Dime de qué presumes y te diré qué te falta. Eso no falla aquí ni en ninguna parte del mundo.
México presume de la multitud de héroes y actos heroicos que han formado nuestra nación. Son tantos los personajes que tenemos, que muchos extranjeros que conocen nuestra historia oficial, se quedan asombrados por el número de ellos. Pero entonces ¿por qué sigue México tan atrasado si la cultura es la palanca para el desarrollo? Y se llega a la inevitable conclusión: o nuestros colosos son puros cuentos, o los pies de barro les llegan hasta el pescuezo.
Hay varios tipos de idolatría: la idolatría religiosa, que invariablemente la cultiva la Iglesia católica. La idolatría patriotera, que nos inculcan los gobiernos. Y la idolatría deportiva, que ahora nos dirige principalmente la televisión. Las tres son igualmente perjudiciales. Las tres, por parejo, distorsionan nuestra percepción de la realidad.
La histeria religiosa inició cuando nos hicieron creer que dependíamos de una virgen, la de Guadalupe. Después de esta idea, uno de los papas, dijo que el pueblo de México era bueno, sobre todo, para gritar. No cabe duda que el pueblo de México es más católico que Cristiano, y más santero que católico.
El fanatismo deportivo se ha vuelto crónico y morboso. Más mexicanos conocen por nombre y medidas, a cualquier futbolista de la selección mexicana, que a nuestros gobernantes. Muchos dirán que a ellos no les importa la política, pero es más importante la política y los políticos, que el negocio de las patadas. A veces quiero pensar que la gente no interesada en la política es porque ya no quiere ver el problema, aunque sabe que existe. Es como las cucarachas, prefieren pensar que no las tienen en su casa, a combatirlas. Ese es el motivo por el que prefiere hacerle fiestas a los deportistas que a los que manejan nuestro futuro: los políticos.
Un ejemplo de lo que ha pasado en Oaxaca: se le ha hecho más fiesta a los niños Triquis, que a los hombres que han cambiado nuestra entidad para bien o para mal. Y vaya que hemos tenido y tenemos personajes políticos oaxaqueños que han trastocado también la vida nacional.
Y con el cuento del fútbol, el fanatismo y la idolatría se han potenciado. En muchos canales de televisión se transmite lo mismo, lo único que cambia son las voces de los cronistas. Desde luego que lo que no podía faltar por parte de los espectadores fanáticos, era esperar el día de ayer domingo, con ansias locas, para poner a los jugadores mexicanos en un ascensor y llevarlos al paraíso. Afortunada o desafortunadamente no fue así.
Estos festejos excesivos perjudican al público porque embotan su sentido crítico, a la vez que fomentan su idolatría. Con esto podemos llegar a la conclusión de que a México le sobran héroes y le faltan políticos calificados. En nuestro país se ensalza y se enaltece el heroísmo ocasional en perjuicio de la disciplina y la constancia.
No cabe duda que México tiene un público de plastilina que acepta los héroes o los valores que le impone la televisión.
Y ya que pasó todo el alboroto del juego de las patadas para México, me pregunto, ¿dónde estuvo la aguerrida y famosa Sección XXII? ¿Dónde estuvo todos estos días de futbol?, ¿dónde se metió la que con violencia ha cerrado los negocios que huelen a trasnacionales y no permite que la gente se acerque a ellas?
¿Por qué no salieron a gritar o por qué no fueron a bloquear los edificios de las televisoras para que no contaminaran los cerebros de los mexicanos?
La verdad es que las televisoras saben ponerles a los maestros su amansa locos con el juego de las patadas. En otras palabras, pues, las televisoras los hace como sus calzones porque saben que son gente sin convicción, sin raíces firmes ni profundas. Pero son tan frescos que mañana, van a volver a salir a luchar por lo que ni saben.
Fútbol e idolatría mexicana: Horacio Corro Espinosa
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