México sí está preparado para llevar a una mujer a la Presidencia de la República, pero el PAN no está preparado para postular a una candidata presidencial viable. Josefina Vázquez Mota triunfó en la elección interna porque los cuadros del panismo han sido agraviados por los dos gobiernos postulados por su partido; por eso rechazaron a Santiago Creel y Ernesto Cordero.
Los empresarios que hicieron candidato a Fox no eran de estirpe panista; se metieron al partido, le metieron dinero y se apoderaron de sus órganos de decisión a raíz de la expropiación bancaria del presidente López Portillo, que los convenció de que el PRI había dejado de ser una garantía para sus intereses; el PAN recuperó viabilidad pero al ganar el poder perdieron el partido, como lo había advertido Castillo Peraza. Fox hizo un mal gobierno, abrió las arcas del país a su esposa e hijastros y dilapidó los excedentes petroleros y las oportunidades de la transición democrática. Por eso Santiago Creel volvió a perder la elección interna.
El agravio de Felipe Calderón ha sido tal vez peor porque él fue hijo de uno de los fundadores del PAN y era el joven del que se esperaba la conciliación del poder con la “doctrina”. Candidato pese al veto de Fox, gana la elección presidencial con un margen estadísticamente no significativo debido al fisco del primer gobierno panista. Y habría perdido si no hubiese contratado al experto de la derecha española en guerra sucia, Antonio Solá, que con una frase fracturó la candidatura de López Obrador y cambió el rumbo del país en el inicio del siglo XX. Calderón ganó el poder pero en vez de que su gobierno procurara el “bien común” metió al país en una guerra que ha cubierto de luto a buena parte del territorio nacional; por eso los panistas le negaron la candidatura a Ernesto Cordero.
Josefina Vázquez Mota era la única opción, pero a juzgar por la grisura de su campaña no tenía la preparación ni el equipo humano para hacer una campaña presidencial. Tampoco contaba con el apoyo de Gustavo Madero, cuyas limitaciones y personalidad anticlimática lo mantienen en las sombras desde que asumió la presidencia de su partido. El pobre liderazgo de Madero y los graves descalabros de Germán Martínez y César Nava, demuestran que, a pesar de sus éxitos electorales, el PAN -o su corriente doctrinaria- sigue tan desgastado como en los años setenta y no ha podido encontrar el perfil que lo vuelva a convertir en el partido de los conservadores mexicanos.
La debilidad de Josefina y los errores de su grupo de campaña encendieron todos los focos rojos en Los Pinos, no porque el presidente y los suyos tengan mucho entusiasmo por la candidata, sino por el riesgo cada vez más cercano de que el priista Enrique Peña Nieto gane la elección presidencial, lo que sería una derrota personal para el licenciado Calderón.
Josefina ya había incorporado a su equipo a ejemplares impresentables como Javier Lozano Alarcón y jefes del Yunque como Juan Manuel Oliva y Francisco Ramírez Acuña. El presidente le envió como grupo de salvamento a antiguos colaboradores suyos como Max Cortázar, a su cuñado Juan Ignacio Zavala y a su hermana Luisa María. El “golpe de timón” de la campaña anunciado por la candidata consistió en el lanzamiento de torpedos que buscan exhibir a Peña como “mentiroso”.
No sé si estaban preparados para la respuesta del PRI: constituir una “mesa de la verdad” moderada por Javier Solórzano con la participación de seis representantes del PRI y otros tantos del PAN. Madero aceptó pero a condición de que la reunión no fuera en un salón de la ciudad de México sino en donde Peña, como gobernador, había incumplido el compromiso 127: el Distribuidor Vial Las Armas; sólo que ese compromiso, según el PRI, fue la ampliación de carriles del Puente de Vigas que ahora se llama López Mateos.
Lo que el PRI propuso fue un debate con documentos y pruebas en el que esperaba demostrar que Peña Nieto sí cumplió sus compromisos de campaña para gobernador del Estado de México. El PAN, por su parte, encargó a Juan Molinar Horcasitas que organizara un encuentro en un lugar abierto con contingentes y música en vivo, que como era previsible acabó entre gritos, empujones y golpes contra los priistas.
La estrategia de “contraste” diseñada por Solá no está hecha para probar nada, sino para desprestigiar al candidato favorito. Y en esa tesitura, por más documentos y actas que exhiba el PRI, se impondrá la guerra sucia panista que no pretende discutir sino descalificar. Como ha dicho el propio Peña Nieto, esa estrategia ya dividió a la población en 2006 y, digo yo, puede ser aún más destructiva en el clima de violencia, miedo y luto que ha impuesto el gobierno del presidente Felipe Calderón.
No sé si tendrá éxito una vez más la guerra sucia de Solá, pero el país merece que los partidos políticos y sus candidatos, cuyo financiamiento proviene de los recursos públicos, contrasten sus propuestas, no sus ruindades.