El tercero y último debate entre Hillary Clinton y Donald Trump, me recordó el título de aquel programa de televisión que condujo Verónica Castro, “Mala Noche No”, que tanto éxito tuvo en la década de los ochentas en el que, cada noche, presentaba a una celebridad del espectáculo con quien, la simpática actriz, cantante y conductora, compartía anécdotas, planes, canciones, proyectos y demás temas que captaban el interés del televidente a horas de la noche en que la jornada de actividades laborales y educativas habían terminado.
En efecto, “Mala Noche No”, era el tiempo para la relajación en el hogar, de dar tregua, por unas horas, a la problemática diaria que hasta los más ricos tienen; eran las horas de reír, de curiosear en la intimidad que permitían los más famosos, como aquel memorable programa en que “Mala Noche No” invitó a Juan Gabriel; estableciendo un récord de duración de programas televisivos de ocho horas, ni más ni menos.
Como aquel memorable programa, el debate entre Clinton y Trump, también estableció un récord de audiencia, más de ochenta millones de televidentes en todo el planeta.
La Mala Noche para Trump, atrajo la atención mundial, en especial de países como México que han sido amenazados con acciones radicales por Trump, en caso de llegar a ser electo presidente de los Estados Unidos.
Como en la fiesta brava, el último tercio del debate se llevó a cabo para alinear al camorrista y ponerlo en suerte para la elección del 8 de noviembre y asestarle la estocada de la muerte política.
La maquinaria de los Clinton funcionó de acuerdo a estrategias aplicadas por profesionales de la política, es decir, a la perfección. Paso a paso, aun con la presión encima de analistas políticos acelerados que clamaban en el segundo debate la “muerte súbita”.
Nada de eso, ni antes ni después, sino a las 12 en punto, para “no morir antes de que despiertes”, según el conmovedor ensayo de Erik Erikson.
Así tenía que ser, morir cuando la nación este despierta y el mundo vea el funeral político de un candidato equivocado que, como bien apunta David Brooks, en su entrega del 14 de octubre al The New York Times, está constituido emocionalmente por la furia y la agresión. “Se comporta en los debates como un airado primate dominante que no deja de golpearse el pecho y gruñir”.
La derrota del fascista deja algo a la posteridad: la locura mesiánica no debe ser nunca aceptada por las naciones que aman la paz. La lección política que deja esta experiencia electoral en los Estados Unidos, pone de manifiesto el que la realidad actual de nuestro planeta no está para elegir enemigos de la cultura y la libertad que lo pongan en riesgo. Suficiente son las amenazas que representan Kim Jong-Un, en Corea del Norte; Nicolás Maduro, en Latinoamérica; la barbarie del Estado Islámico en Siria e Irak; el terrorismo que como flagelo azota a inocentes donde quiera que pisa su bota destructora.
Los pesimistas, atemorizados por las bravatas del “peleonero de la cuadra”, todavía no creen que Trump está prácticamente aplastado por la maquinaria política de los Clinton y de los grupos, personajes, masas votantes, que mucho influyen en las decisiones de los sufragistas. Pero, bueno, siempre habrá los Santo Tomás, que aun enterrado, no creen que haya perdido la batalla electoral.
Un paso más y todo habrá terminado para un Donald Trump, quien despertó la compasión de David Brooks, comentada en su artículo del NYT, “La Triste y Solitaria Vida de Donald Trump”, la cual, por cierto, se iniciará a partir de la “Mala Noche Si” del próximo 8 de noviembre.
Off the record: Andrés Roemer, hasta hace unos días Embajador Extraordinario y Plenipotenciario, Representante Permanente de México ante la UNESCO, fue destituido de su cargo por no haber informado diligentemente del contexto en el que ocurrió el proceso de votación, e informar primero a otros gobiernos distintos al de México el sentido de su voto y hacer públicos documentos y correspondencia oficiales sujetos a la discreción que obliga La ley del Servicio Exterior Mexicano, artículos 41, 42 y 43.
Para el ex representante consular fue prioritaria su religión por encima de la lealtad obligada y protestada en el senado al gobierno mexicano.
No se debe servir a dos amos al mismo tiempo porque con uno se queda mal, o con Dios o con el Diablo. Muy delicado el dislate diplomático de quien en efecto no lo es.
El argumento de que el voto de México, a favor de la posición palestina no era conveniente, porque provocaría la ira de la colonia judía en México, es otro tema.
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