La prudencia en las relaciones internacionales tiene sus límites al igual que en toda relación humana, sobre todo, cuando estas se producen entre desiguales. Me explico, los candidatos partidistas a cargos de elección popular no tienen el nivel político de un jefe de Estado, eso es obvio. Pero, eso no quiere decir que un bocón utilice las campañas electorales denostando a naciones y gobiernos con vituperios y amenazas como lo ha venido haciendo el parlanchín que aspira a la candidatura del partido republicano de los Estados Unidos.
En efecto, México, la nación y el gobierno que la representa, han aguantado con prudencia, quizás demasiada, al “bocaza” que cada ocasión que encuentra un micrófono parlotea tal cual “Woody Woodpecker” o como se le conoce en México como “El Pájaro Loco”, que tanto nos hizo reír con sus caricaturas cuando pequeños. “El Bocaza”, igualmente, nos ha hecho reír con sus amenazas sin sentido, hasta que “cruzo la raya”. La risa se torno en ofensa que obliga a la dignidad a tomar acciones que la sensatez ya no resuelve por haberse confundido con mansedumbre o temor a las bravatas de un desatinado.
La primera respuesta a los dislates del “bocaza” fue la de Diego Reyna, chiapaneco radicado en Vancouver, Canadá, quien disfrazado de obrero ingreso a la Torre del “Pájaro Loco,” y cuando estuvo en el piso 63 del edificio colocó la bandera mexicana “para mostrar que se está beneficiando de nosotros y que estamos trabajando mucho en sus proyectos y no somos criminales”.
La acción de protesta inteligente de Diego Reyna dio la vuelta al mundo señalando que había llegado el momento de actuar con un ¡Ya Basta! Contundente tal y como lo hizo en la cumbre de la Torre “Bocaza.”
Pocos días después de la acción de Diego Reyna, el gobierno mexicano decidió hacer cambios en su estrategia diplomática moviendo a su embajador en Washington, Miguel Basáñez, académico y amigo de Alfredo del Mazo, nada más. El presidente Enrique Peña Nieto al hacer el cambio aclaró que “el súbito relevo no está relacionado al trabajo de Miguel Basáñez, sino a un cambio de enfoque diplomático de cara a la situación social en Estados Unidos”; y es cierto, un embajador no se mueve solo o por su cuenta, actúa según instrucciones directas del presidente o en su caso por las de la canciller. Sin embargo, parece ser que las inclinaciones y simpatía política del ex embajador en Washington por Margarita Zavala, expresados en un foro diplomático en Europa y filtrados al presidente Peña, aceleraron el cambio de guardia en la capital estadounidense aprovechando el ruido del “Bocaza “contra México.
Basáñez fue sustituido por un destacado oaxaqueño, el Embajador Carlos Manuel Sada Solana, internacionalista de carrera, que cuenta con una larga experiencia en la práctica consular y diplomática y quien se desempeñaba como cónsul general en Los Ángeles, California. Su experiencia consular comprende el consulado general de Nueva York, de Chicago, de San Antonio y Toronto. Su formación academia es amplia y en diversos temas, al haber realizado estudios de Ingeniería Mecánica y Eléctrica en la Universidad Iberoamericana en la Ciudad de México, posgrado en Sistemas de Producción en la Universidad de Newcastle en el Reino Unido, Desarrollo Regional en la Universidad Tecnológica de Delft y Microeconomía en el Instituto de Administración Pública de la Haya, estos últimos dos en los Países Bajos.
El inesperado giro de la diplomacia mexicana con el vecino país vino a dar aires frescos al clima hostil que ha provocado el candidato republicano en el ánimo de la ciudadanía mexicana que, contra las cuerdas, solo ha sentido el tupido de los golpes asestados por el Pájaro Loco, sin que encontrase dique alguno.
Ya era momento de hacer sentir el peso geopolítico, económico, comercial, social y electoral de un poderoso vecino como lo es México, a pesar del bloqueo de un solo senador republicano que se ha opuesto a que el gobierno de Estados Unidos enviara a la embajadora Roberta Jacobson a nuestro país, lo cual parece increíble.
El gobierno mexicano envía una clara señal al partido republicano en el sentido de que una cosa es jugar electoralmente y otra muy distinta son las cosas del Estado, las cuales son delicadas y traen consecuencias que un partido político tiene que calcular como es, en este caso, el GOP (“Grand Old Party”, como se le conoce al Partido Republicano, que literalmente significa Gran Partido Viejo) antes de aceptar los dislates de un desatinado.
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