Si alguna falla hubo en México respecto a las elecciones presidenciales en los EE.UU., sin duda que fue de seguridad nacional, aunque no entendida como enfoque policiaco sino como previsión de escenarios para decisiones de Estado.
La seguridad nacional geoestratégica es una de las funciones colaterales de la diplomacia, inclusive en naciones sin iniciativas imperiales; peor aún, en países de la periferia de las potencias es más que urgente un sistema de inteligencia visto como captación y procesamiento de información sobre los comportamientos de las metrópolis.
Cuando arrancó el gobierno de Fox, el académico Adolfo Aguilar Zinser logró que se creara una oficina especial de seguridad nacional muy parecida a la consejería de seguridad nacional de la Casa Blanca que Henry Kissinger logró potenciar como parte esencial de la política exterior. Mientras el Departamento de Estado llevaba la diplomacia formal controlada por el Congreso, el consejero de seguridad nacional fijaba los lineamientos imperiales del presidente.
La oficina de Aguilar Zinser no logró construir el mecanismo de definición de la política exterior del gobierno de Fox, un poco porque el presidente siempre ha sido ranchero pero otro poco porque al no entender la lógica de la seguridad nacional tampoco pudo concitar la confianza de las múltiples oficinas con funciones que tienen que ver con ella.
La victoria der Trump y su agenda exterior requiere que México redefina su política exterior, pero sobre todo que asuma los espacios de los enfoques de seguridad nacional que ya no sólo tienen que ver con la guarda de la frontera ante inexistentes invasiones extranjeras, sino para prever algunas decisiones de la Casa Blanca que vayan a tener efectos en la seguridad política de la república, el Estado y el gobierno. Las partes más importantes de la agenda México de Trump tiene que ver los cárteles transnacionales del crimen organizado y la migración ilegal.
La seguridad nacional ya no es la función policiaca expresada en la represión de la disidencia ideológica y política, sino que tiene que ver con la identificación del escenario diverso que afecta la soberanía del Estado; y lo mismo toca la interpretación de las alianzas geopolíticas, que las decisiones de los imperios para prever algunas que afecten la estabilidad mexicana.
La seguridad nacional pasa por la identificación de los intereses nacionales en las relaciones entre países, la previsión de decisiones imperiales que afectarán la estabilidad de la república, los principios que deben regir las relaciones internacionales y la caracterización de los interlocutores extranjeros en decisiones que repercutirán en México.
El Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN) ha sido rebasado por la realidad, acotado por la burocracia y atenazado por los miedos burocráticos a la recopilación de inteligencia (información estratégica), además de no haber logrado la centralización de las labores de recopilación de información. En los días del proceso electoral estadounidense el CISEN careció de cabeza porque su titular tiene varios meses enfermo.
Si la Casa Blanca será el problema uno de seguridad nacional de México, entonces llego la hora de modernizar al Estado y crear su propia doctrina de seguridad nacional.
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