En The Origins of Totalitarian Democracy, Yaakov Talmon (1960) muestra los riesgos, las realidades y rechazos a los sueños utópicos de la democracia que son corrompidos por líderes que están fuera de tiempo.
Talmon explica, que el mesianismo es uno de los riesgos que se corren en la continuación en el poder principalmente en las democracias totalitarias. Se trata de la prolongación en el mando en países disfrazados con la máscara de la democracia, que están sostenidos por el andamiaje que han venido construyendo, a través de los tiempos como su propia guardia armada, sus propias inversiones, más las complicidades con diversos grupos de poder y de interés, incluido el religioso.
Este andamiaje es la base del sostén de diversas repúblicas bajo el manto democrático, como sucede con Evo Morales en Bolivia, Nicolás Maduro en Venezuela y Daniel Ortega en Nicaragua.
Por su parte Raymond Aron (1957) afirma que, a través del tiempo, (siglo XIX), los mesianismos y las realidades fueron transformándose en mitos como el mito de la izquierda, el mito del proletariado, y los que agrega, Irving Louis Horowitz, el mito de la historia y el culto a la personalidad como el rendido a Mao Tse-Tung en China y a Fidel Castro en Cuba.
Como en el espiral hegeliano todo se repite, en México parece que empezamos a vivir los riesgos y mitos de los que habla Talmon y Horowitz, pues el ejercicio gubernamental actual es confuso, no se aclara, y el Presidente se deslinda constantemente de las responsabilidades que a él le atañen.
No se aclara con precisión hacia donde vamos, en tanto la división de la nación se ahonda peligrosamente debido a las descalificaciones constantes desde el púlpito para aconsejar “no robar, no matar, portarse bien, amar, abrazos no balazos.
El mesianismo en toda su expresión.
Desde el púlpito se disculpa y se deslinda de las responsabilidades que directamente le atañen, y que no acepta como la orden que avaló, pero no ordenó, en la fallida operación militar. Culpó a los que la ordenaron, asegurando no haber sido avisado de lo que ocurría, pues no había señal para el celular. Todo esto cuando presume reunirse seguido con su gabinete de seguridad. Y es importante señalar que el tiempo que pudo estar incomunicado no puede ser de más de una hora con un operativo que duró más de cuatro horas (el vuelo de la Ciudad de México a Oaxaca es de menos de una hora).
Las versiones emitidas por los funcionarios del Gabinete de Seguridad han sido desmentidas por los videos del periodismo ciudadano en los que se observan hechos violentos que las autoridades han ocultado; por ejemplo, los militares secuestrados por los criminales y canjeados por Ovidio; el pitazo de la DEA sobre la ubicación del Chapito, las versiones contradictorias del Presidente.
Se sabe que el Presidente es la persona más enterada de todo lo que ocurre en el país. Si no es así, alguien esta fallando, empezando por la Coordinación de Comunicación, las oficinas de Inteligencia, los altos mandos del Ejército, de la Guardia Nacional y por supuesto, el Gabinete de Seguridad.
Es sorprendente, que en tanto en Culiacán una Compañía de soldados se rendía en una cruenta batalla, en la que hubo militares y criminales heridos y 14 muertos, el Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas estuviera discurseando en un pueblo oaxaqueño prometiendo y confesando que “no se haya en Palacio Nacional”, y lo peor, tener que esperar un avión de linea para transportarse.
El avión del Presidente es para estar de inmediato donde se necesita, y es penoso y ridículo que Culiacán estuviera abandonado a sus suerte sin el apoyo del Presidente, pues estaba tratando de comprar un boleto de avión.
¿Quien esta mintiendo: Sabía o no sabía el Presidente del operativo fallido; estaba enterado o no de lo que se iba a hacer; sabía que los militares no iban lo suficientemente armados y preparados; sabía o no del pitazo de la DEA; sabía el Secretario de la Defensa Nacional, Crescencio Sandoval, lo que iba a hacer en Culiacán, y si lo sabía porque aceptó tan absurda operación?
Después de todo esto, de tantas equivocaciones y mentiras, después de tantas versiones de los funcionarios directamente responsables, desde su púlpito, el Presidente humildemente acepta que: “sí se cometió un ilícito de mi parte, que se proceda legalmente y yo voy a argumentar el porque actué de la manera de como lo hice. Y piensa que por encima de las leyes esta la vida humana, y repito, no es un asunto de tipo legal, jurídico, no es un asunto que tiene que ver con el derecho, sino con la justicia.”
Lo sucedido en Culiacán ha marcado a este gobierno con un adjetivo ineptitud, que como loza del Pipila carga el Presidente.
Se hacen urgentes los cambios en el gabinete presidencial, de lo contrario, las pifias continuarán y las descalificaciones se multiplicarán.