El pasado lunes, la sección 22 de la CNTE, amenazó a la sociedad mexicana con un paro nacional que implicaría la toma de carreteras, de aeropuertos, suspensión de clases en todo el país, paralización de todas las instituciones bancarias, suspensión de actividades en las oficinas de gobierno y privadas, marchas hacia la Ciudad de México provenientes de Oaxaca, Michoacán, Guerrero y Morelos, ataques a las oficinas, y todo aquello que ellos saben hacer utilizando la violencia.
Al anuncio de actividades violentas de la 22 de la CNTE para el lunes 12 de octubre, día de la hispanidad, hubo dos respuestas: la primera la dio el Secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño Meyer, advirtiendo que aquellos profesores que faltasen a sus escuelas y no dieran clase les serian descontados de su sueldo el tiempo de ausencia, pero en caso de faltar a dar clases 3 días seguidos serian cesados de sus centros de trabajo. Les aclaró que tienen todo el derecho a manifestarse, pero sin faltar a sus labores, es decir, en sus horas libres.
Una segunda respuesta fue ofrecida por el supremo, Andrés Manuel López Obrador, dirigente de MORENA, en el sentido de que apoyaba con todo al paro nacional de la sección 22 de la CNTE, aunque fuera violento, pues les asiste toda la razón. Porque la Reforma Educativa no existe, es un invento de la mafia en el poder, advirtió el dueño de MORENA.
Estas dos respuestas hacen una clara diferencia, una por el orden y la aplicación y validez de las leyes y la otra, la de López Obrador, inclinada hacia la ausencia de toda prudencia, orden y conducta civilizada: “¡Quien lo diría!: hasta la virtud tiene necesidad de límites”.
Solamente en una cosa coinciden las dos respuestas y es en que los disidentes tienen el derecho de manifestarse, y es cierto, pero sin confundir el derecho a la libertad que tienen; me explico retomando un ejemplo escrito en la Parte II de “El Asalto contra el Absolutismo” de Montesquieu en su brillante obra “El espíritu de las Leyes”, el cual debería ser lectura obligatoria para los líderes partidistas mexicanos como López Obrador.
Nos cuenta el autor que: “Un cierto pueblo (moscovitas), tomó mucho tiempo en usar como libertad el llevar una larga barba…, cada uno llamó libertad al gobierno que era conforme a sus costumbres o a sus inclinaciones.” Como en democracia el pueblo parece hacer, poco más o menos, lo que quiere, se cifró la libertad de esta clase de gobiernos, y se confundió el poder del pueblo con la libertad del pueblo…, pero la libertad política no consiste en hacer lo que se quiere.
Bueno, ¿y entonces de que se trata? ¿Consiste o no la libertad en hacer lo que se quiere?, me pregunto. Primero, hay que deslindar quien marca las reglas de esta libertad, porque de no hacerlo, todo sería un dislate, un desbarajuste, una batahola; cada uno haría uso de su libertad individual y nos enfrentaríamos a millones de libertades diferentes, por ejemplo: sacar a pasear y a defecar a su mascota y no usar la bolsita para recoger los residuos. Unos protestamos y otros, los selváticos, nada les importa. Los resultados han sido pleitos, insultos, enfermedades, incluso, presentaciones ante el juez cívico al haberse desbordado las pasiones de los que no quieren respetar las reglas y los que si lo hacen. Cada uno hace lo que le place en aras de su propia libertad, de “las aéreas comunes”, como arguyen, por lo menos esto sucede en nuestro país; en España las multas son significativas y se obedece a la libertad general, es decir al estado civilizado para la salud de todos.
¿Qué significa entonces la libertad de hacer lo que se quiere? La libertad es el poder de las leyes, no del pueblo. “La libertad es el derecho de hacer todo lo que las leyes permiten; y si un ciudadano pudiese hacer lo que prohíben, no tendría ya libertad, porque los demás tendrían igualmente ese poder”, nos advierte Montesquieu. Al principio, El Pueblo se organizó para crear un sistema político, recomendaría Montesquieu que esté dividido en 3 partes: uno que administre los recursos de pueblo en vías del bien común (Ejecutivo), otro que genere y modifique las reglas de administración y convivencia según sea necesario (Legislativo), y finalmente otro que resuelva los conflictos que se puedan generar (Judicial); con un sistema para elegir a los miembros del pueblo que formarán parte de este sistema político (Sistema Electoral); de ahí que, en el México moderno en el cual vivimos hoy, el Pueblo (todos y cada uno de nosotros), a través de las Elecciones elige a sus Legisladores (Senadores y Diputados), los cuales definirán las reglas que todos y cada uno de nosotros debemos seguir, como lo es la Reforma Educativa. En consecuencia, se equivoca López Obrador y sus cómplices de la CNTE, pues no se trata de hacer lo que ellos quieren, sino de lo que la ley dicta, que para eso es La Ley y aplica para todo el país, y con la cual estamos obligados todos a cumplirla porque es la ley del pueblo; ese es el pacto político y democrático; el Contrato Social le llamaría Rousseau. Lo demás, el resto, es basura electoral, es ignorancia y necia estupidez.
Finalmente, no toda la libertad que se pregona lo es, como en este caso en que la ley se está violando al no impartir clases. Se está usando una libertad a modo, la de unos cuantos, no la ley general, la constitucional. Entendamos pues, que la libertad política y el uso de ella por parte de un ciudadano se refleja como en un espejo en la libertad de ánimo que se deriva de la opinión que cada uno tiene de su seguridad, y para gozar de esa libertad es necesario que el gobierno sea tal que un ciudadano no deba temer a otro ciudadano.
De manera que las amenazas de la CNTE, los apoyos de López Obrador al uso de la violencia y el fracaso del “Paro Nacional” del pasado lunes 12 de octubre, ahora a nadie atemorizan porque al haberse aplicado la ley educativa en todo el país se ha rescatado, al mismo tiempo, la libertad de las leyes que los ciudadanos habían perdido.
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