En agosto de 2017, cuando el país registraba récords en violencia y homicidios nunca antes vistos, el presidente Enrique Peña Nieto decidió demostrar la importancia que le daba su gobierno a esta emergencia social: vacacionar seis días en el exclusivo club de Golf del Hotel St. Regis, en Punta Mita, Nayarit.
Esa era la undécima visita del mandatario federal a la Riviera de Nayarit, transformada en su “segundo hogar”, según ha dicho él mismo.
El PRI había rescatado con malas artes el gobierno del Estado de México y la violencia seguía rampante en los mismos municipios que, un año después, perdió ante Morena: Ecatepec, Tlanepantla, Naucalpan, Atizapan, Toluca, etcétera.
El 29 de diciembre de 2016, mientras el país digería el anuncio del “gasolinazo” que ensombreció el ánimo social en enero de 2017, Peña Nieto hizo otro viaje de “descanso”. Se fue a Mazatlán, a jugar golf y a descansar.
Por supuesto, el primer mandatario nunca ha viajado solo. Un enorme despliegue del personal del Estado Mayor Presidencial y fuerzas federales de la Policía Federal, el Ejército y la Marina se movilizan en cada uno de los descansos del hijo predilecto de Atlacomulco.
La población de Nayarit, Acapulco, Los Cabos o del mismo Mazatlán se han quejado constantemente por el despliegue de las fuerzas armadas para cuidar al presidente y no para combatir la criminalidad disparada en cada uno de esos destinos.
Hoy sabemos que cada uno de esos despliegues y viajes de Peña Nieto para sus “vacaciones”, así como los de su esposa Angélica Rivera, los de sus más cercanos colaboradores o amigos empresarios, le han costado miles de millones de pesos al erario federal.
Según una revisión de las cuentas públicas de la organización México Evalúa, entre 2013 y 2017, el gobierno de Peña Nieto destinó más del doble de lo presupuestado al gasto en vehículos terrestres y transportación terrestre: de 16 mil 493 millones de pesos, su administración gastó 38 mil 24 millones de pesos del presupuesto público.
Buena parte de este dispendio se ha ido a estos viajes y traslados de un presidente que decidió fugarse de los problemas y vivir en una burbuja de lujos y de resguardo militar, como si fuera un jeque en decadencia, según se desprende de las cifras dadas a conocer por la organización México Evalúa.
Mientras Peña Nieto viaja de vacaciones con un séquito militar, en las calles de su entidad natal, el Estado de México, en las de Guerrero, Baja California Sur, Nayarit, Quintana Roo y Colima (sus entidades preferidas para vacacionar) el índice de homicidios se ha disparado hasta convertir su sexenio en el más violento en la historia del país.
Ahora, cuando el mexiquense toma vacaciones de nuevo -entre el 30 de julio y el próximo 3 de agosto-, el INEGI dio a conocer uno de los informes más escalofriantes de los últimos meses: 2017 se convirtió en el año más violento, con una cifra récord de 31 mil 174 homicidios, cifra superior en 27% a lo reportado en 2016, y mucho más elevada que el registro de 27 mil 213 víctimas en el 2011, el año más violento en el sexenio de Felipe Calderón.
La tasa de homicidios en el país se disparó a 25 por cada 100 mil habitantes, superior a la de 20 por cada 100 mil habitantes reportada en 2016. La principal causa de muerte entre hombres y mujeres fue la agresión con armas de fuego: 18 mil 443 y 1 mil 590 casos, respectivamente.
Las entidades con mayor número de homicidios son el Estado de México, con tres mil 46; Guerrero, con dos mil 578; Guanajuato con dos mil 252; Chihuahua con dos mil 221 y Baja California con dos mil 144.
La violencia criminal durante el sexenio de Peña Nieto tiene otra característica: casi 40% de los homicidios fue contra jóvenes menores de 30 años. Si sumamos el 26.5% de homicidios a personas entre 30 y 39 años, tenemos que 66.5% de asesinatos fue contra personas menores de 40 años. Una auténtico “juvenicidio” según declaró al periódico Reforma el fundador de Cauce Ciudadano, Carlos Cruz.
Cuando Peña Nieto tomó el poder, prometió disminuir en 50% el número de homicidios en todo el país. Hoy estamos en casi el doble de lo registrado en el sangriento sexenio de Felipe Calderón.
Eso no le preocupa al último habitante de Los Pinos. Él prefiere irse de vacaciones y seguir gastando el dinero del erario en sus juegos de golf, con sus amigos empresarios y con decenas de elementos de las Fuerzas Armadas que bien podrían estar realizando labores de combate o prevención al crimen.
Este es el verdadero rostro de un sexenio opulento, frívolo, mentiroso, insensible. Quizá el peor de las últimas cuatro décadas. Y aún se extrañan los priistas por la debacle electoral del pasado 1 de julio. Aún se toman selfies con Miguel Ángel Osorio Chong, el exsecretario de Gobernación, quien nunca pudo revertir esta espiral de crimen.
Y todavía se declaran sorprendidos ante el tremendo castigo electoral que la población mexicana les propinó en las elecciones federales y estatales de este mes que culmina.
Fuente: proceso.com