“El dolor más grande no es el que se grita, es el que se lamenta en silencio; no es aquel que se llora, es el que inunda de sufrimiento. Las peores heridas no son las que sangran, sino las que desgarran por dentro”. Laura Farfalla.
Rememorar el pasado 16 de febrero, es evocar un viernes de luto y dolor para todo Oaxaca. Ese día por la tarde, a las 15:39:43, hora oficial según el Servicio Sismológico Nacional; se registró un sismo de 7.2 grados de magnitud, con epicentro en Pinotepa Nacional. Trayendo consigo, entre nuestra población y entre todas las autoridades competentes de gobierno, los recuerdos aún frescos de la emergencia generada por los desastres naturales de igual origen los días 7 y 19 de septiembre del año pasado.
Las imágenes que comenzaron a circular en tiempo real, en redes sociales y en todos los medios informativos, daban cuenta de los daños materiales y de su terrible impacto social. Presentándose el mayor número de afectaciones en viviendas, hospitales, iglesias y diversos edificios públicos; con mayor impacto en los municipios de Santiago Pinotepa Nacional, Santiago Jamiltepec, Villa de Tututepec de Melchor Ocampo y 30 Municipios más; en los cuales, la SEGOB ya emitió ayer lunes la Declaratoria de Emergencia. Requiriendo, con carácter emergente, de un dictamen estructural en todos los hospitales públicos con pacientes que ya estaban siendo atendidos en las áreas de estacionamiento por protocolos de seguridad. Y en las escuelas públicas, determinando el regreso a clases hasta mañana miércoles.
Resolver con urgente prontitud la entrega de suministros básicos y atender con eficiencia y eficacia las eventuales necesidades de los damnificados, requería por ende la presencia inmediata de representantes gubernamentales de la federación y del estado con las atribuciones legales y pertinentes en la toma de decisiones. De ahí, la oportuna indicación del Presidente Enrique Peña Nieto al Secretario de Gobernación, Alfonso Navarrete Prida; para trasladarse ese mismo día a la zona de desastre. Y con ese alto compromiso social al que jamás rehúye, ya característico en toda contingencia que así lo ha requerido, el Gobernador Alejandro Murat Hinojosa decidió acompañar personalmente al titular de la SEGOB durante su itinerario programado. El recorrido, les permitiría una primera evaluación inmediata de daños e implementar de forma coordinada las acciones a desarrollar en esta región de la costa y demás poblaciones afectadas por el temblor.
De lo descrito en párrafos anteriores, seguramente se estuvo conversando previamente y durante esos breves minutos de vuelo. Hasta que… sobrevino el desplome de la aeronave en que se transportaban. Un fatal accidente que lamentablemente entrelazó a la desgracia con la tragedia. Hoy, aquellos que pretenden lucrar políticamente con este lamentable suceso, merecen rechazo total y repudio absoluto. Resulta inverosímil que mentes retorcidas pretendan despertar odios en un momento en que se debe conminar a la solidaria fraternidad de nuestro pueblo.
En las circunstancias actuales, Oaxaca y nuestros paisanos costeños, nos necesitan unidos y hermanados. Quienes absurdamente pretendan provecho del dolor ajeno, merecen el peor adjetivo que venga a nuestra mente… y más, mucho más.
Al Gobernador Murat Hinojosa, a pesar del estéril linchamiento mediático por parte de sus detractores políticos, la sociedad oaxaqueña le reconoce su sensibilidad, compromiso y entereza humana. Basta ver las imágenes del día posterior en donde su rostro proyecta profundo dolor y enorme consternación. Su andar, lento y afligido, hacía sentir esa carga dolorosa que moralmente compartía sobre sus hombros. En el trayecto de visita, casa a casa, a los familiares de las víctimas les expreso de propia voz sus sentimientos y enorme pesar; en cada abrazo compartido con ellos, se percibe la reciprocidad de dolor que provoca la pérdida de un ser amado.
La muerte, sin importar estrato social o político, guarda una gran similitud con la pobreza: para poder entenderla, no es necesario padecerla; lo que sí resulta imprescindible, es poder sentirla y vivirla de cerca.
Los instantes de angustia, en esa caída libre al vacío, toparon bruscamente con una realidad de pesadilla al momento del contacto en firme del helicóptero. Escuchar ese estruendoso crujido de metales, permitía saber a todos quienes iban a bordo que aún estaban con vida. Adoloridos, pero vivos. Asimilando lo que representa la eternidad relativa de un segundo sin fin y digiriendo lo que puede llegar a ser el final de la vida en tan solo un segundo. Lo dramático e inenarrable, debió palparse en el momento en que cada uno de ellos abandonaba la nave; entre el llanto y los gritos de dolor de quienes infortunadamente se encontraban ahí. Un fatídico momento que nadie estaría dispuesto a experimentar y a quien nadie que pueda estar expuesto a un suceso de tal magnitud, se le puede desear.
La llegada a Jamiltepec, de funcionarios federales y estatales titulares, dio inicio con el arribo del General Salvador Cienfuegos Zepeda, Secretario de la Defensa Nacional; y de Eviel Pérez Magaña, Secretario de Desarrollo Social; a la mañana siguiente del trágico desenlace aéreo. Reuniéndose ambos de manera personal e inmediata con los familiares directos de todos los fallecidos y el pueblo en general. Ahí, de frente, con el honor y la dignidad que distingue a nuestras fuerzas militares; el titular de la SEDENA asumió la responsabilidad institucional de los hechos acontecidos y les ofreció respaldo absoluto a todos los afectados. Comprometiéndose a realizar visitas mensuales periódicas a efecto de constatar los avances y la atención adecuada en cada caso particular. Por su parte, el titular de la SEDESOL, les garantizo la alimentación y los servicios de salud a quienes más se vieron dañados por los efectos del sismo. Expresándoles que la distribución de leche y agua purificada será a través de LICONSA. Y a través de DICONSA, se realizará la entrega de despensas con los productos de la canasta básica. Por último, comunico que en breve se pondrá en marcha el Programa de Empleo Temporal a efecto de contribuir al ingreso de las familias más desprotegidas y más afectadas.
En la costa, las réplicas continúan sin cesar. No con la misma intensidad rabiosa de ese viernes negro, pero manteniendo a todo habitante en la inclemente zozobra; con la consternación de los recuerdos que no se van y la congoja nocturna del silencio.
Hoy, más que nunca, nuestros paisanos de la costa deben recordar que cuentan con la hermandad de Oaxaca y la mano amiga de todo México. Que somos solidarios con su dolor pero que también será importante seguir disfrutando de esa contagiosa alegría característica y extraordinaria picardía inigualable. Mientras tanto, con todo cariño y respeto: Yo seguiré cantando, ¡Viva La Costa con Pinotepa!
Gracias, como siempre, por la gentileza de su lectura. Hasta la semana próxima.