El crecimiento económico no supone que la riqueza esté bien distribuida y al contrario de lo que a veces no percibimos, la desigualdad es uno de los factores que más afectan la competitividad por una razón muy sencilla: inhibe la capacidad de consumo. Siempre he sido partidario que no hay que tenerle miedo a la competencia, a lo que hay que temerle es a la incompetencia. De tal manera que para que podamos competir encuentro tres aspectos relevantes que deben ser revisados para que podamos hacerlo bien.
El examen más detallado, apunta que la mala distribución de la riqueza supone un esfuerzo de análisis exhaustivo sobre uno de los detonadores de la competividad: La educación. Por eso el gran debate porque sea excelente, de calidad, pero sobre todo pertinente. Y cuando me refiero a pertinencia, quiero decir que la educación tiene que servir para algo. Estar educado no te hará millonario, pero si puede dotarnos de las herramientas necesarias para poder tener movilidad social.
En segundo lugar, es imperante contar con una política social focalizada, que sea útil para desarrollar capacidades, no para volver a los pobres profesionales de la pobreza. La política social debe ser al igual que la educación un incentivo para poder competir en forma equilibrada, por eso es importante la igualdad de oportunidades; es totalmente cierto que todos poseemos habilidades y capacidades diferentes, pero es deber de el estado que todos y cada uno los mexicanos, de los oaxaqueños podamos desarrollarnos en similares circunstancias.
Y la última es la cultura de la legalidad, un problema multidisciplinario para la competitividad de un país, y la primera condición para poder fortalecerla es tener una ciudadanía ética. La cultura de la legalidad es tán importante, porque solo así se pueden tener regulaciones públicas y privadas rápidas, que inhiban a la corrupción.
Esta, es una ecuación de vida social y política que tenemos que fortalecer, porque de lo contrario seguiremos destinados a padecer el dolor de lo que hoy supone vivir en Oaxaca.
Si, en Oaxaca, un estado privilegiado, con una posición geostratégica sin igual, poblado por grandes ciuadananos y heredero de una riqueza cultural que es motivo de orgullo nacional; donde lamentablemente a pesar de tener todo para crecer y competir no logramos hacerlo.
Porque vivir en Oaxaca últimamente se ha vuelto doloroso, porque duele el conformismo, duele que sigamos permitiendo la supervivencia de íconos de la impunidad y avalando la longevidad de los personajes más cuestionables, duele vivir en un capitalismo de amigos, duele el que la mayoría de los niños y niñas esten destinados a no poder competir y duele tanto porque la pobreza que es la cúspide de los contrariedades que en Oaxaca padecemos mata y enferma.
Y lo hace, porque los casos de muerte materna no tienen que ver con la capacidad de los médicos, son producto de las consecuencias que la pobreza desencadena en la población, como la falta de agua potable, de drenaje y de eduación. Atenta no solo contra la dignidiad, atrae la idea de que huir de Oaxaca es opción y merma la conciencia colectiva de que podemos aspirar a vivir en un mejor lugar. Por eso en Oaxaca, hoy más que nunca tenemos que competir.
Igmar Francisco Medina Matus
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