07:53 Un asiento vacío en Sudáfrica, ‘flashmobs’ (manifestaciones relámpago convocadas por internet) en Gran Bretaña, velas en Bangkok: varios países celebran el 65º aniversario de la opositora birmana Aung San Suu Kyi, que el sábado lo festejará una vez más en arresto domiciliario.
La disidente más célebre del planeta y único Premio Nobel de la Paz privado de libertad, es recordada en todo el mundo gracias a su intacta imagen internacional y pese a su declinante peso político.
Sus partidarios organizan en Rangún una pequeña fiesta en su honor el sábado, día de sus 65 años. Pero la ‘Dama de Rangún’, detenida durante más de 15 de los últimos 21 años, no podrá abandonar su destartalada vivienda familiar.
Veinte mil árboles serán plantados en el país para honrar el combate de esta mujer delgada, de dulce voz y al mismo tiempo dura adversaria de uno de los regímenes militares más cerrados del mundo.
“Mientras siga en Birmania y en vida, Aung San Suu Kyi seguirá siendo una amenaza para el poder militar” opina David Mathieson, de la organización estadounidense Human Rights Watch.
“Suu Kyi es el símbolo mundial del valor ante la represión”, asegura el ex presidente estadounidense Jimmy Carter, en un comunicado del grupo de sabios de los ‘Elders’ (Veteranos), fundado por el ex opositor y luego jefe de Estado sudafricano Nelson Mandela.
Suu Kyi fue educada en las mejores escuelas de Rangún y luego en Oxford, en el sur de Gran Bretaña. En 1972, se casó con el británico Michael Aris, un universitario especialista en Tíbet, con quien tuvo dos hijos.
De regreso a Birmania, en abril de 1988, cuando su madre se estaba muriendo, Aung San Suu Kyi habló en público por primera vez en agosto de ese año y pasó a formar parte del movimiento de oposición que hizo tambalear el poder militar.
Durante los disturbios de agosto y septiembre de 1988, reprimidos de forma sangrienta, cofundó la Liga Nacional por la Democracia (LND), que se convirtió en el principal partido de la oposición.
En 1989, Suu Kyi fue confinada por primera vez. El 27 de mayo de 1990, su partido ganó las elecciones pluralistas y la junta, golpeada por esos resultados imprevistos, se negó a admitirlos.
Casi 20 años más tarde, los resultados siguen sin ser reconocidos y los generales continúan gobernando. Pero su infatigable combate fue recompensado en 1991 con el Premio Nobel de la Paz.
AFP