Lamentablemente, una de las principales paradojas de la era digital radica en la limitación de acceso a contenido cultural valioso, como he experimentado recientemente al intentar ver “Perfect Blue”, la icónica película de Satoshi Kon, una obra maestra del thriller psicológico que es aclamada como una de las películas animadas más importantes de todos los tiempos, me encontré con una realidad desalentadora.
Normalmente, uno pensaría que una joya como “Perfect Blue” podría encontrarse en cineclubs o espacios dedicados a la proyección de films fuera de las grandes salas comerciales. Sin embargo, al menos en mi radar ¡Sorpresa! no hay espacios especializados al respecto, provocando la primera barrera artificial.
Mi búsqueda por verla en plataformas de streaming legales me llevó a la desafortunada revelación de que no está disponible de manera legal en México, y en gran parte de latinoamérica, debido a conflictos con los derechos en la región. Este hallazgo me hizo reflexionar más allá de esta frustración puntual.
El discurso de la industria del streaming inicialmente prometió reducir la piratería, y en cierto modo lo logró cuando plataformas como Netflix concentraban la mayoría de los catálogos. Fue cierto, en un principio, que la comodidad de acceder a una amplia gama de contenidos legales disminuyó la piratería.
Sin embargo, en la actualidad, con la proliferación de servicios de streaming, nos enfrentamos a un incremento considerable en los precios, condiciones de uso y, lo que es más frustrante, limitaciones geográficas en los contenidos.
La gestión de derechos ha llegado al punto en que ni siquiera los sitios que solía utilizar para acceder a contenidos de otras regiones tienen acceso a películas como “Perfect Blue”.
Fue revelador encontrarme con la película sin cortes ni ediciones en Facebook. Es irónico, considerando que esta misma red social, parte del conglomerado de Meta Inc., que es conocida por bloquear y sancionar videos que contienen música o eventos con derechos de autor en transmisiones en vivo, incluso en perfiles personales sin propósitos comerciales. A pesar de su política estricta, la película en cuestión estaba disponible en su totalidad, desafiando, en teoría, la norma que usualmente se aplica, sin embargo al no ser clara la gestión de derechos ésta se encuentra integra en dicha red social sin restricciones.
Esta experiencia me lleva a cuestionar la protección de la obra artística frente al acceso y la cultura. ¿Estamos realmente protegiendo la obra? ¿O estamos favoreciendo el acceso a la cultura?
Si bien la piratería es un delito hoy en día, gran parte del contenido y obras del pasado que han podido ser rescatadas lo han sido gracias a los fanáticos. Ejemplos de empresas como HBO – Discovery, lamentablemente, han optado por destruir sus acervos, prefiriendo esto en lugar de hacerlos públicos para ahorrar en costos de almacenamiento y servicios.
Que se lea bien, esto de ninguna manera es una apología, simplemente es un ejercicio de reflexión sobre una situación que esta vez me ha afectado personalmente. Es esencial continuar debatiendo sobre este tema y buscar soluciones que equilibren la protección de las obras con un acceso razonable a la cultura.
La cuestión va más allá de un simple problema técnico o de regulación. La limitación del acceso a obras culturales relevantes tiene ramificaciones profundas en la preservación y difusión del arte y la cultura. Al encontrarme con la frustración de no poder acceder a una película que se considera un hito en la historia del cine animado, me planteo interrogantes sobre el equilibrio entre proteger las obras y garantizar su acceso.
Este es un dilema complejo, ya que, si bien se debe respetar el derecho de los creadores a ser compensados por su trabajo, la restricción excesiva y la falta de accesibilidad en la era digital plantea serias preguntas. El cierre de los acervos, la restricción geográfica y las complicaciones de licencias ponen en riesgo el disfrute y el conocimiento de obras que merecen ser apreciadas por su relevancia cultural.
Además, el uso de la piratería y otros métodos cuestionables para acceder a obras culturalmente significativas es, en parte, una respuesta a la falta de accesibilidad en canales legítimos. ¿Es realmente esto lo que queremos para el futuro del acceso a la cultura?
Es esencial que las empresas, plataformas y los encargados de regular la distribución de contenido encuentren un equilibrio que respete tanto la propiedad intelectual como el derecho de la sociedad a acceder a obras significativas.
La democratización de la cultura y la protección de las creaciones artísticas no deberían estar reñidas.
En última instancia, el acceso a estas obras no es solo un privilegio, es una forma de preservar la herencia cultural para las generaciones futuras. En la era digital, es crucial encontrar un punto medio que garantice la protección de los derechos de autor sin poner trabas excesivas al disfrute y conocimiento de obras significativas.
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