Detrás de los 30 millones de votos que consiguió Andrés Manuel López Obrador en las elecciones del 1 de julio pasado hubo, además de una expresión de enojo, un voto de confianza y hasta de fe popular de que las cosas cambiarán en el país tras una serie de gobiernos erráticos y fallidos del PRI y el PAN, que generaron una de las crisis más profundas en la historia contemporánea mexicana.
Esta ilusión de un cambio en la forma de hacer política y en las acciones de gobierno estaría en riesgo si el gobierno del tabasqueño y su partido, Morena –mayoritario en el Congreso de la Unión–, no cumplen con las expectativas que crearon en la campaña aprovechando el enorme descrédito de sus adversarios.
Como nunca antes en la historia política nacional, hay expectación por la llegada de un presidente de la república como López Obrador. Las filas de personas y agrupaciones afuera de sus oficinas provisionales en la colonia Roma, pidiendo ayuda o demandando que sean escuchadas, son muestra clara de la esperanza de millones de mexicanos desatendidos o marginados de las políticas gubernamentales.
Pero, así como es tan alto el anhelo social de un cambio en las políticas del gobierno y en los resultados, de ese mismo tamaño son las críticas que ya se expresan hacia López Obrador y Morena, muchas de ellas estridentes, por contradicciones entre las promesas de campaña y la concretización de las mismas.
El reto de López Obrador y de Morena es enorme porque tiene detrás de si dos grandes fracasos que han generado el enojo ciudadano y la decepción ante los partidos, autoridades e instituciones de gobierno: la supuesta transición a la democracia que nunca realizaron los panistas Vicente Fox y Felipe Calderón, y la modernización prometida por el priista Enrique Peña Nieto con sus reformas estructurales.
La calidad de vida y de bienestar social se han deteriorado en los últimos tres sexenios hasta llegar a niveles peligrosos para la salud pública. El fracaso del combate a la pobreza, la violencia generada por la guerra contra el narcotráfico, la tragedia de los miles de desaparecidos, la inseguridad, el desempleo, la corrupción y la impunidad, han generado un rompimiento del tejido social que tardará varias generaciones en rehacerse si es que hay gobiernos que se ocupen de ello.
La carga de expectativas para López Obrador es enorme y los ojos de sus principales críticos ya están atentos desde ahora en cualquier falla que cometa, para magnificarla hasta lo irracional, como esa expresión muy tabasqueña de “corazoncito” que le hizo a una reportera y que es el ejemplo más claro del nivel de cuestionamientos que le harán al futuro presidente de México y a los integrantes de su gobierno.
Las elecciones intermedias de 2021, en las que se renovará la integración de la Cámara de Diputados, será un referéndum para el gobierno de López Obrador y Morena. Si no cumple un mínimo de las expectativas depositadas, la desilusión de pronunciará una vez más en las urnas.
Por cierto… a pesar de los yerros de López Obrador y de los morenistas, la confianza de que habrán de actuar con rectitud y honestidad se mantiene en un buen porcentaje de la población. Si cometen algún error en este sentido, la confianza se desmoronará y el gobierno de la “honestidad valiente” recibirá de la ciudadanía un enorme castigo que los partidos opositores habrán de capitalizar. A eso le apuestan.
Fuente: proceso.com