El Juego de la Simulación: Moisés MOLINA

Print Friendly, PDF & Email

La legalidad, se supone, es uno de los valores de la democracia que, dada su naturaleza, debía obviamente reproducirse en todo el tejido democrático, incluidos -desde luego- los partidos políticos. Legalidad implica sin más ambages, sujetar los actos propios a la ley.

 

Resulta preocupante el hecho de que los partidos políticos traduzcan su ley, sus estatutos, en  simulaciones que sólo confunden no solo a sus militantes, sino a la ciudadanía sin partido que en julio próximo estará también frente a la boleta con crayón en mano.

Para muestra, la experiencia priísta que es la que más de cerca conozco. La selección de sus candidatos debía ser un proceso transparente, abierto, ventilado; en una palabra, público. ¿Qué sabemos de ella? Poco o nada.

Si se supone que existe un proceso interno para elegir a los candidatos a diputados y senadores, proceso que culminará políticamente 18 y 19 de febrero, en que se supone serán electos por su militancia ¿por qué el discurso imperante tanto en medios de comunicación como en redes sociales centra su atención en la “definición” de los candidatos desde hace ya algunos días?

La simulación es práctica que debimos haber superado hace ya mucho tiempo, pero sigue a todos los partido, sin excepción, como sombra al cuerpo. ¿Habría que buscar en un futuro la forma de caminar a oscuras?

Destapes, autodestapes, pronunciamientos, campañas anticipadas, informes legislativos, presentaciones de libros, giras de trabajo, desplegados, costosas inserciones pagadas en diarios, incluso de circulación nacional, obedecen a esa lógica. Sus protagonistas o sus artífices han transitado este mismo camino por muchos años y saben que el juego de la simulación se centra en la figura insustituible de la “clase política”.

En el capítulo de mismo nombre en su libro “La clase política”, Gaetano Mosca pinta con elocuencia lo que bien podríamos aplicar a los partidos políticos en México: “Entre las tendencias y los hechos constantes que se encuentran en todos los organismos políticos, aparece uno cuya evidencia se le impone fácilmente a todo observador: en todas las sociedades, empezando por las medianamente desarrolladas … hasta las más cultas y fuertes, existen dos clases de personas: la de los gobernantes y la de los gobernados. La primera que es siempre menos numerosa, desempeña todas las funciones políticas, monopoliza el poder y disfruta de las ventajas que van unidas a él. En tanto la segunda más numerosa, es dirigida y regulada por la primera”.

Los días 18 y19 de febrero tendrían que estarse eligiendo en convenciones distritales candidatos a diputados federales y en votación abierta a candidatos a senadores. El sentido común indica que habría de ser una competencia, una contienda; con un espacio de precampaña previo. Dos o más contendientes por distrito para el caso de diputados y dos o más fórmulas en tratándose del senado. ¿Por qué entonces la búsqueda desesperada de padrinazgos? ¿Por qué los constantes viajes al CEN del PRI o las reiteradas visitas a los cafés de Polanco? ¿Por qué lo twits de desesperanza, de reclamo, de inconformidad o de denuncia de ausencia de equidad en la contienda?

Porque el famoso “proceso interno” tiene antes que pasar por el filtro de “la clase política priísta”, esa minoría que en base a encuestas, simpatías, compromisos, condicionamientos, filias y fobias determina quién “va” y quien “no va”. Y los representantes en esa clase política por parte de Oaxaca, nadie más que los ex gobernadores que han hecho del proceso interno cosa juzgada. Entre el 12 y el 19 de febrero no vamos a elegir; simple, sencilla y llanamente a legitimar a los candidatos únicos que se registrarán el 21 de enero, a convalidar la simulación y eso porque el órgano electoral lo exige.

Que en el discurso se diga lo que se dice siempre, incluso cuando se llega al poder de que irán “los mejores hombres y las mejores mujeres”, es ofensivo. ¿Cómo saber si es mejor Claudia Silva o Liz Acosta o Martín Mathus? ¿Cómo tasar la “mejoría” entre Martín Vela o Alejandro Avilés? ¿Entre David Mayrén o el “Capi” Sarabia? ¿Entre Germán Simancas o Mario Hernández? ¿Entre Samuel Gurrión o Jorge Toledo? ¿Sacre o Moreno Sada? Por sólo citar algunos de los cientos de aspirantes que merecían ir a una contienda que demostrara en los hechos que somos un nuevo PRI.

La contienda se hizo innecesaria por varias razones. La principal quizás, la existencia de un candidato presidencial fuerte, no sólo hacia adentro del PRI, cuyas decisiones son incontestables y quien seguramente prefiere que en Oaxaca las cosas se queden como están: no mejor, pero tampoco peor. En aras de la simulación tendremos candidatos, pero lo he dicho reiteradamente: no se trata de tener candidatos se trata de tener diputados y senadores.

moisesmolinar@hotmail.com

Twitter @MoisesMolina