Sin una explicación concreta, y resuelto el final —aparente— de las movilizaciones magisteriales a través de una consulta a las bases, los trabajadores afiliados a la Sección 22 del SNTE desocuparon ayer el zócalo y las calles aledañas que mantenían ocupadas desde hace casi un mes. En realidad, su retiro es en realidad un repliegue táctico explicado no sólo por la inminencia del ciclo vacacional, sino sobre todo porque la resolución aparentemente democrática de la consulta a las bases se explica en el hecho de que no necesitan desgastarse innecesariamente ahora, frente a la necesidad de regresar a las calles una vez que pase la jornada electoral.
En efecto, nuevamente la Sección 22 y la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, están jugando con las apariencias respecto a la supuesta conclusión de sus movilizaciones. En realidad, no hubo ningún razonamiento concreto sobre las causas que llevaron a la mayoría de los participantes en la consulta, a decidir el receso en las acciones de protesta, igual que como tampoco hubo nunca una explicación concreta de por qué en esta ocasión sí se habían pronunciado a favor del paro indefinido de labores, cuando en los años previos habían tomado decisiones menos drásticas a pesar de tener las mismas causas, demandas e inconformidades que en el presente año.
Lo que puede deducirse es que, en realidad, la Sección 22 y la Coordinadora lo que hicieron fue decidir un receso para la reorganización no del plantón por las demandas ordinarias, sino de sus estrategias de lucha de mediano y largo plazo, y la necesaria acumulación de fuerzas que necesitan para eso. A pesar de la cercanía de la jornada electoral (faltan sólo 10 días), saben que su presencia en las calles los desgasta no sólo en la imagen, sino también por la presencia de agremiados ocupando las calles.
Parecen reconocer, además, que en el costo beneficio de la permanencia en las calles frente a la decisión de un receso, está también una cuestión práctica en la que, al menos en este caso, parecen estar considerando de manera importante la conveniencia superior de irse, frente a la innecesaria persistencia de mantenerse en las calles. Saben que aunque se queden permanentemente en sus plantones, no conseguirán más de lo que han alcanzado —y en realidad, eso tampoco les importa—. Lo que queda claro es que de todos modos pase lo que pase el 1 de julio, ellos regresarán a las calles para exigir la derogación —o cuando menos la revisión— de la reforma educativa.
ÁLGIDO PORVENIR
Escribimos desde el 4 de abril en esta columna, algo que pudo parecer una premonición, aunque en realidad es el resultado de una lectura correcta de los derroteros de mediano plazo del magisterio en México: “Si Andrés Manuel se convierte en Presidente de la República, la Coordinadora y la Sección 22 no esperarán a que manifieste voluntad por la derogación de la reforma educativa, sino que desde el primer día de su gestión —y quizá desde antes, porque el cambio de la Legislatura federal ocurrirá desde el mes de septiembre, y posiblemente Morena llegue a tener mayoría— comenzarán a exigirle el cumplimiento de su palabra a través no de las vías institucionales o las que llegara a plantear AMLO para lograrlo, sino como ellos mismos lo quisieran en forma y fondo.”
¿Qué querría la CNTE y la Sección 22? —nos preguntamos en aquel momento. Y apuntamos: “Querrían lo que han dicho, como forma de derogación: es decir, la emisión de un decreto presidencial que dejara sin efecto la reforma educativa. Pero además, como fondo del planteamiento, ellos asumirán la postura de que no quieren la reforma actual —por eso piden su derogación—, pero que además tampoco aceptarán cualquier otra forma de evaluación de la educación pública, que no sea las que ellos mismos establezcan.
“Es posible prever desde ahora que una cuestión de esa magnitud no les será concedida, incluso ni por el propio Andrés Manuel si llega ser Presidente. El problema entonces ya no será educativo sino de gobernabilidad. Porque si consideramos que durante todos estos años la CNTE fue al único grupo opositor que el gobierno federal nunca pudo dominar, y que tampoco pudo negociar con ellos —dejando incluso al garete muchos aspectos de la reforma educativa en entidades como la nuestra—, llegando incluso a la circunstancia de permitirles que entidades como Oaxaca fueran espacios de aplicación suavizada o matizada de la reforma educativa.
“Considerando lo anterior, lo más probable es que antes del término del presente año, el gobierno federal tendría o a una CNTE tranquila a partir de someterse inopinadamente a su dictado; o tendría a una Coordinadora manifestándose abiertamente en la capital del país, mostrando su músculo político, y su afinada capacidad de organización y movilización, de la que ya le dieron amplia cuenta a la administración del presidente saliente Enrique Peña Nieto, y de la que no tendrán ningún problema de volverle a demostrar a cualquiera que sea el Presidente a partir del 1 de diciembre próximo.”
Todo esto es resultado de la ‘caja de pandora’ que abrió Andrés Manuel López Obrador, cuando desde el inicio de su campaña anunció su intención de derogar la reforma educativa si llega a la Presidencia. Y sobre esto, el 24 de abril apuntamos otra posibilidad que poco a poco se va materializando: “No habrá forma, independientemente de quién gane la Presidencia, de detener a innumerables grupos tanto del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, como de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, y de otras expresiones minoritarias y que pudieran surgir al interior del gremio magisterial nacional, que quizá antes de que termine el año planteen a la nueva administración federal, o una reforma integral, o un replanteamiento, e incluso una contrarreforma, relacionada con la educación pública y con la forma en que ésta se evalúa. Será un tema de la mayor trascendencia, el cual es necesario ir viendo desde ahora.
“Existe una especie de coincidencia disimulada entre diversas expresiones magisteriales, respecto a la evaluación docente. Esa coincidencia, hasta ahora poco vista, apunta al hecho de que la evaluación fue confeccionada por el gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto, sin considerar que son muchos factores sociales los que influyen en el aprovechamiento de los niños que reciben educación pública, y que al mismo tiempo de implementar procesos de evaluación, era necesario también impulsar mecanismos de regularización para los trabajadores de la educación en todo el país.”
VOLVERÁN A LAS CALLES
El magisterio no puede lograr esa presión si no vuelve a las calles. Lo harán con toda seguridad, independientemente de quién gane la elección del 1 de julio. Mientras, se abocarán a acumular fuerzas, y reorganizarse para la gran movilización que estaría por ocurrir. Por eso la aparente decisión voluntaria de retirarse ahora. No fue un adiós: simplemente, un amargo ‘hasta muy pronto’.
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