El pasado jueves 10 de Marzo, al pendiente de las noticias, me llamó mucho la atención una breve con audio y video, incluso, me emocionó observar esa tarde de lluvia y viento atípico en la Ciudad de México, el esfuerzo que hacia un pelotón de soldados tratando de arriar y doblar, sin conseguirlo, la monumental bandera del asta del Zócalo que mide 60 metros de altura, pesa 200 kilos y mide 30 metros de largo por 20 de ancho.
Hay un reglamento para el trato y manejo de la bandera mexicana y se cumple a cabalidad como fue el caso de aquel jueves por la tarde en la Capital de la República y que, como les decía al inicio de este espacio, los soldados no podían arriarla y mucho menos doblarla debido a la fuerza del viento.
Fue en ese momento, en que el ojo de halcón del reportero gráfico captó los momentos difíciles de los militares que no se rendían en su intento por doblar la enseña patria. Y, sucedió que de pronto surgió algo emocionante para el que esto escribe: varios civiles, personas como usted y yo, acudieron presurosos a prestar ayuda a los militares, aunque el reglamento no lo permita; pero, en esos momentos se trataba de nuestra bandera, de protegerla, de cuidarla, de ponerla a salvo, de que no tocara el piso, de que no se rindiera.
Ese acto de civismo, de patriotismo, de mexicanidad, nunca lo olvidaré pues me significo muchas y variadas cosas, sobre todo, me hizo pensar en la unidad de un pueblo cuando la patria o sus símbolos están en peligro. Ella, la unidad surge espontanea para unir esfuerzos y salvar los obstáculos y los peligros.
Este acto, ocurrido entre civiles y militares, ayudándose para lograr un objetivo común fue ejemplar, toda vez que si se actuara de esta forma, en la mayor parte de las actividades diarias, no cabe duda que la convivencia sería mejor para no padecer a diario los peligros de las junglas de asfalto y sus fieras al acecho.
Lo sucedido, también me hizo recordar un dicho popular que dice: “Los pueblos tienen los gobiernos que se merecen”, por lo que supongo, que la filosofía respecto a los valores morales, respeto y admiración por símbolos y héroes son producto del antecedente histórico-cultural de cada pueblo.
En nuestro caso, los mexicanos –como pueblo conquistado que luchó por su independencia-, heredamos una serie de valores con respecto a la patria y a nuestra bandera; por ejemplo, de niños, crecimos con ciertos resentimientos hacia el país que mutiló nuestro territorio, los Estados Unidos, mediante la Guerra de Intervención de 1846 y 1848; este pasaje doloroso de nuestra historia siempre estará presente en el sentimiento nacional de los mexicanos orgullosos de sus símbolos y valores patrios.
Es por ello, que recuerdo aquellos actos de protesta en el vecino país cuando vi escenas, también en televisión, cuando la bandera estadounidense era ferozmente pisoteada por manifestantes. Este comportamiento debido a nuestros valores no lo entendemos.
Cuando he visitado los Estados Unidos, una de las cosas que me llaman la atención es la contradicción que encuentro respecto a la bandera precisamente. Por un lado, los veteranos de guerra expresan con honores y grandes desfiles su amor y respeto por su emblema nacional; los políticos en campañas electorales visten los estrados y locales con decenas de banderas, pero, hay sectores que la usan de calcetines, trajes de baño, jeans o para envolver la droga.
Otro caso que me llama la atención es el descubrir que el himno nacional no se sabe cantar más allá de la primera estrofa y los adultos no tienen idea del himno completo. Probablemente, muchos mexicanos no sabemos con exactitud y de corrido nuestro himno debido a lo largo que es, pero puedo asegurar que desde la primaria aprendimos gran parte del mismo cuando todavía se impartía la materia de civismo.
Estos recuerdos, resurgidos por el acontecimiento del pasado jueves, me llevan también a rememorar los acontecimientos relacionados con aquella controversia respecto a la quema de la bandera estadounidense ocurrida hace varios años; tema discutido y votado en el Congreso el cual resolvió el que era anticonstitucional la ley que prohibía la quema de la bandera cuando esta acción se hace como un acto de protesta; y no hay duda de que cuando hay necesidad de defender el derecho a la libertad de expresión la nación estadounidense es un gran ejemplo.
En cuanto a la bandera, cada pueblo sabe como honrarla, cada carácter sabe y siente como quererla y defenderla; así como hicieron el pasado jueves los militares y civiles en el Zócalo o como lo han hecho la mayor parte de los pueblos y ejércitos del mundo.
Twitter: @luis_murat
Facebook: https://www.facebook.com/luisoctaviomurat