La muerte del poeta cubano Roberto Fernández Retamar el pasado 20 de julio cierra una de las etapas mas nefastas de la política cultural autoritaria y antiintelectual de la revolución cubana de los hermanos Castro. En esa época, desde 1961 en que tomó posesión de la Unión de escritores y Artistas de Cuba y hasta su muerte, fue el comisario cultural de la dictadura.
Retamar, como se abreviaba su referencia, fue uno de los guardianes estalinistas de la creación literaria. Si fue un severo crítico de los escritores extranjeros que apoyaron a Cuba de 1959 a 1971 porque vivían en países imperialistas, el propio Retamar tuvo una residencia en la Universidad de Yale, en el este estadounidense antes de la revolución y de su propia radicalización.
Como comisario político del arte contenidista –importado de la URSS estalinista–, Retamar fue inflexible: riñó con Mario Vargas Llosa porque se negó a donar su premio Rómulo Gallegos en 1967 a su novela La casa verde. Julio Cortázar, en cambio, sí entregó su premio a su novela El libro de Manuel en 1973 a la resistencia chilena, aunque le sirvió de poco porque los Castro y Retamar nunca le perdonaron su firma en los dos desplegados a favor del poeta Heberto Padilla que había sido encarcelado por la dictadura en 1971.
Retamar fue el comisario de la política cultural de Fidel Castro definida el 30 de junio de 1961 durante una reunión de dos días con intelectuales cubanos, a propósito de las protestas por la censura al documental P.M. realizado por el hermano del escritor Guillermo Cabrera Infante, debido a que había escenas de las pachangas cubanas al atardecer. Ahí delineó Fidel su política cultural: “con la revolución, todo; contra la revolución ningún derecho”. Ese posicionamiento fue ignorado por los intelectuales que apoyaban la revolución, de Sartre al boom latinoamericano de Carlos Fuentes, Julio Cortázar y Gabriel García Márquez.
Pero a lo largo de esos diez años hubo tensiones fuertes y debates a fondo. El más importante ocurrió en 1969-1970 a propósito de una entrevista de Vargas Llosa en la revista mexicana Siempre y textos en la revista uruguaya Marcha. El escritor colombiano Oscar Collazos, entonces radical socialista, confrontó a Vargas Llosa y a Cortázar a propósito de la literatura libre y la literatura de contenido revolucionario. Para Collazos, la guía de la literatura deberían ser los discursos de Fidel Castro, lo que sería reforzado el 1975 por el cantante Pablo Milanés con su canción “si el poeta eres tú”, cuyos versos decían que Fidel Castró era el poeta de la revolución:
Qué puedo yo cantarte Comandante
si el poeta eres tú
como dijo el poeta
y el que ha tumbado estrellas
en mil noches de lluvias coloridas eres tú,
qué puedo yo cantarte Comandante.
Collazos le reclamó a Vargas Llosa que dijera que la creación era producto de los demonios del autor y no de la sensibilidad social y descalificó dos grandes novelas complejas: Cambio de piel (1967), de Carlos Fuentes, y 62: modelo para armar (1973), de Cortázar, ambas con muchas claves y sin la sociedad revolucionaria como protagonista, a lo que Cortázar respondió con el mejor argumento: la revolución del lenguaje es la revolución en la literatura.
La crisis en la relación de intelectuales ocurrió por el arresto del poeta Heberto Padilla en 1971 por “actividades contrarrevolucionarias”, quien en 1968 había sido castigado por el régimen cubano por su libro En mi jardín pastan los héroes por sus referencias burlonas a los comandantes de la revolución, En 1971 fue encarcelado y obligado a leer, como en los tiempos de Stalin en la URSS, una auto confesión. Este incidente empujo dos severas cartas de intelectuales de todo el mundo contra Castro, muchos de ellos habían sido amigos de la revolución, incluyendo al Sartre que se deslumbró en 1960 con la revolución cubana. La ruptura aisló a Cuba, a la revolución cubana y a los Castro de la cultura progresista.
Carlos Fuentes decidió no hablar nunca más de Cuba, Vargas Llosa comenzó su viaje a la derecha criticando la dictadura de Cuba, García Márquez se hizo amigo personal de Fidel y ayudó a sacar de Cuba a algunos escritores reprimidos. Sólo Cortázar fue el que hizo el papel más lamentable: se la pasó disculpándose con Castro y con Retamar y escribió su infame poema Policrítica a la hora de los chacales que fue leído como la postración de su talento a los pies de la dictadura. Un caso mexicano fue el de José Revuelta, el escritor más importante de novelas marxistas críticas: a principios de 1968 fue a La Habana a ser jurado del Premio Casa y en las noches hacía guardias con fusil para defender a la revolución, pero en 1971 rompió con Cuba a propósito de Padilla.
En todo ese tiempo Retamar operó como el comisario de la policía intelectual de la dictadura. Tenía ya el control de la Unión de Escritores, de Casa de las Américas y de la Academia de la Lengua. En su libro Todo Calibán –juego de palabras sacado de Shakespeare y emparentado con caníbal–, Retamar retomó todos sus textos revisionistas de la conquista de América y sobre todo sus conflictos intelectuales para poner la cultura bajó el dogma castrista de 1961 en sus palabras a los intelectuales: “Nuestra preocupación fundamental será siempre las grandes mayorías del pueblo, es decir, las clases oprimidas y explotadas del pueblo. El prisma a través del cual miramos todo, es ése: para nosotros será bueno lo que sea bueno para ellas”.
Durante 58 años, de las palabras a los intelectuales de 1961 a su muerte, Retamar fue el comisario estalinista de la cultura de la dictadura cubana.