Francis Pisani es uno de los más prestigiosos expertos en el análisis de las nuevas tecnologías y su impacto en la sociedad. La semana pasada fue el encargado de abrir los debates sobre participación democrática a través de las redes sociales en la asamblea delObservatorio Internacional de la Democracia Participativa, celebrada en Lleida. Pisani se muestra escéptico ante el papel jugado por la red en los cambios políticos experimentados en el mundo árabe y aconseja acercarse a estos fenómenos comunicativos “entendiendo sus virtudes y sus límites”.
¿Podemos sacar ya algunas conclusiones sobre el papel de las redes sociales en los últimos acontecimientos del norte de África?
Sin duda han tenido un papel importante. Hay tres factores que explican lo ocurrido: el polvorín, la mecha y la chispa. El polvorín es la situación social, la mecha son, en este caso, las redes sociales y la chispa, la muerte del joven tunecino en diciembre. La conjunción de estos tres elementos hizo estallar el polvorín, pero aún debemos analizar más cosas como qué elementos sociales intervinieron y el grado de penetración de estas redes en la población. Soy escéptico, porque las revoluciones se han ido sucediendo a lo largo de la historia y se llevaron a cabo sin Twitter ni Facebook.
Pero esta vez su aportación ha sido decisiva.
El punto fundamental es que se ha demostrado que las redes sociales pueden contribuir a la rebeldía, que pueden acelerarla y provocar un mayor impacto informativo, pero no se ha demostrado que sirvan para tomar el poder.
Pero ¿pueden cambiar el poder?
Si tomamos el caso de Egipto, vemos que los militares recelaban de Mubarak porque quería imponer como sucesor a su hijo, que no es militar, y así se marcaba el fin del régimen militar. Esto coincide con un descontento social contraMubarak, alentada por las redes, que hacen que se conozca el descontento. Sin embargo, quien sacó a Mubarak del poder fueron los militares que han liderado la transición con promesas de reforma, así que el poder sigue estando en las mismas manos. Y en Túnez tampoco ha cambiado el poder de manos.
Entonces sólo han movilizado a los descontentos.
Hablar de estas revueltas como revolución Twitter es exagerado. Sirven como herramientas para las revoluciones del mismo modo que en otro tiempo se utilizaban los fusiles o la televisión. Creo que Al Yazira ha jugado un papel más trascendental y que ha surgido un modelo mixto de usos de los medios de comunicación. Si queremos usar bien las redes sociales, tenemos que entender a la vez sus virtudes y sus límites.
Los mensajes por la red 2.0 serían en este contexto de revuelta popular como un gran dazibao electrónico.
Meparece acertada la comparación, pero teniendo en cuenta que el dazibao de hoy puede verlo más gente y a mayor distancia. En todas las revoluciones o procesos políticos intervienen las tecnologías. Con Gorbachov, tuvo una gran importancia el fax. O en los golpes de estado del siglo pasado, lo primero que hacían los golpistas era tomar la tele. Hoy sería imposible tomar todas las televisiones y cerrar las miles de webs que hay.
Sin embargo, igual que los rebeldes usan las redes para la libertad, los regímenes pueden usarlo para reprimir.
Sin ninguna duda. China e Irán han demostrado que pueden controlar la red y en Egipto, Facebook ha servido para localizar, detener y controlar a los activistas más molestos. Es una realidad que no podemos olvidar. Hay que ver los dos elementos de la situación.
Usted se ha referido últimamente a Twitter como la nueva cultura haiku.
El mejor concentrado de calidad y de brevedad es el haiku. Los mensajes tienen poder narrativo, transmiten emociones.
Además de emocionar, los mensajes te pueden poner en ridículo.
O difundir cosas que no son ciertas. Aunque la red de usuarios se preocupa por desmentir o corregir cuando las informaciones no responden a la verdad. Aún hay mucho por descubrir, hay problemas de penetración, de comprensión y también hay nuevos usos que no han sido descubiertos por los creadores de Twitter sino por los usuarios, como la almohadilla. Hay que acercarse a estos fenómenos con ánimo participativo, no dejarse arrastrar por la fascinación que nos producen y saber entenderlos, con sus capacidades y limitaciones. Escribo sobre tecnologías desde 1994.Empecé afirmando que el impacto social existe. Luego decía que era un impacto positivo, pero hoy digo ¡ojo!
Vanguardia