El pasado 25 de Julio del 2015, Enrique Peña Nieto, Presidente de México, fue recibido en la sede del PRI, su partido. En su visita, a la antigua usanza, la algarabía de la militancia, como en sus mejores tiempos, hizo su presencia, las matracas sonaron, los vivas a Peña, los “selfies” con él, los aspirantes buscando lugares, empujones, gafetes, guardias justificando su chamba, CTM, CNOP, y demás organizaciones arroparon al “primer priista” del partidazo en un acto en el que los observadores y analistas, de todo tipo, buscaban señales del jefe político, a fin de saber quién podría ser el sucesor de Cesar Camacho, actual dirigente del tricolor, que esta pronto a terminar su dirigencia con saldo a favor, como lo muestran las cuentas de las pasadas elecciones intermedias, aunque no por eso logro desvanecer lo opaco de su liderazgo en el PRI.
Beltrones, Cesar Duarte, Enrique Martínez y Martínez, Aurelio Nuño, úúltimo aspirante agregado a la lista. ¿Quién será? se preguntaban los “adivinos políticos”, los que con sus “análisis, saben todo en materia política, al través del estudio profundo de las columnas de los diarios”. Los “politólogos” centraron sus observaciones en Enrique Martínez y Martínez al que lo dan por seguro, incluso con las maletas listas para llevarlas a Insurgentes Norte. Los observadoress centraron su atención en las atenciones que Peña prodigó a Manlio Fabio Beltrones. “Ya dio línea, dijo uno de los “adivinos”, es Manlio. Y así transcurrió la fiesta en la que Peña recordaba sus tiempos de campaña electoral con la que el PRI lo llevo a la Presidencia de la República, cargo en el que lleva casi tres años, mitad del tiempo de ley.
En ese punto, al pronunciar su discurso, Peña Nieto, destacó un punto importante como fue el detener a los que tienen prisa, “ni antes ni después”, a las 12 en punto. Detenerlos porque aprovechando los errores cometidos, los adelantados quieren dar por finalizada su gestión, a fin de restarle poder político, olvidando que un Presidente de la República cobra toda su fuerza a partir del tercer año de gobierno puesto que las mayorías en las cámaras las ha ganado merced a la labor partidista y a los aciertos de su gestión. De ahí la importancia de la labor partidista y de su dirigente en las contiendas electorales.
El PRI, según las condiciones políticas actuales, ha reunido ese capital político para el Presidente al haber ganando la mayoría en ambas cámaras legislativas; de ahí que la segunda parte de la gestión presidencial del Presidente, bien pudiera ser muy diferente a la actual, pero a condición de que el fatum le favorezca para acertar y no cometer errores, y con ello, poner en marcha las reformas que ha impulsado, principalmente, la educativa y la energética.
Si logra en esta segunda mitad de su gobierno poner en ritmo estas dos reformas, su administración no habrá sido en balde y su Presidencia se habrá salvado históricamente, puesto que un país sienta sus bases, principalmente, en la educación y en la acertada utilización que le dé a sus riquezas naturales.
Otro punto que destacó en su discurso, fue el que un partido político como el PRI, debe actualizarse, modernizarse, regresar a las universidades, a los jóvenes, etc. Tema modernizador que cada vez que un Presidente de la República visita su partido, en este caso el PRI, retoma, a fin de inyectarle vitalidad.
Y a los presidentes que lo han reclamado no les falta razón, pues una organización política anquilosada se queda como la mujer de Lot, convertida en estatua de sal. Los jóvenes constituyen la sangre fresca de toda institución de política, toda vez que un partido político no es patrimonio de unos cuantos, tal y como en ocasiones se ha confundido y eso entraña, en efecto, peligroso riesgo. Refleja contradicciones ideológicas que distan, en mucho, de lo que se afirma.
Uno solo no debe ser la fuente de todo el partido, pues de ser así estaríamos, de nueva cuenta, en presencia de un partido despótico que no admite más que la voz y acciones del dirigente, así sea el Presidente de la República. Al respecto, la democracia nos ha demostrado que siendo el gobierno del mayor número puede gobernarse mejor, toda vez que su resorte implica un sentimiento, una pasión del mayor número.
Es pues tiempo, “ni antes ni después”, de recordar aquel señalamiento que hizo ese ideólogo destacadísimo como lo fue Jesús Reyes Heroles, cuando siendo presidente del PRI, el 1 de agosto de 1972, le dijo a los jóvenes:
“La actividad política no requiere de títulos, grados ni patentes; se ejerce apasionadamente cuando se tiene vocación y acertadamente cuando se logra aunar a la vocación la profesión. Requiere las famosas tres ces: corazón, cabeza y carácter”.
El corazón se requiere “para sentir los problemas de las colectividades como propios, para convertirlos en propósitos vitales, para hacer de ellos finalidades de la vida”.
“Cabeza para no cometer errores; para poder, con frialdad y serenidad, eludir obstáculos y vencer resistencias; para calcular cuidadosamente los riesgos, pues no son solo los personales los que se corren, sino que una decisión mal tomada expone o puede exponer a toda una comunidad, a todo un pueblo”.
El Carácter sirve para “no intimidarse ante las incomprensiones, los ataques y las maniobras; para no tener miedo a los problemas ni, mucho menos, el miedo más peligroso: el miedo a la solución de los problemas”.