Si se revisan con interés los primeros comunicados fundamentales del EZLN del 1 de enero de 1994, el objetivo fundamental del alzamiento guerrillero fue iniciar una revolución armada contra el aparato institucional cívico-militar priista, ir liberando territorios en camino hacia la Ciudad de México, obligar a la renuncia del presidente Carlos Salinas de Gortari e instaurar un régimen socialista.
El sueño neozapatista duró apenas diez días: en el mercado de Ocosingo se topó la guerrilla con muro militar que no pudo franquear y ocurrió la única batalla real y sangrienta entre la guerrilla revolucionaria y el régimen convencional institucional. El Gobierno de Salinas desechó la propuesta de Joseph-Marie Córdoba Montoya de aplastar a sangre y fuego a la guerrilla yo optó por el camino sugerido por el político Manuel Camacho Solís de abrir una mesa negociación que firmara la paz.
A partir de Ocosingo, el subcomandante insurgente Marcos perdió el escenario político de su movimiento: primero, aceptó indirectamente la derrota al iniciar negociaciones de la paz, porque de manera implícita reconoció que sus caminos de guerra eran imposibles de lograr; luego, desinfló su modelo de revolución socialista y se aferró como clavo hirviendo a una agenda indígena chiapaneca que nunca tuvo el apoyo de otras comunidades originarias; y el 23 de marzo interpretó el asesinato de Colosio como el fin del régimen de la Revolución Mexicana priista.
Y el principal error estratégico de Marcos como jefe político-militar de la guerrilla estuvo en el rechazo brutal a cualquier interrelación del movimiento zapatista con la coyuntura político-electoral de 1994, y a pesar de ello trató de construir el liderazgo político del EZLN con la caótica Convención Nacional Democrática de agosto de 1994 –en pleno tiempo electoral– que conjunto a lo más importante de los liderazgos sociales y políticos disidentes que representaban la opción directa de cambio de régimen por la vía electoral, pero negándole a esa convención la posibilidad de convertirse en una cabeza política que fortaleciera a la disidencia electoral de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Porfirio Muñoz ledo y Andrés Manuel López Obrador que buscaban la alternancia electoral en el país.
Una guerrilla que no fue guerrilla y una disidencia que no supo capitalizar a los liderazgos de la convención zapatista facilitaron el discurso electoral priista-salinista de “yo voto por la paz” y el PRI le ganó las elecciones presidenciales a Cárdenas con la candidatura del continuismo neoliberal de Salinas de Gortari en la figura nada menos que de Ernesto Zedillo Ponce de León, el candidato de la derecha económica que encabezaba el superasesor salinista Joseph-Marie Córdoba Montoya.
La victoria opositora del PAN con Vicente Fox y el desmoronamiento del cardenismo perredista abrieron una oportunidad inesperada a Marcos y el EZLN: la aprobación de los acuerdos de San Andrés Larráinzar en el Congreso federal en 2001, pero sin que el liderazgo zapatista entendiera la lógica política de una transición parlamentaria, porque Marcos se empecinó en que se aprobara el concepto de “nación indígena” y el régimen constitucional lo paró en seco en ese punto.
Ahí, en 2001, quedó muy clara la derrota política de Marcos y el EZLN: un movimiento guerrillero que no era guerrilla, una fuerza armada que solo combatió una vez, un grupo político que pudo haber construido una oposición plural pero que se ahogó en la agenda indigenista que contenía modos políticos nada democráticos. Ya sin impulso ni fuerza, Marcos quiso encabezar luchas disidentes de movilizaciones semiurbanas como la de San Salvador Atenco y también fue derrotado.
En enero del año pasado y enero de este año volvieron a reaparecer Marcos y el EZLN, pero ya sin ninguna inserción en el movimiento social-popular que abandonaron Cárdenas y el PRD y que capitalizó el movimiento de masas de López Obrador y Morena para ganar el poder pero no para modificar el proyecto neoliberal de desarrollo sino ahogarse en el modelo del populismo priista de subsidios improductivos del sexenio pasado. La semana anterior, Marcos y el EZLN regresaron al discurso político-ideológico de Durito, el escarabajo semimarxista que inventó Marcos para eludir tesis de fondo en torno a la lucha de clases en México.
El EZLN y Marcos fueron la última oportunidad de la izquierda socialista para sacudir conciencias y promover una reorganización de clases, pero el acto de clausura del EZLN del lunes 6 de enero con pallasos (con ll como y) zapatistas mostraron a los guerrilleros más como personajes del It Stephen King que como proletarios en proceso de reconfiguración.
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