Todos los análisis de los primeros 100 días efectivos de gobierno del presidente López Obrador se quedaron en la superficie. Con fortalezas y debilidades, ese arranque formal de gobierno de un candidato que comenzó a tomar decisiones a partir de enero del 2018 debería contextualizarse en el escenario de largo plazo de su proyecto político de gobierno.
Y en el proyecto político no alcanzan los aplausos, los abrazos, los selfies y las encuestas de aprobación por expectativas.
El proyecto político de López Obrador se resume en la propuesta de 4ª Transformaciónvis a vis las tres anteriores: la revolución de independencia, la revolución de reforma y la revolución anti porfirista. Al ser revoluciones, sus avances significaron un cambio de sistema/régimen/Estado, una ruptura de modelo de desarrollo/política económica/bienestar y una nueva correlación de fuerzas sociales de producción.
Sin embargo, agotado en la superficie de la popularidad, las tres salidas de la crisis de sistema/régimen/Estado aún no se perfilan en las decisiones presidenciales:
1.- Abatir la desigualdad social. La desigualdad no se mide por los mexicanos en situación de pobreza, sino la pobreza como producto de una estructura desigual de distribución de la riqueza. Por tanto, la pobreza no se disminuye con programas asistencialistas limitados, sino con un modelo de desarrollo con distribución de la riqueza nacional. Los programas de López Obrador no califican para afectar la estructura de apropiación privada de la riqueza. El populismo 1934-1982 de 6% de PIB tampoco abatió la pobreza: el 10% de las familias mexicanas en ese periodo se quedaron con el 1.5% del ingreso nacional, y el 10% de las familias más ricas llegaron al 40%.
2.- La inseguridad puede asumirse como una forma productiva capitalista: con delincuentes, con el apoyo del Estado, acaparando riqueza. Por tanto, la verdadera lucha contra la inseguridad no puede lograrse con una seguridad represiva. La tesis de López Obrador es válida: la inseguridad es producto de la pobreza; por tanto, la violencia sólo puede disminuir con desarrollo y distribución social de la riqueza. La Guardia Nacional, la Estrategia de Seguridad, la pacificación y la seguridad pública apenas podrían bajar la incidencia criminal, pero no sus mecanismos de funcionamiento. Y la seguridad obliga a un replanteamiento del Estado como el monopolio de la fuerza ante bandas que le disputan poder.
3.- La recuperación de la gobernabilidad sólo se disminuye cuando las ofertas de transformación social, económica y política exigidas por la sociedad son adaptadas por los gobernantes. La ingobernabilidad ocurre cuando las reformas institucionales son más lentas que las demandas sociales, cosa que ocurre desde 1958 cuando la sociedad ha exigido democracia, bienestar y seguridad y los gobiernos han respondido con propuestas parciales.
El proyecto político de López Obrador no considera dos grandes reformas:
1.- La reforma del Estado para hacerlo compatible a una pluralidad democrática con la sociedad. Al contrario, las iniciativas lopezobradoristas están tendiendo a reconstruir la presidencia centralista del Estado como en los tiempos de Elías Calles, Cárdenas, Alemán, Díaz Ordaz, Echeverría, López Portillo y Salinas de Gortari.
2.- La reforma del sistema político. Ante la imposibilidad de que Morena reproduzca el modelo del PRI como el espacio central del sistema en cuyo seno el presidencialismo distribuía bienes y valores porque Morena no tiene una estructura corporativa de representación de las clase sociales, entonces la salida será centralizar todo el poder en la presidencia, incluyendo las contradicciones que llevan a la figura presidencial –como en los casos de crisis del presidencialismo con Juárez, Díaz, Obregón, Calles, Cárdenas, Echeverría y Salinas de Gortari– a enredarse en liderazgos y distribución de beneficios cruzados, como se ve cuando le tienen que reclamar al presidente López Obrador efectos negativos de decisiones como la desprotección de mujeres y niños, el recorte de personal y la diminución de salarios.
En este contexto, el proyecto de gobierno lopezobradorista se agota en el presidencialismo personal y carece de una propuesta de reforma integral del proyecto nacional priísta vigente para encarar la crisis.
Sinaloa se posiciona en la república. En una encuesta de Mexico Elige realizada vía Facebook a casi 10 mil personas en toda la república, un resultado ha sorprendido a los analistas: López Obrador sale con 67.4% de aprobación, en tanto que el gobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz Coppel, quedó en primer sitio con una calificación de 72.1%. Es la primera vez que un sondeo realizado con técnicas calificadas posiciona en redes sociales –las “benditas redes sociales”– a un gobernador y ajusta a la baja la popularidad del presidente de la república. Y el dato adicional es que el gobernador sinaloense —priístapara más señas– también ocupa primer lugar en aprobación en otras encuestas.
Política para dummies: La política se mide por proyectos, no por popularidades efímeras.