atacar antes de ser atacados, criterio que se aplicó con el general iraní Soleimani.
Política para dummies: La política es la repetición de los aciertos, no de los errores.