Los que quieran tratar de adivinar quién será el candidato presidencial de Enrique Peña Nieto para el 2018, lo peor que pueden hacer es atender a sus propios raciocinios. La política presidencial en México –y más en temas sucesorios– es como un asesinato en un cuarto cerrado.
Aquí van algunas pistas sobre los estilos priístas de jugar a la sucesión:
–El presidente saliente no improvisa candidatos; los construye.
–Los presidentes gustan jugar con la verdad.
–El tapado no sabe si va a ser; el presidente sí.
–Ningún presidente ha decidido en función de las circunstancias.
–Las columnas políticas fueron, hasta 1994, parte directa del juego; hoy forman parte de la distracción.
–El presidente juega con seis cartas: dos son las importantes, una como estabilización y tres como pantalla.
Las sucesiones han dejado un método político:
–Obregón puso a Elías Calles por obediente.
–Elías Calles nominó a Cárdenas para controlarlo.
–Cárdenas decidió por Avila Camacho para tranquilizar al país.
–Díaz Ordaz optó por Echeverría por Tlatelolco.
–Echeverría impuso a López Portillo por débil.
–De la Madrid, Salinas y Zedillo optaron por la continuidad de proyecto, a pesar de la persecución de Zedillo a Salinas.
Y dejaron algunas claves:
–El juego del tapado –aun cuando era un candidato destapado– permite poner los ritmos y certezas de la ambición política.
–A ningún presidente le han obligado las circunstancias; Zedillo era el candidato de Salinas para el 2000; en 1994 sólo adelanto vísperas. Sin el asesinato de Colosio, Zedillo era un salinista de fe.
–Al final de cuentas, la lealtad exigida al sucesor es de protección; pero si no se puede, entonces hay que salvar lo que se debe: el proyecto y el equipo. Camacho nunca le garantizó a Salinas la sucesión personal, de proyecto y de grupo.
Los juegos sucesorios son los juegos de la mentira:
–Elías Calles engañó a Obregón y le impidió la reelección:
–Cárdenas prometió lealtad a Elías Calles y lo echó del país.
–Ruiz Cortines era el más leal alemanista, pero lo acorraló con la corrupción; luego hizo creer que su sucesor sería Gilberto Flores Muñoz –de la vieja clase política revolucionaria del grupo de Gonzalo N. Santos– para imponer a López Mateos como parte del relevo de la nueva clase política: abogados, políticos, institucionales.
–López Mateos siempre supo que su sucesor sería Díaz Ordaz, pero dejó correr la competencia para la depuración del grupo.
–Echeverría mareó con Mario Moya Palencia para dejarle al margen a López Portillo.
–Manuel Camacho se auto engañó creyendo que tenía posibilidades y Salinas sólo aprovechó ese impulso por el papel de Camacho ante la disidencia social.
Al final, el presidente decide en función de su legado y de su seguridad política personal. Lo demás es literatura policiaca sin asesinato. Quien entienda este método, ya habrá adivinado quién es el sucesor de Peña Nieto. Queda lo atribuido a Baudelaire: el mejor truco del Diablo es hacernos creer que no existe.
Política para dummies: La política es el arte de pensar con la razón, no con el corazón; y si hay razón sin corazón, mucho mejor.
Sólo para sus ojos:
- ¿Y si el presidente Peña Nieto nunca pensó en hacer su sucesor a José Antonio Meade, sino que lo metió en el escenario para distraer y desgastar a los priístas? ¿Y si está usando a José Narro para sacar a los priístas de su madriguera y lamparearlos a la hora del reparto de candidaturas legislativas?
- En una decisión que debió haber tomado con cálculo político el secretario de Gobernación, Miguel Angel Osorio Chong, el director del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), Eugenio Imaz, estuvo como participante en la comparecencia en la Cámara de Diputados.
- Hace veinte años, en 19987, el primer jefe de gobierno del DF, Cuauhtémoc Cárdenas asumió un compromiso formal como parte de la agenda del PRD: “quitarles la ciudad a los delincuentes”. Hoy se ve que los delincuentes controlan la capital de la república y la Ciudad de México se perfila como una Tamaulipas. Y comienza a hablarse ya del Cártel del DF.