No cabe duda que los tiempos que estamos viviendo hoy ya no son los mismos si lo comparamos con unos cinco o seis años atrás.
En ese entonces, todavía recibíamos en la puerta de la casa de manos del cartero uno que otro sobre cuadrado de felicitación de fin de año por parte de un amigo o de un familiar. Si no era eso, escuchábamos la llamada telefónica nocturna antes de que concluyera el año para felicitarnos y desearnos lo mejor para los siguientes 365 días.
Era la época donde aún había tiempo para crear y diseñar las más coloridas tarjetas para remitirlas a los amigos y conocidos. Eran días en que había tiempo de salir a la calle y comprar aquellas postales de Navidad y Año Nuevo, para luego escribirles un mensaje a mano que saliera del corazón.
Los últimos meses del año eran dedicados a ese tema, pues la mayoría quería quedar bien con las amistades y familiares y hasta con simples conocidos.
Hoy nada de eso existe. Solo el recuerdo. Lo que predomina hoy son las redes sociales, las que han puesto en la misma sintonía a casi toda la gente. Con este servicio gratuito se acabó la creatividad, la preocupación por redactar algo original para el amigo, para la familia o para la novia. Se acabó la demostración de amor con mensajes salidos del corazón.
Este fin de año, felicitar a alguien fue cosa de copiar, pegar y enviar al amigo o familiar el mensaje que otro creo, que otro sintió, que otro hizo durante un buen rato en 2 o en 3D, y como se ve bonita y atractiva esa imagen, se compartió sin ser propia, y lo peor, sin haber leído el contenido del mismo dibujo animado.
Por ejemplo, muchos de ustedes recibieron en estos días un montón de imágenes repetidas de fulano y de zutano quienes las consideraron agradables y de buen gusto para enviarlas a sus conocidos; y tú, a la vez, esas mismas imágenes las reenviaste a otras tantas personas para felicitarlas con un mensaje que no es tuyo, que no te pertenece, y aunque le hubieras puesto tu nombre, de antemano llegó despersonalizado.
¿Dónde entonces, está el sentimiento que tienes por esa persona a quien según tú, le deseaste un buen año o una feliz Navidad?
Si te pones a hacer un recuento de todos los mensajes que recibiste de amigos y conocidos por las redes sociales, no vas a encontrar un auténtico mensaje enviado del corazón. Desde luego que puede haber excepciones.
El resultado es que casi todos copiaron y pegaron. Si tú estás dentro de este grupo, entonces, con qué cara vas a reclamarles a tus hijos que hacer la tarea no se trata de copiar y pegar.
Para excusarte, dirás que estos son los tiempos, que así nos tocó vivir. Pero si te das cuenta, estás permitiendo que en tus hijos también se aloje la frialdad, el me vale, la despersonalización, el nadie merece nada de mi ni el yo merezco nada de nadie.
Seguramente recibiste algunos mensajes de felicitación donde te expresaron su sentir. Esos pequeños mensaje de texto, son los que más se recuerdan.
Algo así quiero alcanzar, por eso voy a provechar este espacio para mandarles a todos los lectores un abrazo de parabienes. Y que en el año que apenas inicia, cumplan ustedes todos sus propósitos, para que al finalizar este año, el 2018, no venga a nosotros esa terrible frustración por no lograrlo.
Para cumplir los proyectos no se consigue con un calzón rojo ni amarillo, se trata de esforzarse uno mismo en lograr las cosas. Si estás esperanzado en un objeto, entonces, olvídate, no lo vas a conseguir.
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