“No hay gran hombre que no quepa en un ataúd”, dice el dicho. Tampoco pequeños o medianos que se creyeron salvadores, iluminados, prohombres, visionarios o insustituibles. El tiempo todo lo pone en su lugar, y a todos iguala en el mismo rasero de polvo mineral.
Esta imagen se me vino a la mente al ver la asamblea de ancianos seniles y temblorosos que esta semana enfrenta en Buenos Aires el juicio por la “Operación Cóndor”, infame conjura de las dictaduras de Argentina, Chile, Brasil, Bolivia, Paraguay, Perú y Uruguay para perseguir y eliminar a opositores políticos durante las décadas de los 70 y los 80 del siglo pasado.
Hace cuarenta años eran una bizarra estampa estos hombres, orlados con las insignias, los listones multicolores y la bisutería tan cara a la hubris castrense. Hoy, los infelices darían lástima de no ser por las historias de los asesinatos, torturas y desapariciones de hombres, mujeres y niños perpetrados al grito de la cristiana consigna de salvar a la patria, azuzados desde Langley y Fort Bragg y favorecidos por la estrategia del dominó geopolítico de Nixon, Kissinger y Asociados, S.R.L.
En el primer día del juicio el general Videla, hoy de 84 años y acusado por el fusilamiento de 32 presos en 1976 -sobre quien pesan ya dos sentencias a cadena perpetua y una de 50 años por crímenes en suelo argentino durante su dictadura- lanzó una viril arenga al tribunal: “Asumo la responsabilidad como máxima autoridad castrense en la guerra interna. Mis subordinados cumplieron mis órdenes”. Lo que traducido al castellano dice: “Sólo di instrucciones y nunca estuve frente a los infelices a los que mandé asesinar”.
Asómese el lector a las fotografías de esta traílla y examine los rostros ajados de los antiguos verdugos. Descubrirá en casi todas las miradas un halo de miedo, pues la cobardía es componente sine qua non del espíritu sádico y represor. ¿Recuerda el caso de Alfredo Astiz, apodado –como el nazi Josef Mengele- el “Ángel de la Muerte”, quien en las mazmorras de la dictadura argentina aplicaba la picana a mujeres, niños y monjas… víctimas debidamente inmovilizadas? Pues éste bravo fue el primero en rendirse en las Malvinas, sin disparar un tiro, cuando se topó con unos sombríos y bien pertrechados soldados ingleses. Cuando años después fue juzgado y sentenciado a cadena perpetua, lagrimeaba que sus “derechos humanos” habían sido violados por los jueces que le llevaron a rendir cuentas.
El juicio por la “Operación Cóndor” debe ser el capítulo de una memoria que no debemos perder para que tales infamias nunca se vuelvan a repetir.
Escribir en el apando
Es más largo que la Cuaresma el inventario de activistas y luchadores políticos que a lo largo de la historia han conocido la hospitalidad y el confort de cárceles y sentinas por cortesía de padres de la patria, hombres fuertes e indulgentes caudillos preocupados por resguardar la pureza de sus pueblos.
Entre esta pléyade de tanto en tanto encontramos un tipo de prisionero especial: el que encuentra en la paz de la cárcel el ambiente para escribir, ya sea obra literaria, científica o política.
Desde el gran Galileo, condenado a cadena perpetua por el Santo Oficio en 1633 por apóstata, hasta los cientos de periodistas y escritores que hoy purgan condenas en muchas cárceles del mundo contemporáneo, muchas obras han sido paridas tras barrotes.
(Vaya, en el extremo, incluso el sanguinario cabo del bigote ridículo a quien Dios tenga en su santo rescoldo, dictó al obtuso y cejudo Rudolf Hess su Mein Kampf cuando purgaba prisión de 1923 a 1925 luego del fracaso del golpe de Estado de la cervecería Burgerbräukeller, el “Putsch de Múnich”.)
En el caso de Galileo, a consecuencia de la condena que le fue impuesta, de 1633 a 1642, año de su muerte, su obra se desarrolló técnicamente bajo la condición de encarcelamiento, aunque se encontraba en lo que hoy llamaríamos arresto domiciliario. En esos nueve años el pisano escribió su Discursos sobre dos nuevas ciencias donde se ocupa de los fundamentos de la mecánica, piedra angular de los desarrollos posteriores en física.
La Inquisición también llevó a la cárcel a Fray Luis de León, el religioso agustino renacentista, poeta y humanista, por traducir a la lengua vulgar el Cantar de los Cantares, arrebatador pasaje que da ñáñaras a los viejos purpurados, convencidos de que la sensualidad no debería estar en El Libro. Durante los años que Fray Luis de León estuvo encarcelado escribió De los nombres de Cristo y otros poemas. Se dice que antes de dejar la cárcel consignó en la celda la siguiente décima:
Aquí la envidia y la mentira / me tuvieron encerrado /
¡Dichoso el humilde estado / del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado / y con pobre mesa y casa,
en el campo deleitoso / con sólo Dios se compasa
y a solas su vida pasa / ni envidiado ni envidioso!
Breviario cuaresmeño
En Nevada, las relaciones sexuales sin condón son ilegales; en Harrisburg, Pennsylvania, es contra la ley mantener relaciones con un camionero en el compartimiento de herramientas; la ciudad de Newcastle, Wyoming, prohíbe la misma actividad en los refrigeradores de las carnicerías; en Washington D.C. los severos padres de la Patria mantienen la prohibición de hacer el amor en cualquier postura que no sea la de cara a cara; el estado de Washington prohíbe el contacto íntimo con una virgen en cualquier circunstancia, incluyendo la noche de bodas. Estados en donde el sexo oral es ilegal y se penaliza: Alabama, Arizona, Florida, Idaho, Kansas, Luisiana, Massachusetts, Minnesota, Mississippi, Georgia, Carolina del Norte y del Sur, Oklahoma, Oregón, Rhode Island, Utah, Virginia y Washington D.C. Estados en donde una erección evidente a través de la ropa (y denunciada, supongo) constituye una infracción: Arizona, Florida, Idaho, Indiana, Massachusetts, Mississippi, Nebraska, Nevada, Nueva York, Ohio, Oklahoma, Oregón, Dakota del Sur, Tennessee, Utah, Vermont, Washington D.C. y Wisconsin. En Willowdale, Oregón, es un delito que un marido susurre “palabras sucias” a su esposa durante el coito, mientras que en Clinton, Oklahoma, es ilegal masturbarse mientras se observa a una pareja hacer el amor en un auto. Y se pone mejor: la ciudad de Kingsville, Texas, castiga el apareamiento de puercos en el perímetro del aeropuerto; en Fairbanks, Alaska, un bando municipal veda el contacto carnal de los alces en las aceras de la ciudad, y en la muy liberal California, el condado de Ventura impide que los perros y gatos se hagan el amor (no especifica si cruzados o con su misma especie) sin un permiso del Cabildo.
Molcajete
Mi contralor literario personal, el querido y respetado Gran Cronista, me ha pillado en erratas. Así que después de cumplir la penitencia de escribir reír (con acento) 1,543 veces, informo al respetable que Vicente Guerrero no fue el primer presidente negro en América, sino Alexandre Petion, de Haití, en 1807. Perdón, Mr. Obama. Servido, Cronista. // Siempre me ha fascinado la mexicanísima inclinación al disimulo, a no decir las cosas por su nombre, a suavizar lo feo, lo que no nos gusta o lo pecaminoso. Una tía sorprendió a mi primo mirando con interés de adolescente las piernas de la chica en traje de baño en el calendario de la “Carnicería La Higiénica” y cual relámpago tomó medidas radicales: pegó un vestido de papel a la mona. No es políticamente correcto decir “ciegos”, “tullidos” o “ancianos”, por más que sean adjetivos sancionados por la Real Academia; hay que hablar de “invidentes”, “capacidades diferentes” y “tercera edad”. En México no hay “niños de la calle”, ¡Dios nos libre! Tenemos “menores en situación extraordinaria”. Y recientemente, entre mezcal y tlayuda, descubrí en Oaxaca la joya de la corona de la simulación: los 428 municipios que antes elegían a sus autoridades por “usos y costumbres” no lo hacen ya. Ahora son sujetos de “sistemas normativos internos”. ¡Dioses, dadme paciencia!”
Profesor – investigador en el Departamento de Ciencias Sociales de la UPAEP Puebla.
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