En descargo de los jueces || Moisés Molina

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El pasado jueves se celebró el día de la jueza y el juez mexicano, que pasó casi desapercibido.

Hemos llegado al punto en que solo nos felicitamos entre nosotros y nuestras familias.

Eso no es normal y debe comenzar a preocuparnos como sociedad.

Y no es que los jueces estén para ser felicitados, ni para tener un día de celebración en el calendario.

Su trabajo es una función del Estado que amerita ser hecho con todo el rigor de cualquier servicio público y más allá.

Los jueces somos autoridad y como tales estamos llenos de obligaciones y prácticamente ningún derecho, porque los derechos que se nos pudieran reconocer, son en realidad (como el de independencia) derechos de los justiciables, de la sociedad.

Sin embargo hace falta poner más en la discusión pública la importancia, la necesidad y hasta la imprescindibilidad de los jueces.

¿Se imagina usted -amable lector- un mundo sin jueces? Sería como un mundo sin Derecho, sin leyes.

¿Para qué sirve la ley si no hay nadie que la aplique?

El problema surge porque cualquier proceso judicial es un juego de suma cero. Alguien pierde lo que otro gana. No se puede hacer ganar a las dos partes.

Pero en una sociedad ideal sería posible dejarlas conformes.

Y vuelvo al origen de la legitimidad del juez que no está en su elección, ni en su nombramiento.

El juez es la única autoridad cuya única fuente de legitimidad está en sus argumentos.

Los jueces deben decir por qué deciden como deciden, dar los argumentos de sus decisiones y hacerlos cada vez más entendibles no sólo para los abogados o las partes, sino para cualquier persona que pueda leer sus sentencias en versiones públicas que ya se tienen que hacer por ley.

Cada vez hay menos pretextos para que a los jueces se les acuse de corrupción, parcialidad o impericia sin pruebas.

Por eso yo siempre he sostenido que los jueces debemos estar listos y dispuestos a defender nuestras sentencias cuando haga falta, a explicarlas a decir por qué tomamos tal o cual decisión.

El mundo ha cambiado y a ello nos obliga cada día más si es que queremos empezar a limpiar la imagen de la judicatura.

Poco nos ponemos a pensar que hay lugares de México -como Oaxaca – donde la justicia es un auténtico milagro.

Somos un pueblo muy rico, muy diverso, pero muy disperso y donde siempre hacen falta recursos para hacer accesible la justicia para todas las personas.

En Oaxaca hacen falta muchos más jueces y juezas, mucha más tecnología y mejores salarios para todo el personal.

Reitero: para ser juez en Oaxaca, con 570 municipios y más de 10 mil comunidades, se necesita una vocación a prueba de todo. En Oaxaca, la conflictiva es parte de nuestra naturaleza de nuestra diversidad.

Por ello mi reconocimiento a todas y todos ellos que, como pueden, siguen haciendo que los problemas se procesen y no detonen en violencia.

El del juez es de esos trabajos que sólo se notan cuando salen mal o cuando una de las partes insatisfecha con el veredicto tiene acceso a la notoriedad.

Ahí es donde el juez debe explicar sus argumentos y dejar conforme a las partes y a las sociedad de su decisión razonada.

Vaya desde aquí un tardío reconocimiento a todas las juezas y los jueces de México que desde la federación y los estados se levantan todos los días a mantener la paz social.

*Magistrado de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca