El reto del crecimiento económico: Isaac Leobardo Sánchez Juárez*

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El tiempo sigue su marcha inexorable y tristemente siguen pendientes las tareas y reformas que podrían conducir a México hacia una senda de crecimiento económico sostenido. Lograr que el país crezca a tasas elevadas y sostenidas es el mayor reto que enfrentamos. Este año electoral debe ser aprovechado para poner en la mesa las estrategias que deben seguirse y votar por aquellos candidatos que ofrezcan las mejores opciones para crecer.

El país necesita concentrar todas sus energías en crecer, ¡aunque claro!, sin dejar de lado el respeto al entorno. El reto es doble, por un lado aumentar la producción de bienes y servicios y por el otro hacer que lo primero no deteriore dramáticamente el entorno haciendo imposible el crecimiento futuro. Mantener un ritmo de crecimiento superior el 7% durante los próximos treinta años permitiría duplicar el ingreso de los mexicanos, crear los empleos necesarios y sin duda generar grandes satisfacciones.

En diversos artículos científicos que he publicado he demostrado que el crecimiento económico de México ha sido francamente mediocre, no es un fenómeno nuevo, este comportamiento tiene ya casi treinta años. Cuando el país es comparado con otros de desarrollo similar, los resultados reflejan incompetencia. En América Latina,  Brasil, Chile, Argentina, Perú y Colombia lo han hecho mejor de 1980 a 2010. ¿Por qué no crecemos a tasas elevadas? ¿Qué se necesita para superar el reto del crecimiento económico sostenido?

Los profesionales de la economía hemos dado muchas respuestas, las cuales parecen no ser escuchadas por los encargados de la toma de decisiones o bien han sido mal interpretadas o de plano ignoradas. De entre todas las respuestas que se han dado, puedo decirle que el problema tiene que ver con una combinación de mal funcionamiento de los mercados de crédito, distorsiones en el mercado de trabajo y ausencia de competencia en sectores clave como son la energía, las telecomunicaciones y la educación. A lo anterior, se le suma la mala suerte (eventos estocásticos), como son la crisis financiera iniciada en los EE.UU., la crisis de deuda europea, la sequía y fenómenos similares.

A pesar de que la adversidad y lo exógeno tienen un rol importante en el problema del bajo crecimiento económico en México, la mayor parte de las explicaciones son endógenas; es decir, tienen que ver con actores locales, con lo que hacemos o dejamos todos los días de hacer. Algunos dicen que el atraso es producto de las reformas que buscan liberalizarlo todo, otros que la culpa es de los que impiden profundizar la liberalización de la economía. La verdad es mucho más compleja que blanco y negro, buenos y malos.

Lo cierto es que debemos ponernos de acuerdo en torno a las medidas que son favorables al crecimiento económico y descartar las que no lo son. Dentro de las últimas, definitivamente ser corrupto no ayuda, no respetar la ley, no garantizar los derechos de propiedad, imponer trabas al comercio, tener un sistema de justicia parcial e ineficiente, simular educar y tener legislaciones laborales sumamente rígidas. Finalmente, nunca permitirá crecer y asegurar el bienestar, un Estado incapaz de salvaguardar a las personas, las empresas y sus flujos económicos formales del crimen y la violencia.  

La libertad económica y un Estado eficiente representan la base para superar exitosamente el reto de crecer. Es necesario eliminar todos los obstáculos a la competencia, fomentar a todas aquellas personas que son creativas, innovadoras y emprendedoras. Hacer que la propiedad sea un derecho y no un privilegio. Que se genere una cultura de respeto a la ley, por la vía de un sistema de justicia eficiente, que castigue severamente a los infractores y proteja a los ciudadanos de bien.

El país se dice era mejor en el pasado cuando el Estado dictaba las reglas en todas las áreas y decidía por nosotros; que el país se desmoronó cuando se iniciaron, a principios de los ochenta, las reformas liberalizadoras. Ésta es una gran mentira, es cierto que no crecemos y que esto coincide con las reformas pro libre mercado, pero nunca se dice que los males que se generaron en el pasado han sido difíciles de erradicar (paternalismo, corrupción burocrática, simulación, deterioro educativo) y que son éstos y no la búsqueda de la libertad los causantes del bajo crecimiento.

México está todavía lejos de ser un paladín del libre mercado, de acuerdo con el índice publicado por la Heritage Foundation y The Wall Street Journal, en 2011 ocupaba la posición 54 de 179 naciones en materia de libertad económica. Por lo que se considera un país moderadamente libre, con expectativas que cumplir, como son: control del gasto gubernamental, disminución de la corrupción, facilidad para hacer negocios y principalmente respeto a la ley.

Los cambios para el crecimiento deben ser impulsados por todos, pero particularmente por los legisladores, lo que no es una tarea sencilla. El semanario ingles The Economist acaba de publicar un artículo en el que señala que los legisladores mexicanos son los que menos trabajan de América Latina, que lejos de aprobar reformas, están concentrados en bloquear a sus rivales. Y para colmo, después de los brasileños son los que más ganan. La falta de consensos en San Lázaro es otra de las razones por las cuales el país no puede crecer a su nivel potencial. Durante mucho tiempo han dejado pendientes reformas para superar los principales cuellos de botella: fiscal, laboral, energético, educativo, político, entre muchos otros.

La clave del desarrollo económico mexicano consiste en alinear los incentivos de todos los actores, lógicamente los de los diferentes políticos y funcionarios públicos, para hacerles ver que la aprobación de las reformas aumentaría sus niveles de renta, pero también los de un grueso de la población que hoy se encuentra empobrecida y sin trabajo por la falta de acuerdos en el universo de la acción pública.

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* Profesor en economía de la UACJ, Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI)