La vocación al sacrifico ha sido parte de la genealogía del mexicano: lo han marcado más las tragedias que las victorias. Por eso siempre que se lucha por un ideal que implica un riesgo, el argumento es el de ofrendar la vida.
Pero, al final del día, México ha logrado más por la vía política que por la ofrenda de vida: el sistema político que nació de los rifles de la Revolución Mexicana y que Fidel Velázquez dijo que tendrían que quitarle el poder al PRI con las balas, arribó a la alternancia por la vía de voto; atrás quedó, desde el propio Madero en 1913, la sangre en el altar de los sacrificios.
Ayotzinapa no define a la república; representa, sí, un pasivo que involucra a la sociedad que nunca se preocupó por los normalistas antes del 26 de septiembre del 2014, a pesar de que padecía la violencia minoritaria en las calles y carreteras con plantones y marchas. Ahora todos son Ayotzinapa. Habrá que esperar cuando se profundice la investigación de que el crimen de 43 normalistas tuvo que ver con una disputa entre cárteles de la droga por un cargamento de heroína para saber si todos seguirán siendo Ayotzinapa.
La acusación anarquista de que fue el Estado no resiste un análisis serio, a pesar de que importantes politólogos se han sumado a su difusión. Primero, el Estado es la suma de la sociedad civil más la sociedad política; segundo porque los Estadosno matan sino sus funcionarios; y tercero, y quizá la más importante, porque en Guerrero –como en Michoacán y otras partes de la república– el Estado no existe.
El caso Ayotzinapa podría ser una coartada para rehuir responsabilidades: el PRIpor construir cacicazgos de violencia desde 1951, la sociedad porque Guerrero era el solecito y la riqueza de Acapulco sin preocuparse por la pobreza; losmedios porque hasta ahora no han hecho el gran reportaje histórico y sociológico de Guerrero; el PRD porque Guerrero fue el centro de acción del Partido Comunista Mexicano y de la guerrilla y los comunistas-perredistas llegaron al poder para actuar igualito que los priístas. Por eso todos prefieren culpar al Estado cuando, más allá de Luis XIV, el Estado somos todos.
Libros, declaraciones intelectuales y difusión de protestas lagrimean por Ayotzinapa, pero nadie ha sido capaz de elaborar primero un diagnóstico de Ayotzinapa, Iguala, Guerrero y México para después hacer una propuestacoherente e integral: como otros sucesos, ahora Ayotzinapa no se olvida. Ante laincapacidad intelectual y política para entender la crisis de Ayotzinapa, las protestas sin propuestas cuando menos satisfacen egos mediáticos. ¿Cuántos cantantes o intelectuales han ido a la normal para platicar con los normalistas? Ninguno.
Lo paradójico del asunto es que los partidos y líderes políticos serían los canalesmás adecuados para realizar el análisis de lo ocurrido y para elaborar un programa de rescate de Guerrero. Pero no; el PRD que es el responsable de la tragedia porque gobernaba Guerrero y el alcalde de Iguala que ordenó el crimen era perredista ha preferido el grito contra el Estado y el auto deslindamiento que alguna decisión para atender el trasfondo de la crisis.
Ayotzinapa son los afiches, las frases, las veladoras, los gritos, pronto los altares del día de muertos, los golpes de pecho, pero no la oportunidad para construir una salida a una crisis estructural del sistema político.
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