El papa considera que el sida, que afecta especialmente a África, exige una respuesta médica, pero que es sobre todo “un problema ético”, y que ese continente necesita reconciliación y paz, pero que para ello es necesario que los responsables de los crímenes cometidos sean sometidos a la justicia.
El pontífice así lo señaló en la exhortación apostólica Africae Munus, documento conclusivo del II Sínodo de Obispos para África celebrado en 2009 en el Vaticano, que firmó hoy en la basílica de la Inmaculada Concepción, de Ouidadh, considerada la primera catedral de África occidental.
En la exhortación, de 137 páginas, el papa Ratzinger “deplora y condena enérgicamente el trato intolerable” que reciben tantos niños en África y recuerda, entre otros, a los albinos, los niños de la calle, los niños soldados, los forzados a trabajar, los considerados brujos y los vendidos como esclavos sexuales.
El documento lo preparó con las 57 propuestas que le presentaron los 244 obispos africanos que asistieron al sínodo, en el que señalaron —en la misma línea que lo hizo él durante su viaje de 2009 a Camerún y Angola— su “no” al uso del preservativo contra el sida.
En aquel viaje el Papa dijo que el sida no se combate “sólo con dinero, ni con la distribución de preservativos, que, al contrario, aumentan el problema”, sino que se vence con “una humanización de la sexualidad y nuevas formas de conductas”.
Sus palabras, en un continente donde 27 millones de personas están contagiadas con VIH, fueron duramente contestadas desde varios países occidentales, que subrayaron que el preservativo es fundamental para prevenir la transmisión del sida.
Ahora no ha hecho referencia explícita al condón, pero ha insistido en que la respuesta médica no es suficiente, porque el problema “es más profundo, es ético”.
El papa agregó que la pandemia exige un “cambio de conducta”, como por ejemplo la abstinencia sexual, el rechazo de la promiscuidad y la fidelidad en el matrimonio. A la misma vez exigió a las farmacéuticas tratamientos de alta calidad y de menor costo.
Objetivos de la vida
Al concluir su viaje a África, Benedicto XVI lanzó un mensaje de paz y esperanza para África desde Benin y exhortó a los fieles a anunciar el Evangelio “a aquellos cuya fe es débil y piensan que la búsqueda del bienestar egoísta, la ganancia fácil o el poder es el objetivo final de la vida humana”.
Ante varias decenas de miles de personas, que llenaban el estadio “La amistad” de Cotonú, el Papa ofició una misa durante la cual entregó la exhortación apostólica del Sínodo de Obispo de África celebrado en 2009 en el Vaticano a los presidentes de las 42 conferencias Episcopales de África, último acto de su visita.
Acogido con canciones típicas benineses y con muchas mujeres con vestido multicolores estampados con su retrato, el Papa infundió “ánimo” a los africanos y les dijo que la Iglesia existe para anunciar el Evangelio y que después de más de 2000 años de historia todavía hay muchos que aún no lo han escuchado.
“Hay también muchos que se resisten a abrir sus corazones a la Palabra de Dios y son numerosos aquellos cuya fe es débil y su mentalidad, costumbres y estilo de vida ignoran la realidad del Evangelio, pensando que la búsqueda del bienestar egoísta, la ganancia fácil o el poder es el objetivo final de la vida humana”, denunció.
El pontífice recordó que para Jesús “reinar es servir” y que lo que pide a los fieles es que sigan ese camino “para servir, para estar atentos al clamor del pobre, el débil, el marginado”.
Ratzinger subrayó que Cristo tomó el rostro de los hambrientos y sedientos, de los extranjeros, los desnudos, enfermos o prisioneros, de todos los que sufren o están marginados.
“Acostumbrados a ver los signos de la realeza en el éxito, la potencia, el dinero o el poder, tenemos dificultades para aceptar un rey así, un rey que se hace servidor de los más pequeños, de los más humildes, un rey cuyo trono es la cruz”, añadió.
Benedicto XVI agregó que el bautizado sabe que su decisión de seguir a Cristo puede llevarle incluso a la muerte, pero que con su resurrección introduce a los hombres en un mundo nuevo, un mundo de libertad y felicidad.
“También hoy son tantas las ataduras con el mundo viejo, tantos los miedos que nos tienen prisioneros y nos impiden vivir libres y dichosos. Dejemos que Cristo nos libere de este mundo viejo y accedamos a un mundo nuevo donde la justicia y la verdad no son una ilusión, sino un mundo de libertad interior y de paz con nosotros mismos, con los otros y con Dios”, dijo.
Agencias