Una de las películas mexicanas más discutidas en estos últimos días es “El infierno”, película de Luis Estrada, con las actuaciones de Damián Alcázar y Joaquín Cosío. Existen al respecto opiniones muy encontradas: hay quienes entraron muy escépticos a la sala de cine y salieron gratamente sorprendidos; hay quienes ni siquiera se han animado a entrar al cine al verla, asustados por las imágenes de la publicidad; hay quien dice que con tanta sangre en las noticias, ¿para qué quiere ver más?…
Pero, ¿qué tiene “El infierno” que causa tan dispares reacciones? El infierno, como se enuncia (sin necesidad) varias veces en la película, no es más que la realidad que está acechando a cada quién desde la ventana: la realidad mexicana de esta guerra fallida.
“El infierno” no tiene historias fantásticas, ni increíbles, no para nosotros. Todo lo que sucede en “El infierno” es parte de nuestro vivir de todos los días, ¿por qué tenerle miedo a la historia de un paisano que al ser deportado a su país lo encuentra sumido en la violencia y la rapiña? ¿qué acaso esa no es una historia que de sobra nos sabemos, que hemos visto con nuestros ojos infinidad de veces? ¿Por qué cerrar los ojos ante la historia de un narco que es amigo del jefe de policía, del presidente municipal, y hasta del presidente de la república? ¿Acaso nos resulta una historia inverosímil, acaso no la hemos oído varias veces antes? Esas son las historias de “El infierno”: narcos traicionados por su propia sangre, asesinatos entre hermanos, narcomantas, niños que quieren ser sicarios, policía corrupta, balaceras infinitas, destazados, muertes sin sentido, muertes por venganza, muertes por orgullo, muertes nada más porque sí…
La película da una panorámica de lo que sucede en cualquier poblado pequeño de nuestro país, absorbido por el narco, (¿o eso no nos pasa a nosotros?, ¿cuántos alcaldes de municipios pequeños han sido asesinados en este sexenio?). Narra las escenas con humor negro pero totalmente verosímil, es decir, no hay una sola situación o diálogo forzado y es precisamente ese uno de los grandes aciertos de la película, que aunque todo lo que pasa es ridículo, en varios lugares de nuestro país están pasando las mismas cosas de manera exactamente igual. El ritmo de la historia transcurre muy ágilmente, y cuando menos se da uno cuenta, ya se terminó la película de más de dos horas. No se siente porque es una historia bien construida, con las cantidades exactas de humor, de sexo, de violencia y de reflexión… todo con presentado en el momento adecuado.
Las reacciones que causa “El infierno” son las mismas que causa nuestra realidad mexicana (es decir, el infierno), nuestra realidad de mexicanos que a pesar de las balas perdidas salimos a diario a ganarnos la vida, porque en estos días mayor es el valor que se requiere para salir a cumplir con una jornada laboral que el que se requiere para jalar un gatillo. Estamos sitiados, secuestrados en nuestras propias casas, inseguros en nuestras propias camas. Hacia nuestra realidad hay reacciones ingenuas de gente que cree que el delito está lejos, que los balazos son entre narcos; también hay reacciones de horror de parte de los que estamos al pendiente de las noticias (o de quienes, desafortunadamente, se han convertido en noticia).
Un amigo me dijo que ojalá “El infierno” no sea el cine que represente a nuestro país a nivel internacional. Ojalá que sí. Ojalá que todo mundo se entere de lo que pasa en nuestro país: de la pobreza, de la corrupción y del estúpido afán de arreglarlo todo a balazos.
Es lamentable el hecho de que resonara más y causara más espanto la noticia de que los Jonas Brothers cancelaban su concierto en Monterrey por la inseguridad, que la noticia de un niño baleado en la misma ciudad. La noticia de un niño herido por una balacera entre narcos y policías pasó totalmente de noche, opacada por la desilusión de no poder oír en vivo a los Jonas. No hubo protestas, no hubo un país exigiendo seguridad, no hubo siquiera suficiente espacio en los medios para un niño herido. Ambas hechos sucedieron el mismo día, pero los mexicanos sólo ponemos atención en las notas que queremos.
“El infierno está aquí”, dice uno de los personajes de la película. De nada vale cerrar los ojos a lo que nos está pasando, el infierno está más cerca de lo que queremos admitir y hacer como que no oímos, que somos de palo, no va a volvernos inmunes.
O que, como dijo cierto gobernador, ¿la realidad “nos da asquito”?