Al observar los preparativos para la toma de posesión de Enrique Peña Nieto, de inmediato confirme el retorno del viejo régimen priísta que por décadas gobernó el país. El hacerlo trajo a mi mente aquéllas cátedras universitarias sobre el “Sistema Político Mexicano” que magistralmente analizara y desarrollara don Daniel Cosío Villegas. Por eso sostengo que los mexicanos le estamos dando la bienvenida “al nuevo viejo PRI”, con las características en pro y en contra que ello implica. La alternancia que duró tan sólo 12 años merced a los triunfos de gobiernos emanados del PAN, pareciera que sólo sirvieron para reafirmar las viejas prácticas que por décadas les permitieron gobernar mediante lo que el escritor Mario Vargas Llosa calificó como “la dictadura perfecta”.
Aun cuando se ha prometido un “nuevo PRI” los nombramientos en las carteras del nuevo gabinete, viene a confirmar que se trata de las mismas élites que por décadas ostentaron el poder; se trata pues de nombres nuevos pero de estirpe que tiene su origen en la ya tradicional “familia revolucionaria”. De ahí que desde el primer minuto del día 1 de diciembre, Enrique Peña Nieto haya dado inicio a “su estilo personal de gobernar” que sin duda será un mecanismo claro y preciso de lo que habrá de ser su mandato durante los próximos seis años. Si algo han tenido claro los Presidentes de la República emanados del PRI es que el poder se ejerce, no se comparte.
Ya se vieron los primeros actos de represión, de control, de persuasión que fueron de uso común de los regímenes priísta en de las décadas de los 60´s y 70´s, por lo que se convierte esta en la primera gran referencia del “estilo personal de gobernar” de Enrique Peña. Actos que por cierto no coinciden con lo ofrecido en su primer discurso ya como Presidente Constitucional, de ser respetuoso de la expresiones de la ciudadanía y de ser un Presidente cercano a la gente, lo que también proyecta el uso de la demagogia como herramienta de gobierno reforzado por las empresas televisoras que tanto y que tan abiertamente lo apoyaron en su campaña. Bien decía don Daniel Cosío Villegas que el Sistema Político Mexicano funcionaba como un reloj suizo, donde todo gira en torno al humor presidencial. Sólo que hoy la sociedad ya no es la misma de hace 30 o 40 años; hoy se observa una ciudadanía organizada, informada y más participativa que no permitirá el regreso del viejo régimen al cual millones de mexicanos le dieron la espalda hace poco más de 12 años y que hoy demuestra que nunca estuvo muerto.
Hoy ese régimen que se fundamentó en el exterminio del “Porfirismo” a través de una revolución que para muchos no fue tal y que décadas después terminó por convertirse en un nuevo régimen “neoporfirista” contradiciendo sus ideales y sus orígenes, está de vuelta. Hoy ese sistema basado en el corporativismo de sus sectores, en el control de sus líderes, en el otorgamiento de prebendas a sus aliados, en la intervención de los medios informativos y en el castigo de sus auténticos opositores, está de regreso. Y si escribo “auténticos” es porque está comprobado que como parte de ese régimen al que hoy hago alusión, hasta los opositores controlados por el sistema, resultan necesarios, ejemplos de ello hay suficientes. Un análisis necesario para una próxima ocasión.
Sin embargo cabe la pregunta, ¿es acaso ese sistema el que hace falta para recuperar el orden y la estabilidad de nuestro país? Hay quienes consideran que mucho del desorden que prevalece en México, es consecuencia de la falta de mecanismos que impiden un ejercicio de autoridad sin condicionamientos y sin chantajes. Debo decirlo, la sola suposición del empoderamiento de un gobierno autoritario como lo fueron muchos de los emanados del tricolor, me causa escalofríos. Como también me provoca un dejo de optimismo el que sea el que prevalezca esa parte positiva de ese régimen que se fue perdiendo en sus últimas administraciones: el que busca los acuerdos, las coincidencias, el que privilegia el uso de la política antes que el de la fuerza, el que toma en cuenta a la ciudadanía y no el que le da la espalda. El que se encargue de dar el paso de una vez por todas de acumular la riqueza en unas cuantas manos, para pasar a su distribución inmediata.
Ojalá, por el bien de México y de nuestro estado, que estos dos últimos sexenios alejados del poder, les hayan servido para ubicar las cosas negativas que llevaron al hartazgo a la mayoría de los mexicanos y que derivado de ello, efectivamente ofrezcan una “nueva era” para nuestra Nación. Es tiempo de acabar con los fundamentalismos y divisionismos que tanto daño nos han hecho y exigir desde la trinchera en la que nos encontremos, que las cosas se hagan pensando en beneficios comunes y ya no de grupo, como antaño lo hacían. En la medida en que se ejecuten acciones encaminadas a recuperar la confianza de la ciudadanía se podrá aspirar a una administración renovada, pero si sucede lo contrario, serán millones de mexicanos los que alzarán su voz para manifestarse en contra de lo que tanto daño les ha hecho. Habrá que recordarles que hay muchos que ya ni siquiera en beneficio de la duda les otorgan.
Asistimos al retorno del viejo régimen, que ojalá, se haya renovado para bien de México.
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