El poder de las apariencias: Bersahín López

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La historia de la humanidad ha estado repleta de hechos, que más tarde se convirtieron en anécdotas, que ayudaron en buena medida a construir las sociedades actuales, pero el eje fundamental de donde partieron acciones y conceptos, son los valores, aquellos que inspiraron guerras, traiciones, amores, expresiones culturales, revoluciones, ejemplos particulares de estoicismo, heroísmo, inteligencia, logrando imprimirle a cada época el sello particular de aquellos que lo lideraron.

En algún tiempo los valores fueron la esencia del ser humano, la columna vertebral de sociedades,  la inspiración de guerreros, revolucionarios y estadistas, los valores incidían en los cambios trascendentales de los pueblos, para bien o para mal; Pero en la actualidad parecen ser solamente un agregado cultural, una vanidad de educación en los  ciudadanos, un cortejo de buenos modales, una acción que en apariencia  ha dejado de tener sentido.

Los valores tienen que recuperar su valor ético y moral, deben volver hacer sustento, raíz del árbol que nos cobije;  la honestidad, el respeto, la dignidad, la lealtad, amistad, amor, civismo, entre muchos otros que se anidan en cada ser humano, deben de recuperar su protagonismo, frente a la frialdad y materialismo del cual las sociedades actuales somos presa, logrando con esto convivir, armonizando actitudes que nos lleven a tener una vida con pleno respeto a nosotros y hacia los demás.

Pero debe existir un detonante, una acción que comience la construcción del camino, sin temor a equivocarme EL RESPETO dentro de los valores humanos, puede ser el que determine un rumbo, comenzando por el respeto a nosotros mismo, lo que nos imprimirá la dignidad necesaria para afrontar las más duras batallas o los  severos cuestionamientos de quienes quieren ver una sociedad fragmentada, desunida, obsoleta en su funcionamiento, para lograr la felicidad de unos cuantos frente a la desdicha de la mayoría.

El respeto es un valor que se inculca con acciones simples pero contundentes, aquellas que se graban en la mente pero sobre todo en el corazón, que no son para lograr con el poder de las apariencias o la hipocresía reconocimiento social, sino que son parte de nosotros mismo, que nos hacen valorar y valer más.

 

En el incontrolable andar en busca de mejoras tecnológicas, de satisfactores materiales y riquezas, estamos perdiendo la oportunidad de aquilatar lo que no palpamos pero si sentimos, lo que no nos hace ver más jóvenes o apuestos, pero nos hace trascender y quedar en la memoria de las futuras generaciones.

La naturaleza ha sido demasiado benévola con nosotros y el poco respeto que le hemos demostrado, hoy se refleja en un sin fin de problemas, que hacen ver al todo poderoso ser humano, como un títere frente al poder inconmensurable de ella, como consecuencia de perderle el respeto a quien tendría que ser nuestra principal aliada; como en esos amores donde no vive el uno sin el otro, donde van entrelazados los destinos, donde una caricia puede hacer florecer y el respeto puede conservar lo que muchos quieran destruir.

Las religiones nos mencionan al respeto en todas sus doctrinas, esta palabra está escrita o implícita en las más avanzadas legislaciones, es inspiración de poetas, frase de gobernantes, pero esta tan ausente de nuestra vida diaria, el respeto no acepta conveniencias, ni es excusa para infringir daño, terror o muerte con el pretexto de defenderla o instaurarla en cualquier sociedad, el respeto significa motivar la armonía, valorar lo que está frente a nosotros, amar lo bueno, perdonar lo malo, entendiendo y no juzgando. 

Que el poder de las apariencias no nos gane la batalla, que no pueda ser más lo material que lo que tenemos en el alma, el respeto no solo se pide, se gana, se demuestra, quien no se respeta a sí mismo o a lo que piensa y siente, no puede presumir de respetar a los demás, el respeto también es valentía, porque tan difícil puede resultar respetar, como lograr frente a cualquier pretexto, respeto a un ideal, aun sentimiento, aun amor, cuando logremos eso, estaremos comenzando a construir el camino donde transitarán las siguientes generaciones, un camino sino menos difícil, si más sensible, con respeto y valores.

Estas consideraciones quedan en eso, en puntos de vista acerca de una forma de querer construir, lo demás toca a los lectores, a los que compartan estas letras, que abonen a engrandecer la idea que podemos ser mejores, sin apariencias que sirvan de escudos, sin mayor poder que el de los valores;  el respeto en la familia, en el trabajo, en la política, en las artes, en la naturaleza, en toda la sociedad, requiere de un principio que nos heredó el humilde carpintero de galilea  Jesús de Nazaret: “amaos los unos a los otros, como yo los he amado”, lo demás pueden ser meras coincidencias….