Quinta economía mundial, pilar de la Unión Europea y sobre todo origen de los principios democráticos, civilizatorios y de igualdad universal que hoy rigen a buena parte del mundo, la República Francesa es un país cuya relación debe cultivar y fomentar México. La visita del presidente Enrique Peña Nieto, mucho más que un acto de cortesía recíproca es un evento de la mayor relevancia para el posicionamiento internacional de México, en este nuevo paradigma de política exterior activa impulsado por esta administración federal.
Las reuniones encabezadas por el Jefe de Estado mexicano y su homólogo Francois Hollande, de hoy lunes 13 al jueves 16 de julio, tienen como finalidad ampliar y consolidar las relaciones diplomáticas, políticas y comerciales entre dos naciones con innegables desencuentros en el pasado pero hoy identificadas por los valores de la tolerancia, la legalidad y la defensa de los derechos humanos.
La última vez que un jefe de Estado mexicano visitó Francia fue en 1997, a mediados de la administración del presidente Ernesto Zedillo, lo que patentiza la oscura y pasiva política exterior de los dos gobiernos panistas, agotado el primero en la tentativa frustrada de ampliar el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, con un capítulo migratorio, y paralizado el segundo, en su relación con Francia, con un errático manejo procesal del caso de la ciudadana francesa Florence Cassez.
La relación entre México y Francia, en una etapa de apertura y colaboración coincidente con el regreso del PRI al gobierno federal, se evidenció con la visita que realizó el presidente francés Francois Hollande a México en abril de 2014, durante la cual se firmaron 42 acuerdos económicos, académicos, de cooperación científica e inversión en distintos campos de la economía.
Como diputado federal ha sido muy grato y honroso coadyuvar en esta nueva etapa, de relación abierta y constructiva, con Francia y en general con la Unión Europea. Tuve la oportunidad de participar, apenas el 20 de febrero del presente año en la Ciudad de México, en la XVIII Reunión de la Comisión Interparlamentaria Mixta México-Unión Europea, en donde se debatió sobre los derechos humanos en el mundo y el reto que representaba para México los acontecimientos de Ayotzinapa, sin dejar de mencionar los esfuerzos del Estado mexicano para administrar justicia en el caso.
Participé también en la XVII Reunión de la Comisión Interparlamentaria, celebrada en Estrasburgo, Francia, del 16 al 17 de abril del 2014, donde mi postura fue a favor de posicionar a México y a Oaxaca en el mundo, sobre todo promover mayores flujos de inversión productiva y de intercambio comercial, en los foros de debate con legisladores, académicos y representantes de la sociedad civil.
La relación con Francia no puede ser periférica, sino medular y prioritaria en el esquema global de apertura de México a todos los puntos cardinales, para que nuestro país recupere el papel protagónico como líder de América Latina y como una voz calificada en la comunidad internacional como defensora de los valores democráticos y la soberanía de los pueblos.
Francia es no sólo una las cinco principales economías del mundo, por su PIB y la diversificación de su economía, sino es un referente indispensable de la cultura occidental y universal.
Miembro del Grupo de los 8 y de la Eurozona, ahí tienen sus oficinas centrales muchas de las más importantes multinacionales, empresas líderes en diversos segmentos de la industria y los servicios, además de que es desde hace décadas el primer destino turístico mundial, con 80 millones de visitantes extranjeros al año.
Francia es también un país con una profunda tradición histórica, desde el siglo de las luces hasta el empoderamiento ciudadano frente a las monarquías absolutas; el país donde, con ese bagaje cultural e intelectual, se redactó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, el principal producto de la Revolución Francesa que después inspiró a las constituciones liberales del mundo entero. Esa filosofía vanguardista, por ejemplo, nutrió el capítulo de garantías individuales de la Constitución liberal de 1857 y más tarde la Constitución Política de 1917.
Francia es miembro fundador de la Organización de las Naciones Unidas, ONU, y uno de los cinco miembros permanentes de su Consejo de Seguridad. Francia alberga las sedes del Consejo de Europa y del Parlamento Europeo, ambas instituciones internacionales en Estrasburgo; También alberga a las sedes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo, OCDE, y de la UNESCO, en su capital, París. Es también una de las ocho potencias nucleares reconocidas y miembro destacado de la Organización del Norte del Atlántico, OTAN, organización que por décadas fue el contrapeso militar del Pacto de Varsovia, que agrupaba a los países socialistas, con la unión Soviética como eje.
Hoy la visita del presidente Enrique Peña Nieto a Francia representa la oportunidad de aprovechar ese enorme mercado, puerta de entrada a la Unión Europea, para promover mayor inversión productiva, mejores empleos, alianzas productivas y académicas en beneficio del país y de los mexicanos, pues se firmarán 60 acuerdos bilaterales en materia económica, de inversión, salud, educación, turismo, energía y seguridad.
Francia es hoy uno de los principales socios de México en la Unión Europea, pero la relación comercial y política puede dar mucho más: en 2014 por lo pronto los intercambios bilaterales registraron un aumento del 8.9 por ciento con respecto al año anterior, para llegar a los 4 mil 400 millones de dólares.
Francia es actualmente el inversionista número 17 en México a nivel mundial y el noveno entre los países de la Unión Europea.
En México hay más de 1,600 empresas con capital proveniente de Francia, establecidas principalmente en el Distrito Federal, Nuevo León, Puebla y Querétaro, pero es preciso generar las condiciones para que lleguen a los estados del sureste como Oaxaca.
En suma, la visita del presidente Enrique Peña Nieto a Francia es la oportunidad de abrir nuevos mercados para los productos y los servicios mexicanos, y también el momento de promover la inversión productiva en entidades que requieren la combinación de capitales públicos y privados para impulsar el desarrollo equilibrado que demanda la nación.