El papa argentino Francisco Bergoglio puso la diplomacia vaticana al servicio de los gobiernos de Wa-shington y La Habana. El carismático Pontífice también actúa en Venezuela, Oriente Próximo y la lucha contra el yihadismo en el mundo.
La colaboración diplomática entre Jorge Mario Bergoglio y el mandatario de Estados Unidos, Barack Obama, se extiende mucho más allá de Cuba, aunque será difícil que algún logro futuro sea tan emblemático como la caída del telón de acero del Caribe.
Aquel día de marzo en que el Presidente de Estados Unidos y el papa Francisco se encerraron a solas durante casi una hora en el Vaticano forjaron una alianza que incluye asuntos tan sensibles y tan distantes como el cierre de la base de Guantánamo, la reforma migratoria,
Venezuela, la colaboración de Turquía en la lucha contra el terrorismo yihadista o la turbulenta situación de Oriente Próximo.
Admiración. De aquel encuentro ocurrido en el Vaticano solo trascendió la buena química entre ambos y aquellas palabras con las que Obama consagraba el liderazgo político del Pontífice —“la suya es una voz que el mundo debe escuchar”—, pero entre bambalinas se confabularon para que sus respectivos secretarios de Estado, John Kerry y Pietro Parolin, trabajaran codo a codo, casi a diario, en la solución de los conflictos más urgentes.
El arrojo del papa Francisco, su disponibilidad a meterse en charcos sin calibrar su profundidad, hicieron el resto. Jorge Mario Bergoglio envió cartas personales a los líderes estadounidense y cubano, ofreció el Vaticano como punto neutral de encuentro —unas veces público y otras bajo el radar de la prensa—. Y todo, en el más absoluto silencio.
Solo después de que Barack Obama y Raúl Castro, uno desde Washington y otro desde La Habana, pero con apenas dos minutos de diferencia, agradecieran la mediación del papa Francisco en el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, la Secretaría de Estado del Vaticano difundió un comunicado en el que confirmaba que “en el curso de los últimos meses” Jorge Mario Bergoglio había escrito a ambos líderes “invitándolos a resolver cuestiones humanitarias de común interés, como la situación de algunos detenidos”.
La relevancia histórica de la noticia vuelve a poner el foco sobre el liderazgo mundial del Sumo Pontífice. Aquel día de marzo, Obama lo resumió en un párrafo: “Él nos desafía. El Papa nos pone ante los ojos el peligro de acostumbrarnos a la desigualdad. Y su autoridad moral hace que sus palabras cuenten. Con una sola frase, él puede focalizar la atención del planeta”. Y ha sido esa autoridad moral, aliada con la capacidad de la diplomacia vaticana para llegar a los rincones más recónditos del planeta, la que ha desempeñado un papel relevante en el acercamiento de Estados Unidos y Cuba.
Mediación. Pero no solo eso. De hecho, como explica una fuente de la Secretaría de Estado del Vaticano, durante los últimos meses Estados Unidos ha pedido que el Vaticano medie en un buen número de asuntos. Para rebajar la tensión entre el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición.
Ahí es donde monseñor Pietro Parolin, exnuncio en Venezuela, ha puesto más en juego sus dotes de hábil diplomático. No solo para evitar un enfrentamiento civil, sino para alejar la posibilidad de que la caída en el caos de Venezuela pudiese arrastrar a Cuba.
Los esfuerzos del eje Kerry-Parolin se centraban en convencer a Maduro de que orientase su revolución bolivariana a un modelo más suave, más integrador, más parecido al del presidente boliviano, Evo Morales. También Obama, más débil que nunca, pensó que su aliado Bergoglio podía echarle una mano en los asuntos domésticos más peliagudos: el cierre de Guantánamo y la reforma migratoria.
El Vaticano, según las mismas fuentes, está intentando que algunos gobiernos mundiales sobre los que tiene gran predicamento acepten grupos de antiguos presos yihadistas y, en paralelo, trata de mediar ante los republicanos estadounidenses para que la reforma migratoria —de la que se beneficiarían miles de familias, muchas de ellas católicas— pueda salir adelante.
Francisco también sigue desarrollando su papel de mediación entre judíos y palestinos, y —hace solo unos días— conminó a Recep Tayyip Erdogan a que se implicara en la lucha contra el grupo yihadista del Estado Islámico.}
Agencias